De “Reporteros sin Fronteras”
a “Viva le Pen” (como titula hoy L’OBS) su articulo al respecto. Todos
Ustedes lo conocen. Unos más que otros, todos han sentido alguna vez cierta
admiración por su “militancia” por la “libertad de expresión” y de la “prensa”.
Se llama Robert Ménard, militante izquierdista y ferviente defensor de la
“libertad de prensa”, se ha convertido hoy en alcalde de Bézeiers lepenista
(relación a le Pen del Frente Popular francés).
Ahora todo el mundo, o por lo
menos los que, en países como el nuestro, creen aun en las imposturas de estos
seudo defensores de la libertad de expresión y de la prensa, se pregunta cómo
este, hasta hace muy poco, “infatigable”
defensor de los valores de la prensa, ha dado tan olímpico giro.
Todos dan giros de 180 grados.
Todos son permeables a cargos políticos, después de la mediatización. Todos se
olvidan rápidamente de todo hasta de la madre que les parió. Todos son Ménard. Cada
uno a su manera y en función de las oportunidades que se le puedan presentar.
Con o sin fronteras, reportero
o xenófobo de turno, Robert Ménard nos ha hecho un favor: el de abrirnos los
ojos sobre la cruda realidad de los valores morales y éticos de Occidente y sus
censurados organismos de puntuación democrática. “Impossible n’est pas francais”,
“Honêteté non plus”.
Los principios éticos, la
deontología, los valores humanos, todo esto es como el amor de Antonio Molina
que no se compran ni se venden, pero para Mr. Ménard el hecho de que el “S4’6%
de los pequeños en las escuelas de maternales y primarias, sean justamente
musulmanes” es un escándalo.
Por ello el ex patrón de RSF
el que tantos países había acusado de violación de derechos humanos y de las
libertades colectivas e individuales, ha decidido, antes de negarlo, archivar a
todo niño musulmán en su comunidad
urbana.
Se preguntarán Ustedes ¿Por
qué?
La respuesta seria que el
problema no consiste en por qué o cuando sino ¿Cuántos Menares dirigen las
asociaciones, organizaciones y organismos donantes de lecciones y unidades de
medidas del respeto de los derechos humanos en los países, especialmente
tercermundistas.
Si el ex militante Nº 1 de los
reporteros sin fronteras resulta al final un impostor y un vulgar islamofobo,
me pregunto si los que aun están en ejercicio son diferentes. Me refiero a
Amnistía Internacional y otras amnistías al servicio del neo-colonialismo y de
las remodelaciones geopolíticas.
En este sentido, estos
prefabricados termómetros de la libertad y de la democracia y de los derechos
del hombre occidental, constituyen las peores armas de destrucción masiva. En
nombres de sus “valores” se invadieron países, se destruyeron naciones, se
usurparon identidades, se expoliaron tierras y se robaron riquezas.
Y el problema es que siguen
con este sucio juego, catalogando a los regimenes como si fueras latas de
sardinas y otorgando generosamente buenas puntuaciones en materia de derechos
humanos a unos y malas a otros.
El ejemplo de Robert Ménard,
estimado, admirado y hasta adulado por muchos, debe incitarnos a los
subdesarrollados a poner en tela de juicios estos valores morales que él y
otros como él defienden y dar más importancia a organizaciones y organismos
locales de vigilancia y de control a fin de evitar informes salidos del
Pentágono o de otros ministerios de defensa en occidente, cuya única finalidad
es castigar a los insumisos, comúnmente llamados “Ejes del mal”.
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