Quiero ceder la palabra al ser que
late, oculto, bajo la superficie de mi orgullo y amontonar palabras y frases,
aunque las juzguen carentes de sentido. Quiero derrocar al abominable desorden
moral y cruzar la frontera con la vivacidad de la nube en días de tormenta. Y
quiero ser feliz sin otro anhelo que aquello cuanto sobre mí llevo: unas
monedas y mi viejo llavero. Pues soy amigo de Platón, cabalgando sobre los
lomos de un blanco corcel. Y soy amigo de Gabo, y habito en Macondo. Quizás no
tenga el don de la palabra, ni el preciado regalo de la gracia, pues no soy
poeta ni un pensador insaciable… sencillamente, soy.
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