Se secó el sudor de su frente
con la manga de su chilaba, colocada sobre el hombro y acelero la marcha hacia
el lugar de la cita con Marta.
La artesanal cafetería que
parecía más un espejismo que realidad, estaba desierta. Solo la silueta de una
monja y la sombra de un hombre que colocaba algo en la trastienda, constituían
los únicos elementos de la vida en ella.
-
Asalam ua Alikum,
saludo Hach Ahmed Ben Ali con la mirada fija en el horizonte
-
Buenos días, respondió
Marta sin quitarse el velo que cubría parte de su rostro contra el polvoriento
viento en esta zona.
-
He tardado un poco
¿Llevas mucho tiempo esperando?
-
No. No me di cuenta
del tiempo porque estaba admirando la belleza de la naturaleza y el horizonte
azul de esta parte del Mediterráneo, imaginando lo que debió ser su historia
-
Té a la menta, pidió
Hach Ahmed Ben Ali al marinero disfrazado de camarero
No muy lejos se escuchaban las
idas y venidas de las olas matinales que coqueteaban con la bella costa de fina
arena. “Diza de Sidi Abdeslam” parecía una de estas islas perdidas del
Pacifico.
Para romper el silencio o
simplemente para volver a tejer la conversación, Marta, sin quietar el ojo de
un libro en la mano dijo:
-
Escucha esto: El
hombre necesito 7 000 anos para pasar de 13 a 100 kilómetros por hora y
apenas un siglo para pasar de 100
a 28 000 kilómetros por hora[1].
-
No entiendo ni jota.
¿Qué quiere decir todo esto de 28 000 kilómetros por hora?
-
¡Impresionante!
Escucha, le volvió a decir Marta: Hace 5 000 anos, los egipcios se
desplazaban con la misma velocidad del camello. O sea: a un poco menos de 13
kilómetros por hora. Hacia 1 500 años antes de Jesucristo, un carro tirado
por 4 caballos en pistas no asfaltadas, pero bien ordenadas alcanzaba 30
kilómetros por hora. En el siglo XVII se había alcanzado los 16 kilómetros por
hora. En 1853 se lograron 100 kilómetros por hora y la plusmarca llego a 132
kilómetros en 1893.
Marco una breve pausa antes de
preguntarle ¿Te interesa, Hach?
-
Justamente estaba
pensando no solo en lo que me acabas de leer, sino en lo que quiere decir
-
Entonces te interesa…
-
Naturalmente, entre
otras razones porque el viejo L’Hassani alcanza velocidades mucho menos veloces
con su barcaza.
Una peregrina risa adorno el
rostro de marta quien antes de soltar:
-
Yo me refiero a tierra
firma.
-
Lo se, lo se, marta,
dijo él en medio de una reconciliadora sonrisa. ¿Quieres seguir, por favor?
Y… siguió: “En 1900 el primer
automóvil alcanzo 100 kilómetros por hora. En 1013 un avión Depersussin,
pilotado por Prevesto superó, por primera vez en la historia los 200
kilómetros/h. En 1920 un Nieoport 29 pilotado por Sadi Lecointe alcanzó los 300
kilómetros/h. 11 años más tarde, un hidroavión norteamericano supero, por primera
vez en la historia de la aviación, los 655 kilómetros/h. En 1947 un avión de reacción
Lockeed supero los 1 000 kilómetros/h. En 1965 otro avión Lockeed voló a 3 331 kilómetros/h. Dos años más
tarde se alcanzaron los 7 297 kilómetros y en el espacio, los satélites
giran en torno a la tierra a más de 28 000kilometros/H.
-
“Kul Allahu zidni
ilman”[2]
-
¿Qué ha dicho?
-
Nada, que estoy
aprendiendo cosas.
Cerró el libro y volvió la
cara hacia el horizonte diciendo, sin mirar al Hach:
-
Gracias por tu
paciencia, Hach
-
Y a ti por tu
sabiduría y clarividencia. Y ahora al grano. ¿ A qué se debe esta convocación
tan repentina?
-
Si. Lo se, lo que pasa
es que me parece realmente inquietante ver como la ciencia y el progreso
avanzan inexorablemente hacia lo incógnito sin que sepamos hasta donde puede
llegar.
-
¿Y por qué te va o nos
va a inquietar esto?
-
Mira, Hach. El progreso
tiene su tributo. Fíjate, que para realizar lo
poco que tenemos el hombre ha llevado a cabo una acción devastadora de
gran envergadura. Bastaría con decirte que 150 especies de animales, entre
muchos otros nefastos ejemplos, han desaparecido durante los últimos 3 siglos y
más de otras 200 están actualmente en vías de extinción.
-
Su te, interrumpió el
improvisado camarero sin ninguna delicadeza. A propósito, he captado,
fortuitamente, lo que decía la hermana y tiene razón e aquello de velocidad.
Resulta que yo…
-
¡Basta, Milud! Grito
Hach antes de enlazar: ella hablaba de otra cosa. Tu confundes la velocidad con
tus cacharros. Ocúpate de lo tuyo y no robes conversaciones que lo tuyo es
servir y no meterse en las conversaciones de los clientes.
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