“Grito primal” de Said Jedidi. Capitulo III (hoy cuarta parte)



 










 Desde lejos, se vislumbraban las siluetas de otros pasajeros de L’Hassani. Marta se perdió en una profunda reflexión.
-        Escucha esto Marta, la interrumpió con una voz grave Hach Ahmed Ben Ali. No es la primera que lo cuento, pero me gusta contarlo y voy a tratar de no aburrirte. Seré breve.
-        No toma tu tiempo, Hach. Desde que te conozco nunca has dicho algo superfluo. A veces me pregunto si debo o no reconocer un día que fuiste y eres mi ejemplo.
-        Esto se llama honor. No sigas que me lo voy a creer.
-        Es verdad… la pura verdad. Pero cuéntame lo que me ibas a contar.
-        Me vas a tener que soportar hasta el final.
-        Por su puesto. Esto tiene pinta de emocionante.
-        Lo es y no lo es. En fin es muy árabe: Érase un Califa abasita que se llamaba Harun Arrachid. El de las Mil y una Noche y de muchas otras historias fruto exclusivamente de la imaginación occidental. El Califa Arrachid tenia una esposa que se llamada Zubeida y estando embarazada tuvo un extraño antojo. Resulta que paseando por el magnifico jardín de su palacio, Zubeida vio un manzano frutal fuera de su época. Pidió a su marido, que era de corta estatura, recogerle una manzana del árbol, recurriendo Harun Arrachid a su primer ministro que se considerada en el imperio abasita como el hombre fuerte del régimen. Se llamaba Jafa’ Al Barmaki, un apellido por si mismo inspiraba toda una dinastía no árabe. El califa le pidió que le cortara una manzana para su querida esposa. Al Barmaki lo intentó más de una vez…en vano. Tampoco llegaba a las manzanas. Buscaba algo en qué apoyar cuando el Califa Arrachid atrajo su atención con un gesto. “Ponte sobre mi espalda, Jafa’ar, así alcanzarás”, le dijo Amir Al muminin[1]. “Ni hablar, señor, le cortó Jafa’a casi suplicando. “ ¿Me desobedeces?” le ordeno secamente el Califa. “No señor”, respondió en voz baja, casi murmurando Jafa’ar. “No te he pedido que subas sobre mis hombros, te lo he ordenado y mis ordenes deben ser cumplidas” le reprochó Harun Arrachid irritado.”Así será, señor, pero”, le rogó Jafa’ar. “Sin peros…”.
Total se apoyo en los hombros del Califa y de pié sobre su espalda alcanzó la manzana que se la entregó al califa quien a su vez la dio a su esposa Zubeida, la cual al probar la manzana exclamó: “Es realmente deliciosa. Nunca he probado tan dulce manzana”. “Además no es época de manzanas. ¿Quién es el jardinero aquí?” preguntó el Califa. Inmediatamente le trajeron arrastrado a un anciano medio muerto de miedo. “Pero, qué están haciendo. Por qué lo maltratan”, dijo enfadado el Califa antes de preguntar al pobre jardinero: “¿Tú eres el encargado aquí?”. “Si Señor, dijo el anciano asustado, suplicando. Yo soy el jardinero”. “Pues, te felicito, hombre. Hacen un excelente trabajo. Luego me dirán como han conseguido estas manzanas en tal extraña época. En espera pídeme algo que quieres y no crees poder realizarlo”, le dijo Harun Arrachid al anciano relativamente tranquilizado y con los ojos caso salidos de su orbita. “Solo le pido su perdón, señor, y su indulgencia” respondió el anciano. “Debes pedir algo. No te lo he pedido. Te lo ordené ¿Pero qué pasa aquí, por qué nadie obedece al Califa?” “No señor es que… es que…” “Vas a dar a luz si o no”, le cortó impacientemente el Califa. “Si es así, señor, le pido con todo el respeto del mundo que me autorice a cambiar de apellido”, dijo el anciano balbuceando y balbuciente. “¿Y como te llamas buen hombre?” le volvió a preguntar el Califa. “Al Barmaki, señor” respondió el anciano casi llorando. “¿Y por qué” insistió el Califa. “Es mi deseo. Mi señor me pidió hacer un voto. Este es y ningún otro, señor”. “Acordado” le dijo el Califa, disponiéndose a abandonar con su esposa y su séquito el magnifico jardín. “Mi señor, se atrevió a pedir el asustado jardinero, lo quiero por escrito.
Asi lo hizo el Califa aunque perplejo pero sin volver a preguntar por qué tanta insistencia para cambiar un ilustre apellido.

Mañana capitulo III (Quinta parte)


[1] Principe de los creyentes.

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