Con las, hasta ahora,
declaraciones de intención sobre Cuba e Irán, el presidente Barack Obama trata
de aportar una indispensable rectificación a la política extranjera de Estados
Unidos con estos dos polos conflictivos que se han convertido en pilares de
esta política exterior.
Las explicaciones (para muchos
interpretaciones o justificaciones) abundan. Tampoco escasean las discrepancias
en torno a la valoración y evaluación de las últimas iniciativas del presidente
americano en materia de política exterior de su país, una de las más creíbles
consiste en que Obama está a dos anos del fin de su mandato, sin preocupación alguna
en cuanto a su reelección.
Razón de más para que se llame
al pan, pan y a la justicia lo que es.
No se puede ir sacando a un país
(Cuba) del eje del mal y meter a otro (Venezuela). Es, además de incongruente, indeciso e
inmoral… tan inmoral que suscita serias dudas en cuanto a la buena voluntad del
inquilino de la Casa Blanca
y de su administración.
Arde el mundo con mil y un
foco de tensión, de crispación, de conflictos y de pérdidas de todo orden con
el mismo culpable y las mismas intenciones geopolíticas y apetitos económicos y
expansionistas.
Obama ha tratado de aportar un
comienzo de respuesta a esta cuestión al querer dar la impresión de que operaba
un giro de 180 grados en la función de la injusticia atroz de su país para con
(esperemos para comenzar) Cuba e Irán.
La pregunta o las preguntas
que se plantean hoy por hoy son, primero: ¿Qué es lo que ha ganado Estados
Unidos, tratando de hacer padecer hambre a un pueblo como el cubano a unas
millas de las costas de su Florida o al iraní muy lejos? O lo que es igual ¿Qué
ganaría Estados Unidos y el mundo con la distensión con la isla caribeña, con
la republica islámica y con todos los demás traumatismos que han marcado y
siguen marcando profundamente a los americanos?
Estados Unidos no lo se, Obama
si. Pasará a la historia como el presidente americano que había optado por la
justicia y el sentido común. Y no es poco, en un mundo en plena mutación, donde
el nefasto papel de Estados Unidos puede y debe eclipsar sus poderíos tanto
militar como económico y geopolítico.
Si. Optando por la paz, por la
justicia internacional, por la equidad y por la distensión en el mundo, el presidente
Obama tiene la oportunidad histórica de estados Unidos un verdadero “Big
Brother” (hermano mayor) de todos los países del mundo. Lo que no solo le valdría
un pedestal, sino también contribuiría a la campana electoral de Hillary
Clinton a la que abriría el apetito de la paz y de la concordia.
No cabe duda que el apretón de
manos entre Obama y Raúl castro el pasado día 10 en Panamá, al margen de la Cumbre de las Américas ha
marcado el fin de ostracismo que había durado una eternidad. Pero faltan muchos
otros apretones de manos, de buenas intenciones, de buena voluntad y de
reconocer el derecho a discrepar.
Ucrania, las siempre difíciles
relaciones con Rusia y su presidente Vladimir Putin, la desconfianza, cuando no
parquedad hacia la potencia emergente China Popular, Oriente Medio, el apoyo
incondicional a Israel, los acosos a países como Venezuela cuyo único crimen es
rechazar la servidumbre y caucionar la injusticia en las relaciones internacionales,
constituyen algunos de muchos expedientes que hacen que nuestro mundo sea muy
peligroso
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