No hace mucho, un sondeo, cuyos resultados fueron publicados aquí en
Conacentomarroqui, revelaba que los marroquíes figuramos entre los pueblos que más
protestan. Pues ahora parece que, además, de la manera más “original”.
Las autoridades locales de la ciudad marroquí de Taza han destruido las dos
carretas de mercancía del vendedor ambulante el cual, estimando que “no había,
nada que perder”, para protestar, fingía vender a sus hijas. “Hoy por hoy, para
hacer vivir dos hijas se las debe sacrificar” y venderlas era la única solución”,
ha lanzado el hombre exasperado ante las cámaras de televisión que filmaban su atrezzo
en una de las calles de taza? “Mejor acabar con todo esto, estoy harto de vivir
en el horror. No tengo más energías para controlarme” siguió diciendo ante la
multitud congregada para presenciar el inédito “acontecimiento”, enarbolando
una pancarta en la que estaba escrito: “Dos niñas a vender”.
Buscado por la policía desde hace unos 15 días, el hombre ha desaparecido. Su
esposa habla de manera más moderada: “En realidad, no vendemos a nuestras
hijas, solo queremos encontrar una solución y poner al tanto a las autoridades.
He vendido mis alfombras y mis muebles para dar de comer a mis dos hijas”.
Más allá de su triste temática, la noticia debe interpelar no solo la atención,
sino la conciencia de, además las autoridades locales, las mil y una asociación
que proliferan en este país y en cuyos discursos y mensajes uno cree que ya no
puede existir en este país un caso como el que acabamos de evocar o incluso
menos.
Además, una verdadera y adecuada planificación familiar, en función de los
medios y conforme a la coyuntura socio-económica podrían desempeñar un
importante papel entre los que confunden su decisión con la de los demás.
Afortunada o desgraciadamente, el hombre no quería realmente vender a sus
hijas, sino simple e humanamente persuadir a las autoridades locales o racionalmente
a las asociaciones de la ciudad de la precariedad en que se encontraba. Una
manera como cualquier otra de protestar, responsabilizando al prójimo de los
propios errores, tanto más que, como revelo su esposa tenia muebles y tenia
hasta alfombras.
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