“Es la que esperaban todos los
demócratas adheridos a construir una sociedad basada en los valores de
libertad, paz, tolerancia, igualdad e incluso solidaridad entre todas y todos,
cualesquiera que sea su cultura, creencia o su origen”. Con estas sublimes
palabras saludó el alcalde del 2 distrito de Paris, Jacques Boutaut la decisión
de prohibición por la prefectura de policía de este distrito donde debía
desarrollarse esta tarde una controvertida manifestación que aspiraba a pedir
que se pusiera a los “islamistas fuera de Francia”, organizada por los
islamofobos de “Riposte laïque”.
Para este alcalde “la libertad
de expresión se detiene allá donde comienza el ataque violento hacia las
personas o un grupo de personas. El racismo no es una opinión”.
Virus y anticuerpo. El caos y
las providencias. El extremismo y el justo medio. El momento es una
sensibilidad espeluznante. Voces, himnos y apologías del odio y de la
animadversión. El mundo al borde de la fractura.
Los Dae’sh Pegida u otros
símbolos de la intolerancia contaminan el clima de la concordia y de la
coexistencia pacifica. El desafío es de talla. Detalla son las actitudes que se
deben tomar ante unos y otros.
Todos los extremismos
pertenecen a la misma ideología y a las mismas finalidades. Todas las
moderaciones a la misma filosofía y a la misma visión del presente y sobre todo
del futuro. El flagelo de la intolerancia es uno e indivisible, ya sea en
Siria, Irak o Francia y Alemania. Al final la victima es la paz social, la
convivencia entre los diferentes credos y el amor y la solidaridad entre los
diversos pueblos y naciones.
Conocidos sus impulsores, la
actual ofensiva contra el Islam no puede conducir a ningún lugar. Todos los
estadistas lo saben: unos lo denuncian, otros por el excesivo aprecio a la
función, opta por el silencio cómplice y una tercera categoría que sigue la
corriente, con la ambición de que le conduzca hacia donde desea.
¿Quién ataca y quién es
atacado? ¿Quién está detrás de tanta tragedia, de tanta abominación y de tanta
fobia, aversión y desprecio? ¿Hacia donde se dirige este extraño mundo en que
vivimos?
La clarividencia acabará por
prevalecer. Después de la tormenta vendrá la calma. Para ello, esperemos no
consentir irreparables danos y no lamentar un día que “hubiéramos podido
hacerlo si…”
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