Pocas horas después del relevo en el trono en Aragua
Saudita, los observadores se han puesto deshojar
la margarita geopolítica en la región y en el mundo y lo que el cambio puede
acarrear sobre la escena económica y de alianzas en Oriente Medio y en el
mundo.
Primer signo revelador ha venido de Estados
Unidos, cuyo presidente ha sido uno de los primeros en reaccionar a la muerte
del rey Abdellah, saludado “un valioso amigo y un sincero dirigente” que, según
el presidente Barack Obama ha tomado decisiones muy valientes en el proceso de
paz en Oriente Medio. “Estaba convencido de que las relaciones saudi-americanas
son importantes para la estabilidad y la seguridad en Oriente Medio y mas allá”.
En efecto durante sus 10 anos de reinado en el
reino petrolero, Estados Unidos y Arabia Saudita permanecieron aliados a veces
a expensas incluso de crudas criticas de algunos dirigentes árabes que veían en
esta alianza un “instrumento para garantizar los intereses estratégicos y económicos
de Estados Unidos a expensas de los de la nación árabe” en alusión al
incondicional apoyo de EEUU a Israelí y sus repetidas agresiones contra sus
vecinos.
Al día siguiente de los ataques del 11 de
septiembre, Estados Unidos y el mundo descubrieron con estupor que 15 de los 19
protagonistas de aquellos atentados eran saudíes, lo que había congelado las
relaciones entre Washington y Riad. Pero con la llamada iniciativa saudita de
reconocimiento de Israel, las relaciones entre ambos se han mejorado, ya
duraderamente.
No obstante, desde los recientes ataques
terroristas de Paris, el papel de Arabia saudita figura, aunque muy
discretamente, en pleno centro de las reflexiones y dilemas de la Administración Obama
así como de la comunidad de seguridad nacional en Washington.
Efectivamente la vertiginosa propagación del
neo-salafismo que constituye una seria amenaza a medio y largo plazo, parece, según
muchos indicios, comenzar a balancear la función estratégica cuando hace escasamente
siete anos, los lazos entre la promoción de esta doctrina extremista y la banda
de Al Qaida se veían en Washington generalmente como muy distantes.
El asesinato por el llamado “Estado islámico” de
un general saudi Oudah al-Belawi enviado a la frontera norte
del país para valorar la lealtad de algunas unidades juzgadas no fiables ha
vuelto a plantear la preocupación de Estados Unidos en cuanto a la progresión de
las ideas del “EI” en algunos sectores de la institución militar saudita. “El
ataque contra el general, revela una fuente de la inteligencia americana al
diario francés Le Figaro, estaba muy bien planificado, fundado en informaciones
precisas comunicadas desde el interior del ejército”.
Sin embargo, dependiendo del petróleo saudi y vinculados
a su relación con la familia real, los americanos vacilan y van a vacilar a poner
en tela de juicio su alianza con Riad, prefiriendo incluso, según fuentes
fidedignas, mantener secretas las infamaciones que poseen en torno a una
presuntas relaciones de algunas personalidades saudíes en el apoyo del terrorismo
en la zona y fuera de ella.
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