Según un sondeo de “JDD” el 42% de los franceses afirman que se debe “evitar la publicación de caricaturas” como las del semanario satírico francés “Charlie-Hebdo”.
42% que sumado a la abstención y a los sin
opinión puede ser el 50 e incluso muchísimo más. O sea: la mitad de los
sondeados, pero no importa porque el problema no es To be or not to be, sino
las falsas interpretaciones de las leyes nacionales e internacionales y, lo que
es infinitamente mas grave, los valores morales.
El célebre humorista francés Diudonné, por
ejemplo ha sido traducido ante la justicia acusado de “apología de terrorismo”
solo porque se le ha ocurrido ironizar que se sentía “Charlie Coulibaly”.
Pero (en esta controvertida cuestión de la
interpretación de la libertad de expresión siempre hay muchos peros) los hay,
como la abogada Agnés Tricoire, de la
Liga de derechos humanos, que ven que “si Diudonné ha sido
condenado en muchas ocasiones, fue porque deja de estar en la caricatura y el
humor. Esta en la diatriba política”.
Diudonné ha sido perseguido muchas veces, pero a
menudo absuelto como en el 2004 cuando afirmo: “Prefiero el carisma de Ben
Laden al de Georges Bush”.
O sea: que en Francia y en muchos países
europeos, ironizar sobre Bush es infinitamente mas grave que ofender e injuriar
al Profeta Mohammad (SAS).
También beneficio el humorista galo en el 2005 a raíz de un skech en
France-3 al lanzar “Isra-Heil”. Lo que es, además de inteligente, real y
verídico, bastaría por ver cuantos palestinos ha matado, encarcelado/encarcela,
cuantas lagrimas ha derramado y cuantos hogares de inocentes familias ha
destruido sin piedad.
Contrariamente a lo que afírmale primer ministro
francés, Manuel Valls, en Francia la libertad de expresión es poder decir “soy
Charlie” y delito afirmar que “no soy Charlie”.
El propio “premier” francés lo explicó a su
manera y en función de sus intereses políticos y de su presidente: “Hay cierta
diferencia entre la libertad de expresión y los delitos como el racismo, e
antisemitismo, la apología del terrorismo, el negacionismo etc.”. Todo,
absolutamente todo elaborado exhaustivamente conforme a una visión que nada
tiene que ver con el Islam y los musulmanes.
Efectivamente, la libertad de expresión permite a
todo ciudadano expresa sus ideas con, no obstante, limites impuestos por la
ley.
“El ejercicio de estas libertades comprende deberes
y responsabilidades que deben estar sometidos a algunas formalidades,
condiciones, restricciones o sanciones previstas por la ley”.
No obstante, cada vez que se habla de de la libertad
de expresión se cita la primera parte de una ley y se descuida el resto.
El articulo 11 sobre el concepto de libertad de expresión
consagrado por la Revolución
francesa dice: “Todo ciudadanos puede, pues, escribir, imprimir libremente,
salvo en lo que concierne al abuso de esta libertad en los casos determinados
por la ley”.
La ley Gayssot del 13 de julio de 1990 estipula
entre otros:
“Toda discriminación fundada sobre la pertenencia
o la no pertenencia a una etnia, una nación, una raza o una religión esta
prohibida”.
La génesis de esta libertad de expresión (la ley
del 29 de julio de 1881) anuncia como primeros límites a la libertad de expresión:
la injuria, la difamación, la calumnia, la incitación a la discriminación (racismo,
antisemitismo, homofobia) al odio y a la violencia.
De donde todo es relativo o lo relativizan. Se ha
emprendido, desde hace lustros, una carrera contra reloj para elaborar una
jurisprudencia inherente de condenar
cuando se injurie a lo propio y absolver cuando se ofenda al prójimo.
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