4 años después de la revolución del Jazmín, los
tunecinos votan hoy (domingo 21-12) para elegir a su presidente.
Un escrutinio que constituye la ultima etapa en
la instauración de un régimen democrático en Túnez.
En la primera vuelta (el 23 de noviembre pasado),
recordémoslo, Essebsi obtuvo el 39’4% de los sufragios contra el 33’4% para
Merzouki. O sea, menos de 200 000 votos de diferencia. La participación
había rozado los 65%.
Se trata, como lo describe esta mañana “L’OBS”,
de una extraña opción entre el voto para salvar al país (Bejji Caid Essebsi, 88
años) o para salvar la revolución (Al-Moncef Marzouki 69 años). Ambos se
autodefinen como el pastor que quiere salvar el rebaño contra la…tempestad.
¿Qué tempestad?
Para contestar a esta pregunta se debía asistir a
un debate entre ambos, lo que uno y otro ha hecho lo posible para no llegar
hasta allí, limitándose los dos candidatos a “ideas” y “contra-ideas” en la
prensa interpuesta.
El primero es favorito de esta segunda vuelta de
estos comicios presidenciales en un país donde la incertidumbre electoral es
casi total, con mayorías silenciosas
(jóvenes, parados, reformadores etc.) e identidad de discursos electorales,
todos apuntando hacia nuevas eras, de donde el peso de la abstención podría
proclamarse en estos comicios como protagonista principal.
Los cerca de 5 300 000 electores tunecinos,
únicos en el mundo árabe que han sabido evitar los escollos y administrar esta
libertad con un Estado que ha optado, con una sociedad civil dinámica y un
sentido de compromiso que ha demostrado sus virtudes al poner en pie una
excelente Constitución.
Desde su revolución en el 2011 que había
constituido el embrión de lo que se ha dado por llamar “Primavera árabe”, Túnez
se ha distinguido por su preocupación de compromiso, contrariamente a Libia o a
Egipto, donde el derrocamiento de sus respectivos dirigentes autocráticos ha
abierto periodos de confrontaciones viollenctas y de caos.
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