Contrariamente a lo que muchos analistas y expertos energéticos creen, la
actual y espectacular baja del precio del barril del crudo en la totalidad de
los mercados mundiales no constituye una presión únicamente sobre Rusia o Irán,
sino también Estados Unidos donde la baja significativa del petróleo afecta
directamente la explotación americana de gas de las rocas bituminosa. El tercer
petrolero americano ha revisado hacia la baja sus inversiones de uno 20% para
el ano que comienza la semana próxima a fin de reequilibrar sus gastos en previsión
de una rentabilidad menos de lo que se prevé.
En el seno de la OPEP,
como fuera de ella, Arabia Saudi sigue siendo el “swing producer” de la producción
mundial de petróleo.
Con o sin a cuerdo secreto con Estados Unidos e independientemente de su
efecto extremadamente positivo sobre la economía de la inmensa mayoría de los países
del mundo (para muchos, como Marruecos constituye un providencial balón de
oxigeno), la sensible baja del precio del barril se está convirtiendo en una auténtica
ruleta rusa.
Sin embargo, Arabia Saudita, calificada a menudo como un “incondicional” de
Estados Unidos, puede parecerlo pero también puede no serlo. Los hay quienes
estiman incluso que se subestima el vínculo de dependencia sobre la escena
geoestratégica entre RIAD y Washington.
Mejor y más complejo: la potencia militar y diplomática de Arabia Saudita
actualmente puede incluso prescindir del “socio” americano. Lo que, con otras
palabras se traduce en el, aun desmesuradamente abstracto, hecho de que el
actual precio del barril del crudo puede significar el comienzo del fin de una
era y el comienzo, a corto plazo, de otra en Oriente Medio y a través de él en
el mundo: una alianza egipcio-saudita, que se está tejiendo al amparo de la curiosidad
de muchos, un pos-“revolución” siria
objeto de interminables “tiras y aflojas” pero que todo apunta hacia la posibilidad de
un, no muy lejano compromiso regional e internacional y una visión a medio
plazo de lo que debería ser el Próximo Oriente, estrenando nuevas formulas,
distintas y distantes de lo que Estados Unidos, Israel y muchos otros aliados
occidentales han ensayado infructuosamente hasta ahora.
Es decir, indicios de una nueva era…
La llamada “Primavera árabe” quedo atrás con sus cuantiosos estragos y un
mundo árabe al bordo del colapso e infarto.
A la luz del impacto de la baja del precio del petróleo se debía adoptar
una nueva estrategia con nuevos dragones medí orientales, una nueva realidad geopolítica
regional y un liderazgo que no debe depender de nadie aunque fuese compartido
(con Irán).
En Irán soplan vientos de realpolitik y de pragmatismo geopolítico: se ha
podido descubrir que la baja del precio de petróleo no es suficiente como arma contra
Rusia, cuyo rublo se ha restablecido cuando menos se creía y que en Irán, la “conspiración”
petrolera ha transformado al país, reconvirtiéndolo en una constante inspiración
de nuevos recursos.
Las próximas semanas o meses podrían ser decisivas para unos y otros. En
espera, los que no tienen más que petróleo van a tener que aceptar muchas
concesiones… más que dolorosas.
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