Miles de personas han
manifestado ayer (sábado 13-12)), entre ellas los miembros de las familias de
Muchael Brown, Eric Garner y Tamir Rice, los tres matados por policías blancos,
para pedir justicia.
Organizada por iniciativa del
pastor Al Sharpton, figura emblemática de derechos cívicos en Estados Unidos,
esta manifestación que instaba a un a justicia para todos (Justice for all) se
desarrolló en Washington ciudad simbólica por haber recibido muchas otras grandes
marchas por los derechos cívicos y exigía justicia para los tres ciudadanos de
color matados por policía blanca y justicia para todo el mundo (blancos y
negros).
Esta manifestación como las
que se desarrollaron en otras ciudades de Estados Unidos despierta el espectro
del racismo en estados Unidos y tiende a sensibilizar a los americanos de que
sin justicia no puede haber paz.
En un simbólico gesto de
“buena voluntad” los manifestantes lo hicieron de manera pacifica, dirigiéndose
a al Capitolio, sede del Congreso.
La marcha de Washington y las
de las demás ciudades americanas, especialmente la de Nueva York vuelven a
colocar al frente de las preocupaciones de los americanos de color y de los
americanos en general, la problemática del racismo y la imperiosa necesidad de
poner fin a lo que se llama en Estados Unidos “policías asesinos”, en alusión a
los tres policías que mataron a ciudadanos de color y a la justicia con dos
velocidades, habida cuenta de que los tres policías han sido absueltos por la
justicia del país.
No obstante, más allá de su
carácter puramente cívico y exclusivamente americano, los actos de los tres
policías, sus victimas de color y la actual coyuntura que se vive no solo en
Estados Unidos, sino también en muchos otros países de Europa, respecto a la
gente de color, a los que no son americanos o simplemente los emigrantes, en el
caso de Europa, plantea la necesidad de un nuevo orden social que supere la retórica,
hasta ahora enarbolada en todo el mundo para con este flagelo de la xenofobia y
el racismo.
La actitud de las autoridades
americanas para con algunos de sus ciudadanos, deben imponer el debate sobre su papel respecto a los
demás pueblos del mundo, a sus alegaciones de defensa de las libertades y de
derechos humanos sus fronteras hacia fuera y su consiguiente legitimidad de
armar, financiar, lanzar y teledirigir a lo que llama, cuando quiere, “oposición
moderada” o cuando no quiere “grupos
terroristas”.
Y es que, quien se comporta mal
con su propio pueblo, difícilmente puede comportarse mejor con el prójimo.
La justicia es una e
indivisible.
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