« ein ende mit schrecken ist besser als ein schrecken ohne
ende »
(Más
vale un fin sin angustia que una angustia sin fin)
(Proverbio
alemán)
V
Rime volvió a tener dificultades de
respiración. Pero esta vez Omar no estaba para consolarla.
-
Rime, hija mía. Escuché tu respiración desde la calle vecina.
-
Pues debes tener oídos absolutamente extra-naturales.
-
No. En serio. Debes volver a ver al Dr. Duaso.
-
Papá. Además de que en Tetuán sólo existe actualmente el « Pasaje
Duaso» el pobre doctor era un generalista. Era, porque se murió
hace un montón de años.
-
Lo único que yo sé es que Brycaline y Microfiline ya no te sirven para
nada.
-
Te prometo papá que mañana iré mucho mejor.
-
Si ves un doctor, enlazó casi espontáneamente su padre.
Sin saber por
qué, Omar le parecía ahora un recuerdo lejano.
-
Dios mío, se quejaba, por qué no me lo dijo. El error es humano. Yo
conozco a Omar. Si no me lo confesó es porque debe haber sido inevitable.
No era una nubecilla de verano. Era, como solía ironizar Khalid cuando
comenzaba sus bromas pesadas, el comienzo de una ruptura anunciada.
Rime
barajaba las eventualidades cuando su padre y los que nunca se cansaron de
«llamar» su atención sobre el «hijo del
conserje » se enteren ahora de que
Omar es padre de una niña de dos años de una valenciana que se llama Mayte que
le dejó porque...
Sin motivo,
se acordó de aquél violinista, que de artista pasó a ser mendigo y que ella,
cada vez que lo encontraba en el autobús de Martil se pasaba todo el trayecto divirtiéndose
con amalgamas entre el arte y mendicidad.
Era un señor de aspecto descuidado.
Nunca se fijaba en nadie… ni en nada. Pagaba su boleto y una vez en el vehículo
sacaba su magnífico violín, objeto de mil leyendas, fruto de la fértil
imaginación tetuaní, y se ponía a tocar… música clásica: Mozart, Chopin, Wagner
etc. que, a menudo, los improvisados viajeros difícilmente podían entender ni
apreciar. Sin embargo el hombre tenía imán. Todo el mundo, unos más que otros,
le daban limosnas o, como a Rime le gustaba llamar, pagaban el culto espectáculo.
-
¿Qué historia arrastra este hombre? Se preguntó en un súbito
sobresalto de interés por este extraño
personaje envuelto en mil misterios.
-
Sus elegantes movimientos
constituyen un indicio.
Una edad para amar... otra para pasar la vida
preguntándose por la amargura o la
dulzura que puede causar este amor.
De repente se acordó de Omar,
poniéndose a imaginar el aspecto bohemio « casi de un loco » como
decía Khalid. Pero, conociendo a Khalid, sabía y esperaba que «aquello» fuera
una referencia absoluta, aunque su, hasta ahora, lírica ruptura le estaba
enseñando que, como la
Amazonia, el amor sincero y verdadero es una providencia…
envenenada.
-
Si Egipto es un obsequio del Nilo, pensó irónica, lo nuestro fue una
liturgia, apacible y descompuesta a la vez.
Rime
conocía perfectamente los parámetros de su desafío. Pero difícilmente podía
comprender aquella «discreción
altiva », como le gustaba calificar.
-
¿Cómo lo iba a saber yo, si ni siquiera le ví fruncir las cejas? Se
preguntaba furiosa cuando buscaba pretextos.
Se
equivocó al imaginar que se puede superar la edad en que se puede cambiar de
carácter. Por ello, ahora le dá la impresión de que es un jinete que se cayó de
su montura pero que el caballo seguía cabalgando.
¿ Seducida e inexorablemente traicionada ?
-
¡Ni hablar! respondió. Simple agresión a mi inteligencia, añadió.
Sin embargo
tenía por primera vez en su vida, un sentimiento precoz e intuitivo de que todo
iba a desembocar en un desconocimiento e ignorancia cuando no desprecio e
indiferencia.
Taciturna
pero decidida, trataba de descubrir fórmulas alternativas para «invertir» su
tiempo y su imaginación.
-
Un crimen de lesa majestad.
-
¿ Crimen? ¿ Qué crimen?
-
Lo del pequeño bosque de la desembocadura del río.
-
¿ Qué le pasa?
-
Lo masacraron con una salvaje urbanización. ¡Imbéciles! Como todas las
autoridades locales nunca lograrán comprender y menos aún satisfacer las
verdaderas necesidades de la población que recuerdan sólo durante y antes de
las elecciones.
-
Pero… Rime. ¿Qué mosca te ha picado, hija mía?
-
Sabes papá. Junto a «Lamida » se trataba del pulmón de Martil.
-
¿Y qué?
-
Nada. Nada. No ocurre nada. Que hagan lo que quieran. Son los más
fuertes, más listos y poderosos.
-
No se trata de esto. Yo nunca dije esto. A mí no me preocupa ni me
interesa quién es el teniente de alcalde, el concejal o su presidente y quién
puede serlo con estas u otras elecciones.
-
Papá. No sabes lo que dices. Es de una gravedad extrema. Créeme, debes
preocuparte. Debes saber quién es el concejal, su presidente y quién lo puede
ser mañana o pasado. Debes saber lo que hace-hará, por qué lo ha hecho o lo
hará y por y para quién lo haya hecho o lo vaya a hacer. Esto se llama valorar
tu voto. Tú eres un contribuyente. Él o ellos nos pidieron nuestros votos. Nos
suplicaron votar por ellos. Nos prometieron una mejor gestión de los asuntos de
nuestra localidad. Pues… ahora deben cumplir. Si no, los debemos rechazar,
criticar y denunciar.
-
¡Corten! Magnífica ilustración del ejercicio cívico. Oye, Rime ¿Por
qué no te presentes a las próximas elecciones?
-
Quién sabe. A lo mejor. Pero,
por ahora la idea no me seduce ni forma
parte de mis proyectos a corto plazo.
-
Como, por ejemplo, casarte...
Lo de «casarte» tuvo el efecto de un jarro de
agua fría.
-
Casarme, casarme. ¿Con Quién?
Por ahora lo que más la intrigaba es una buena explicación de Omar. ¿Por qué? ¿Qué es esta fuerza
que pudo alterar las coordinadas de una función establecida para siempre?
Pensaba tanto
que, a veces, le daba la impresión de perder la razón. Sin embargo conservaba
serenamente la suficiente lucidez como para jurar no perdonar nunca si no hay
una buena razón…una explicación que tardaba en llegar y un silencio que
incitaba al error y al…pecado.
Nunca se
había fijado en Nabil. Lo vio
tantas veces en casa y fuera de ella, pero esta vez le parecía otro. Más apuesto, más elegante y
menos necio aunque atractivamente taciturno. Y a pesar de que Hadj Ali era el
mejor amigo de su padre, cada vez que llamaba a éste tío le daba ganas de reír
a carcajadas.
-
¿Has visto a Nabil? La pregunta olía a trampa.
-
Si, papá, respondió, correspondiendo a la picardía paterna. Ha
cambiado tanto.
-
¿En bien o en mal? Insistió con interés y sutileza infantil.
-
Los dos. Pero el primero más que el segundo.
-
¡Hombre! Es normal. Pero no puedes negar que está hecho todo un
señorito... todo un ginecólogo. Debes ver su clínica.
-
¿Por
qué? Si no me quejo de nada… por ahora.
-
Eso,
por ahora.
-
Qué insinuas papa.
-
¿Prefieres que te haga un dibujo?
-
Creo que no.
Rime se dio cuenta de que era la primera vez en que contemplaba la
posibilidad de discutir la posibilidad de una vida conyugal con otro...
-
Es triste, dijo entre los dientes. Creo que algo se está moviendo.
Los días se encargaron de
responder.
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