« ein ende mit schrecken ist besser als ein schrecken ohne
ende »
(Más
vale un fin sin angustia que una angustia sin fin)
(Proverbio
alemán)
III
Dicen que
tener esperanza es soñar despierto.
Omar ni tenía esperanza ni soñaba nunca
poder descifrar este crucigrama en forma de carácter injurioso casi insultante
que trataban los pequeños y adultos tetuaníes a «Htic-Htic, balac n, kass», un honesto enano que transportaba
material de cocina a menudo sucio destinado a las fiestas.
Debió ser una mujer la que le dio
este extraño nombre, le comentó Rachid un día cuando, sin saber por qué, se
pusieron a analizar la vida y « obra » del pobre camalo.
-
Puede ser porque la segregación
no tiene sexo, respondió Omar.
-
¡Ojo! No te equivoques. La cuestión tiene su aspecto positivo.
-
¿ Ah si ?
-
¡ Caro amigo !
-
Qué
quieres decir, Rachid.
-
«Htic-Htic,
balac n, kass», significa, como sabes, atención transporto material sucio o algo
parecido. Pues fíjate, Omar, el pobre hombre hubiese podido optar por la
mendicidad. ¡Qué va! En esta ciudad… en
Tetuán no caben los mendigos. Nadie mendiga o por lo menos ningún
tetuaní de pura cepa o de adopción ha mendigado nunca. No es el caso de las
demás ciudades del país. Aquí, el trabajo por más discapacitado que sea uno,
constituyó siempre una auténtica cultura…
Mientras que Rachid hablaba,
Omar se perdió en imágenes de una infancia vivida entre la frustración y la
consiguiente sed de capacidad y poderío para dilucidar aquella Comedia
Divina que nadie escribió.
-
.. De tal modo, Omar que… ¿Me sigues?
-
Perdón Rachid... me perdí en...
-
En tus alucinaciones...
-
Eso, en mis alucinaciones.
-
Decía que Tetuán y los tetuaníes protegieron siempre a los suyos en
situación precaria: El Comedor de Derb
L. Khadem, la oficina de Fendaq Lebbadi[1] y un largo etcétera.
-
Una solidaridad muy segregacionista y muy contestable, le cortó Omar.
-
No
digo lo contrario.
¡Parece mentira! Pensó Omar.
Era la misma
conversación, mismo tono y las mismas conclusiones.
« Todos
deben haber leído " Elogio de la locura " de Erasme » pensó
sonriendo, recordando el día en que Rime, con una audacia provocadora le
comentó que Tetuán no es la única ciudad del mundo donde el fructífero
partenariado se transformó en una inaceptable subordinación.
-
Intereses categoriales, había
replicado entonces.
-
No lo creo, le cortó Rime
-
¿ Ah no ?
-
Digamos que es el reflejo de una sociedad que crea ideales.
-
Vamos a ver. ¿Ideales, qué tipo de ideales es capaz de crear esta
sociedad?
-
Se está haciendo tarde, se limitó a decir Rime mirando la hora.
Las caricaturas habituales y el
continuo y acrobático cambio de rumbo en las conversaciones callejón sin
salida. Un desmesurado ardor de salvaguardar las apariencias a pesar de lo que
los dos llamaban «derecho a discrepar».
Amplia y comprensiva visión de quienes
nunca dejaron traslucir ningún signo de cansancio o fatiga en su
concepción de divergencia.
Dio un
sobresalto cuando escuchó la voz de Rachid, de
quien se olvidó y que seguía hablando.
-
Conoces la historia de Salvador Dalí con Picasso?
-
Pues... la verdad, no, respondió Omar despertándose.
-
Escucha: encontrándose en Francia, Dalí visitó a Picasso en su estudio
parisiense donde estaba dando los últimos retoques a su, desde entonces,
legendaria «Guernica ». Dalí se
quedó mirando un rato el cuadro recién acabado y…de repente preguntó
irónicamente a Picasso.
-
¿
Lo has hecho tú?
-
No, vosotros, le respondió espontáneamente sin dirigirle la mirada
Picasso.
-
O sea que Dalí « facha » como le tildaban le preguntaba por
el cuadro y Picasso vanguardista que era le contestaba por la masacre pintada.
-
¡Claro! Se refería al bombardeo de la localidad vasca.
Antes incluso de terminar esta última
puntualización, como si de un túnel del tiempo se tratara, Omar volvió a ser
absorbido por el recuerdo de la conversación con Rime, cuando con un tono menos
pasional, le advirtió que, sin precaución, lo de «solidaridad segregacionista » suena como un esoterismo.
-
Ya sabía yo que volverás al tema, recalcó entonces Omar sin suspense
pero en forma de un reto.
-
¿
Tema, qué tema?
- Es una
forma de xenofobia. Discreta, eso si, incluso disimulada pero xenofobia al fin
y xenofobia al cabo. Se quedó callado un instante. Levantó la cabeza en un
gesto de predicador que da trigo y le preguntó: ¿Sabes Rime?
-
Dime.
-
Cada vez que pienso en todo esto me pregunto por qué la oligarquía de esta ciudad ha barrido todos
los escrúpulos.
-
Omar. Mi querido Omar. Ni segregación ni xenofobia. Solidaridad. Esta
gente da a todo el mundo.. a unos más que a otros. Es lógico aunque es verdad que tiene cierta preferencia por el
propio más que por el extraño pero es normal.
Es legítimo. Casi un derecho, esta última frase la dijo en voz muy baja,
casi masticando cada sílaba.
-
¿Por qué?
- Porque si hubieran optado por
más libertad, más igualdad y por más fraternidad no serían hoy marroquíes,
correspondió con otra sonrisa a Omar y prosiguió… y si hubiesen procedido a dar
limosnas a diestro y siniestro Tetuán... su Tetuán... nuestra Tetuán
seguramente no habría tenido ahora menos mendigos que el resto del país.
Ni
perplejo ni indignado, Omar que seguía con la mirada convergida hacia el reloj
de la iglesia de la Plaza
Mulay El Mehdi,
respondió con un austero pero afirmativo « tal vez ».
Rachid y su
sabiduría volvieron a ser pasto del olvido.
El verano tetuaní nunca había sido tan
hospitalario. Se circulaba dando codazos. Una mezcla de diferentes acentos y
modales daban a la ciudad el aspecto de uno de los pasillos de Naciones Unidas.
De pequeño lo
había escuchado mil veces. «Levanta un pie », le reprochaba su padre asimilándole a un perro,
cuando le sorprendía orinando en la calle. Sin embargo esta vez, sin saber por
qué, reía desenfrenadamente.
-
Lo indican todo sin pronunciar el nombre del indicado, murmuró.
Por más racional que fuese toda lectura
de los movimientos de esta excepcional sociedad, resulta un comportamiento
crítico, inherente de convulsionar la actitud común o por lo menos de la
abrumadora mayoría.
Ni invectiva ni argumentación. Simple
constatación de quien, como él, vivió sometido a continuos ultumatums sólo
porque se negó a crucificar el amor. Ahora se preguntaba quién dió a esta gente
el derecho de veto.
-
Un derecho concedido por el
poder exorbitante que arrebataron en nombre de una moral permisiva. No. Nunca
cambiaré de parecer: Esta gente es como los zapatistas: no quiere el poder del
Estado, en este caso de todos los habitantes, sino el poder y punto, pensó.
Las tres y cuarto de la tarde durante los
veranos en Tetuán siempre fue una « Eterna comedia ».
El sol, el sofocante calor y la humedad
sumados a la sensación de que se está a dos pasos de las mejores playas del
universo invitaban insistentemente a buscar refugios.
Omar no lograba decidir. Durante largos
minutos deshojaba la margarita: «cojo el autobús y me voy a Martil ».
« No, mejor ir a uno de los cines de Tetuán ».
Hacía una eternidad que no estaba en uno.
« Una auténtica metamorfosis », exclamó. El «Cine
Español » había cambiado tanto…« se diría que no pudo resistir a la
tentación tercermundista ».
« Aquello» era otra cosa. A excepción del
exorbitante precio nada indicaba que aquél « Teatro Español » era el
lugar donde años atrás se «refugiaba » con Rime al amparo de la curiosidad
de los chivatazos y de la persecución «ciudadana ».
Se quedó un instante observando los mal cuidados techos y muros pasando por su mente aquél día…
-¿Qué haces aquí Omar?, Le había preguntado un
vecino quien no paraba de buscar a Rime.
-
Lo mismo que está haciendo Usted Don Reduan, respondió inquieto de que
aparezca Rime que se fue un instante al aseo.
-
¿ Estás sólo ?
-
¿ Por qué ?
-
Porque te conozco…
-
Señor…
-
¿No has visto a Rime?
-
¡Será posible!
-
Nunca comprenderás. Lo que intento es que no cometas otra tontería.
-
La única tontería que cometí hoy fue cuando le saludé.
-
¡ Desdichado !
-
Sabe lo que le digo ¡Vete a tomar por culo!
Observó el fieltro rojo del tarbuch[2] de Si Reduán, giró sobre sus talones y
fingió salir del cine.
Casi en el vestíbulo volvió la
cara buscando a Rime, que salía del aseo.
Afortunadamente Si Reduán había entrado a la
sala de proyección.
No vieron la película.
Ahora había menos suspense, más
libertad pero infinitamente menos placer de encontrarse en el «Teatro español».
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