« ein ende mit schrecken ist besser als ein schrecken ohne
ende »
(Más
vale un fin sin angustia que una angustia sin fin)
(Proverbio alemán)
Sin real ambición, los martilléennos de pura cepa, que ya quedaban pocos
pasaban los meses de junio, julio y
agosto en idas y venidas en espacios imaginarios segregados por su fértil imaginación.
La élite local, los Tadlauis,
Kauya o M’jahed fue arrastrada por una urbanización a ultranzas y la
consiguiente especulación. La nueva generación de la « burguesía » de Tetuán,
formada en, como decía Buya Haji, «Vuestra Señora del Pilar » se encargó luego
de la estocada, creando, con su fiebre de construcción, una inconfortable relación indígena-veraneante.
Tanto Rime como Omar echaban de menos a aquél legendario «paseo» testigo
ocular de infinitas travesías de la infancia hacia la juventud y de cierta
música que procedía de aquél inolvidable Bar
Playa, auténtica institución colonial pero fiel reflejo del grado del
avance de la localidad durante toda una época.
Desde uno de los rincones de la terraza de Sol y Mar los dos observaban, no sin una triste nostalgia, cómo
este paseo se fue apagando y cómo esperaba impacientemente el amanecer para
lucir los pocos encantos que aún le quedaban.
-
Todo ha cambiado, dijo ella
-
Todo
debía cambiar, respondió él.
Reflexión y réplica: la llave que abre la singularidad de una época que se
regenera.
-
¿Te acuerdas Omar?
-
«
Diles que me entierren en la ladera de Grura[1] »
-
No digas más.
-
Sigues
detestando las direcciones desconocidas.
-
Si.
Era alucinante. Usabas y abusabas de términos póstumos. Nunca te pregunté por
qué.
-
Viví
con un miedo atroz de perderte un día. Era cruel. Prefería acostumbrarme a lo
póstumo.
En efecto. Todo debía cambiar y no
cambió o por lo menos en el fondo. Los mismos vendedores ambulantes, la misma
oscuridad menos romanticismo y más atrevidos con derechos y privilegios. El
«Paseo», otra auténtica institución veraniega para todos los que sintieron un
día una tentación de «ligar» fue cruelmente desplazado sin ninguna oración
fúnebre.
Hijo de la asistencia pública, Omar prefería toda época pasada.
-
Sino
podemos respetar la letra de una conducta decente por lo menos consideremos el
espíritu original de esta tierra.
-
Los
de esta tierra y tú lo sabéis mejor que yo: cambiáis de espíritus como de
calcetines.
-
Entonces, muy pocas veces.
-
Eres un exagerado, Omar.
-
No.
Lo que pasa es que me irrita este libertinaje.
-
Afortunadamente
el protocolo 6 de la
Convención europea de derechos humanos prohíbe la pena de
muerte, ironizó Rime.
-
...
En tiempos de paz, corrigió Omar.
-
Estamos
en tiempos de paz y de vacaciones.
-
Que Dios les perdone.
-
Eso...
Sin límites ni formalidad las conversaciones entre los dos recién
reencontrados terminaban, como siempre terminaron, con una nota de satisfacción
en forma de acuerdo.
Atrás quedaban como sombras vistas de muy lejos las mozas de la
aristocracia tetuaní en pequeñas manadas, expropiando todo el campo de las
libertades de los demás en un Martin-Martil aún al compás de la España de pandereta.
- Afortunadamente el mar sigue igual.
-
¿Tú crees?
-
Bueno...aparentemente.
-
Los
balseros son otros y la dirección también.
- La
historia se repite de manera inversa.
- Lo de dirección es un substituto
circunstancial pero es la misma historia... que se repite y se repetirá.
-
Qué audacia. Qué fertiliza de imaginación ¡A propósito! Un amigo español
de Tánger me contó ayer que una familia española de esta ciudad llegó a las
costas marroquííes en 1939 en
una patera.
- Bueno, en Tánger porque estaba entonces bajo el régimen internacional
pero muchas otras familias andaluzas se fueron a la parte bajo protectorado
francés, hasta Rabat, donde vivieron en el barrio Océano o Casablanca en las
diferentes arterias de la capital económica marroquí.
- Comunidad de destino. Ayer eran ellos. Hoy
somos nosotros.
- Por diferentes razones y en diversas
circunstancias.
- Y desigual acogida.
- Es otro cantar.
La fluidez de las conversaciones
entre Rime y Omar parecía esponjar el reciente periodo tumultuoso y de paso
constituir una entretención respecto a la excepción que acaban de vivir. La
imponente presencia del pasado revelaba involuntariamente la voluntad de saltar
sobre la duración de la separación y todas las espinas en la garganta a pesar
de que, entre verdad y verdad, Rime no olvidaba nunca de recordar que «un
pueblo que olvida su historia está condenado a volver a vivirla»[2]. Diálogo de sordo
mudos.
-
Siempre
es injusto morir a los 20 años.
-
¿Por qué lo dices?
-
Porque
evocar el pasado es vivirlo... padecerlo... sufrirlo.
-
¿Tú crees?
-
Creo
que acabo de desperdiciar otra buena oportunidad de callarme.
-
No
quiero hacer otra pregunta.
-
Mira Rime....
Omar se tragó la lengua. Trató de decir algo. Se asfixió.
Se quedó un
instante mudo, sudando. Un instante que duró una eternidad.
Rime sabía que aquello era una atroz
tortura. Sabía también que era la excesiva emoción que descompone la reflexión.
El espléndido tiempo de aquél comienzo de
verano martileño no contribuyó esta vez a un feliz desenlace. Ante la cruda
necesidad de un destape intelectual, Omar comenzaba a dar la impresión de
masturbarse... fingir verdades...imaginar situaciones.
-
Omar...Omar.
-
Si, Rime.
-
Tienes
razón. No es necesario ver atrás.
Rime no
comprendía cómo perdió Omar su habilidad dialéctica de antaño.
-
Lo
que pasa, Rime, es que en Marruecos la sociedad evoluciona infinitamente más
rápidamente que los textos de ley.
-
Argumento
mezquino, contestaba Rime con una inteligente sonrisa.
-
Pero
moralmente excusable, puntualizaba con picardía infantil Omar.
Amor que parecía amistad. Amor
verdadero. Esperanza y sueño. A los dos nunca les faltó la audacia de expresar
su disgusto por el zapping
amoroso. «Una auténtica ignomia», según
Rime. Pero ahora después de un paseo, sin pasión...por otros horizontes, ambos
reconocen con deportividad e ironía que se dejaron consumir por una enigmática
pasión venenosa de explorar otras latitudes. Infracción inconciente.
La manera de actuar como si respondieran a una trasgresión, la xenofobia
sentimental, a puerta cerrada de unos, los reflejos pavlovianos de otros y un entorno
eterna y extrañamente indomable constituyen ahora la expresión que traiciona la
pobre opinión sobre la venganza de quien nunca la tuvo ni...la puede tener.
Rime sonríe ahora cuando recuerda
que, de pequeña, solía llamar a su hermano
Yunes «bombero pirómano».
-
Mereces
mucho más que el hijo de un conserje, le había dicho
una vez.
-
Y tú
infinitamente menos que el hijo de un consejero, le respondió con una sonrisa
cómplice.
Ahora estas referencias resultaban más deslumbrantes tanto que a Rime le
gustaría decirle ahora a su hermano que «todos fuimos víctimas hitchcokianas de
una época».
El pasado repercutía sanamente en el presente y ambos no perdían nada de
su, aunque incómoda, útil frescura y originalidad.
-
No es
que Tetuán se convirtió de repente en más tolerante, le explicó Rime a Omar
cuando éste le expresó su inquietud ante tanta resignación.
-
Sigo
sin comprender. Francamente ¿Te parece normal?
-
Si. Absolutamente. Aquí, querido Omar, muchas
cosas han cambiado.. muchas, menos la mentalidad. Aquí siguen pensando como lo
hicieron siempre o peor.
-
Sin
embargo la actitud de la mayoría de la gente es, cuando menos, diferente.
-
La
actitud ante un determinado fenómeno social. Tal vez. Ante la evolución de modo
global. ¡Ni hablar!
-
¿Por
qué eres tan categórica?
-
Pruebas a mano. Mira Omar. La semana pasada
vino una señora con su hija que se cayó de una bicicleta. La niña estaba
sufriendo horriblemente de no sé cuantas fracturas. Entonces le recomendé a la
señora llevar a la pequeña a urgencias del hospital Saniat Ramel. Me respondió espantada que no ¿Sabes por qué?
-
Pues... no.
-
Porque
sólo le preocupaba el himen de su hija. Para ella el resto era..
-
Recuperable.
No así la virginidad de su hija. ¿No es así?
-
Exactamente
y se puso a suplicarme examinar a la pequeña.
-
Y...
-
Le
dije que el himen estaba intacto pero las dos piernas rotas. ¿Sabes cómo reaccionó?
-
Me imagino.
-
Recitaba
religiosamente Al Hamdulilah[3] mientras que la niña gritaba de
dolor y estaba entre la vida y la muerte.
Gente normal. Gente sencilla. Gente que pasa,
sin saberlo o sin querer saberlo de injusta a criminal. Todo, como diría
Winston Churchill al calificar a la difunta URSS «un secreto dentro de un
misterio, envuelto en un enigma». Sin sentido de la medida y temblando ante interpretaciones simplistas
adquiere, a grandes rasgos, una lógica aritmética, perdiendo a troche y moche
su inteligencia práctica.
El himen y lo que representa. Sin el
cual tanto la víctima como el victimario están expuestos a las más variadas y
sofisticadas vejaciones.
... Y se pasan la vida hablando de
la igualdad, del pluralismo y de la tolerancia.
Todo un Gulag ideológico. Rime y
Omar eran concientes de que se paseaban en fronteras ficticias. Sabían también
que lo que pensaban los demás era el estatuto y lo que creían ellos la
excepción.
Ambos eran concientes de que la
exageración de un problema nunca es buen preludio para su solución.
¿Exageraban?
Enfadada, Rime le decía a Omar que a
veces es mejor refugiarse en la ambigüedad porque entonces la esperanza
remplaza la nostalgia.
-
Una
confesión de debilidad, replicaba Omar prudente.
-
No.
Por lo menos es mil veces mejor que ir como un pato sin cabeza.
Aunque pueda parecer grotesco, no es
más que la utopía surgida de los escombros de la autosugestión masculina de una
sociedad para la cual todos los momentos del padre son solemnes. Los dos creían
haber contrarrestado el síndrome y que por fin ha llegado el momento de
consumir una concepción compartida.
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