« ein ende mit schrecken ist besser als « ein ende mit
schrecken ist besser als ein schrecken ohne ende »
(Más
vale un fin sin angustia que una angustia sin fin)
(Proverbio alemán)
Le
daba la impresión de vivir un período de hibernación. Rime llevaba más de dos
meses de luto. A lo largo del día daba y recibía inexorablemente explicaciones
y sugerencias esotéricas. No podía más.
-
Rime, hija mía. Debes reanudar el curso de la vida normal, le dijo su
padre al constatar su visible apatía y tristeza.
-
Ni simple ni unívoco, le contestó sin dirigirle la mirada.
-
Mira,
tengo una idea..
-
Papá, le cortó secamente. Suficiente tengo con este universo paralelo.
Por favor. Te lo ruego. No
necesito ideas.
-
Yo...
yo quería..
-
Lo siento papá. De verás, lo siento mucho.
-
No
ocurre nada, querida.
- No es que esté nerviosa ni que esta situación
fuera intolerable. Debes comprender. Sé que no es fácil. Pero yo necesito un
poco de tiempo y sobre todo... sobre todo, lo dijo silabeando, mis ideas. Las
mías. ¿Me comprendes, papá?
-
Si. Claro..
Rime comenzaba a dar evidentes signos de cansancio y
de confusión.
Desde su discreto balcón estudiaba Impaca y
observaba todas las mañanas y todas las tardes a las alumnas y alumnos del
colegio Khadija Um Al Muminin o Qadi Ayad atravesar la larga avenida en
dirección a sus respectivos colegios. Escuchaba escondida los piropos de los
jovencitos y se divertía cuando descubría una «travesura ».
-
¡Dios mío! Esta se ha convertido en mi única diversión, exclamó.
No era mucho. Pero lo suficiente como para darse
cuenta de que para ella los tiempos han cambiado… no asi los sentimientos de su
infancia. De repente se perdió en un exótico sueño despierta en el que Omar la
seguía con graciosos piropos mientras que ella sonreía con graciosos gestos que
le invitaban a continuar.
-
¡Qué me pasa, Dios mío! se despertó navegando entre el rechazo de la
realidad de un sueño y la tolerancia de su extravagancia.
Rime acababa de responder a Omar cuando, días
antes, le dijo por teléfono «que no sabía por qué la llamó ».
De
repente volvieron a soplar aquellos vientos lúgubres cuando recordó la «osadía
valenciana » de Omar. « ¿Que será de Mayte y las niñas? » Se preguntó
con cautela para no incurrir en el establecimiento de una simetría con su
propia conducta… estructurada por un cruel y caprichoso curso de los
acontecimientos. Hizo con sus ojos un giro panorámico por la relativamente
larga calle, averiguó si había alguien y gritó: « ¡Volía!»[1]
que Omar solía enarbolar durante su infancia y juventud comunistas.
-
¿Hay alguien aquí? La voz de Jihan vino providencialmente para evitar
daños colaterales.
-
Si Jihan. ¿Tú también, Jihan, amiga mía?
-
César….
-
A
Brutus...
-
Yo soy Jihan. Mucho trabajo. Muchísimo. Papá me dijo ayer que estás
infinitamente mejor.
«Mejor »…
«Mejor ». Rime lo captaba ahora con cierta psicopedagogía.
-
Rime. ¿Por dónde navegas ?
-
Ah, no. No navego. ¿Qué decías Jihan?
-
Ya veo. No navegas. En fin.. decía que papá me dijo que estás mejor.
- Si. Efectivamente. Hamdu Lilah[2]
-Quería venir a verte anoche pero..
-
Gracias Jihan. Anoche estaba fuera.
-
¡ Fuera !
-
Si. No estaba aquí.
-
¿ Y dónde estabas Rime ?
-
No me acuerdo, la respuesta era eléctrica.
Entre Rime y Jihan nunca hubo luna de miel alguna y
no porque su cuñada, como dicen las malas lenguas, tuviera preferencias
sexuales a velas y a vapor[3]
sino simplemente porque su manía de velar por
ella superaba a menudo lo tolerable.
Cada vez que Rime sobrepasaba el minuto de discusión
con su hermana política sentía una tremenda tentación de decirle en voz alta lo
que todo el mundo siempre comentaba en voz baja: que seguía amando a Omar y que
nunca dejó de amarlo y que se equivocaron los que, como ella y su padre, creían
que su vida conyugal iba a constituir un boleto de ida sin vuelta. Pero Rime
sabía que ganar notoriedad puede conducir a la pérdida de la legitimidad. Y la
dignidad dentro de la fidelidad formó parte en toda circunstancia de su mundo
de referencia. No quería ni analogías ni comparaciones. Las cosas lo que son o
lo que fueron.
-
Rime, Rime escucha
esto, era de nuevo la voz ronca pero artificialmente conciliadora de Jihan con un transistor entre
las manos.
« Dicen los entendidos que cuando Ahmed
M’Gara habla o escribe sobre Tetuán lo hace como de una bella y adorada
mujer ».²
Se quedaron un instante
escuchando atentamente la entrevista de «País... Paisanaje »
de la RTM[4] y gritaron casi al unísono: «Y lo es... »
. Soltaron una carcajada seguida de una mirada como si se excusaran
recíprocamente.
-
Me voy, Rime.
-
Si no has tomado nada, tía...te voy a preparar un buen té como a tí te
gusta... con 128 cucharras de azúcar.
-
Ah. Entonces me quedo.
-
Lo siento no hay tanto azúcar.
-
Entonces me voy.
Abrazadas y
besándose locamente las dos soltaron una carcajada.
-
Volveré
esta noche.
-
A lo mejor no me encontrarás
-
¿Se puede saber a donde irás?
-
No,
lo dijo secamente.
-
¿No?
¿Por qué?
-
Porque no me acuerdo o no me acordaré...
Volvieron a
besarse y a despedirse. Una vez sola, Rime volvió a soñar despierta en lo que,
ahora, llamaba « perennidad incierta ». Conocía su calidad y su
límite y juraba «ser honesta con ella misma y con todos hasta donde
llegue ».
Cada día que pasaba aumentaba la dosis del
ejercicio de esta lógica imparable. Con la austeridad de un notario y la
seriedad de un profesor, comenzó, sin consentimiento de nadie a hacer «orden en
sus ideas », como le gustaba llamar a su «nueva » manera de actuar en
la que Omar seguía siendo deseo y realidad.
-
Alo.. alo, Rime. La voz salía del auricular como un calmante.
-
Si. Omar ¿Eres tú?
-
Si Rime. ¿Molesta?
-
No. Pero ahora justamente estoy un poco ocupada.
-
Llevas ya seis días ocupada.
-
Lo sé. Necesito más tiempo. Ya te lo dije.
-
No… es que…
-
Lo sé. Lo sé Omar. Compréndeme por favor. Necesito más tiempo, lo dijo
articulando cada sílaba antes de enlazar: no para decidir nuestro futuro,
porque me da la impresión de que nació decidido, sino para tomar la mejor de
las decisiones.
- OK, Rime.
-
Sólo querías escuchar mi voz.
-
Bueno… si
-
Yo también. Gracias por llamar.
Una espesa nube eclipsó
literalmente sus ideas. Se arrepintió como nunca lo hizo. No sabía cómo le salió aquello de « Yo también ».
-
De todas formas es la pura verdad, se encogió de hombros.
En la calle Abdelkhalek Torres las alumnas seguían
volviendo la cara en busca de algún piropo.
-
Que
tienes una delantera mejor que la del Mogreb de Tetuán[5]
-
¡ Sinverguenza !
-
Será porque el Mogreb pierde hasta en los entrenamientos.
La llamaban «Calle de todo » y era
cierto. Había enamorados
que se devoraban, embusteros que «cazaban» y serios que lo evitaban.
Ebria de cansancio, Rime recordaba con lágrimas de una extraña mezcla
centesimal de nostalgia y de esperanza en la realidad aquello de
«si crees es porque existes» con que su difunto marido Nabil solía
sentenciar toda discrepancia.
Debajo, a un lado de la acera yacía aún polvorienta su Ford Fiesta, de cuyo
parabrisas le parecía surgir el rostro de Nabil con su sonrisa amable del
médico de la familia. En frente, justo en medio de la esquina la silueta de
Omar con toda su autoridad moral. «Un déficit de legitimidad» comentó triste
pero irónica como si quisiera decir a todo el mundo que tenía la decencia de no
sentirse orgullosa.
Por primera vez se preguntaba por qué aquella ausencia de sobresaltos y
esta paciente pedagogía de concebir las cosas que no obedece ni obedeció nunca
a los parámetros establecidos.
Ahora
Nabil no está después de haber estado durante casi nueve años. «Se fue
absolutamente satisfecho de mí y de él ».
Alguien
volvió a tocar el timbre. Esta vez con insistencia. Abrió. Era Jihan que entró
disparada.
-
¿Dónde
está este maldito bolso?
-
Pues..
no lo sé
-
Estuve
aquí... luego me fui allí y... ¡Ah! aquí
está, lo cogió y salió corriendo por el estrecho pasillo.
-
Un
día de estos olvidarás tu cabeza, le gritó Rime, desde el vestíbulo.
Al cerrar la puerta Rime respiró hondo. «Como
si volviera para recordarme que Nabil no tuvo tiempo de pronunciarse » pensó.
Las dos primeras
semanas de junio en Tetuán le pusieron siempre los nervios a flor de piel.
«Si no tengo
ningún examen» dijo precisando «...por lo menos institucionalmente».
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