"Precintado" de Said Jedidi. Hoy: INSTANTE DE LUCIDEZ V




«  ein ende mit schrecken ist besser als «  ein ende mit schrecken ist besser als ein schrecken ohne ende »
(Más vale un fin sin angustia que una angustia sin fin)
(Proverbio alemán)
  Le daba la impresión de vivir un período de hibernación. Rime llevaba más de dos meses de luto. A lo largo del día daba y recibía inexorablemente explicaciones y sugerencias esotéricas. No podía más.
-         Rime, hija mía. Debes reanudar el curso de la vida normal, le dijo su padre al constatar su visible apatía y tristeza.
-         Ni simple ni unívoco, le contestó sin dirigirle la mirada.
-         Mira, tengo una idea..
-         Papá, le cortó secamente. Suficiente tengo con este universo paralelo. Por favor. Te lo ruego. No necesito ideas.
-         Yo... yo quería..
-         Lo siento papá. De verás, lo siento mucho.
-         No ocurre nada, querida.
- No es que esté nerviosa ni que esta situación fuera intolerable. Debes comprender. Sé que no es fácil. Pero yo necesito un poco de tiempo y sobre todo... sobre todo, lo dijo silabeando, mis ideas. Las mías. ¿Me comprendes, papá?
-         Si. Claro..
Rime comenzaba a dar evidentes signos de cansancio y de confusión.
Desde su discreto balcón estudiaba Impaca y observaba todas las mañanas y todas las tardes a las alumnas y alumnos del colegio Khadija Um Al Muminin o Qadi Ayad atravesar la larga avenida en dirección a sus respectivos colegios. Escuchaba escondida los piropos de los jovencitos y se divertía cuando descubría una «travesura ».
-         ¡Dios mío! Esta se ha convertido en mi única diversión, exclamó.
No era mucho. Pero lo suficiente como para darse cuenta de que para ella los tiempos han cambiado… no asi los sentimientos de su infancia. De repente se perdió en un exótico sueño despierta en el que Omar la seguía con graciosos piropos mientras que ella sonreía con graciosos gestos que le invitaban a continuar.
-         ¡Qué me pasa, Dios mío! se despertó navegando entre el rechazo de la realidad de un sueño y la tolerancia de su extravagancia.
          Rime acababa de responder a Omar cuando,  días antes, le dijo por teléfono «que no sabía por qué la llamó ».
         De repente volvieron a soplar aquellos vientos lúgubres cuando recordó la «osadía valenciana » de Omar. « ¿Que será de Mayte y las niñas? » Se preguntó con cautela para no incurrir en el establecimiento de una simetría con su propia conducta… estructurada por un cruel y caprichoso curso de los acontecimientos. Hizo con sus ojos un giro panorámico por la relativamente larga calle, averiguó si había alguien y gritó: « ¡Volía!»[1] que Omar solía enarbolar durante su infancia y juventud comunistas.
-         ¿Hay alguien aquí? La voz de Jihan vino providencialmente para evitar daños colaterales.
-         Si Jihan. ¿Tú también, Jihan, amiga mía?
-         César….
-         A Brutus...
-         Yo soy Jihan. Mucho trabajo. Muchísimo. Papá me dijo ayer que estás infinitamente mejor.
 «Mejor »… «Mejor ». Rime lo captaba ahora con cierta psicopedagogía.
-         Rime. ¿Por dónde navegas ?
-         Ah, no. No navego. ¿Qué decías Jihan?
-         Ya veo. No navegas. En fin.. decía que papá me dijo que estás mejor.
    - Si. Efectivamente. Hamdu Lilah[2]
    -Quería venir a verte anoche pero..
-         Gracias Jihan. Anoche estaba fuera.
-         ¡ Fuera !
-         Si. No estaba aquí.
-         ¿ Y dónde estabas Rime ?
-         No me acuerdo, la respuesta era eléctrica.
Entre Rime y Jihan nunca hubo luna de miel alguna y no porque su cuñada, como dicen las malas lenguas, tuviera preferencias sexuales a velas y a vapor[3] sino simplemente porque su manía de velar por  ella superaba a menudo lo tolerable.
Cada vez que Rime sobrepasaba el minuto de discusión con su hermana política sentía una tremenda tentación de decirle en voz alta lo que todo el mundo siempre comentaba en voz baja: que seguía amando a Omar y que nunca dejó de amarlo y que se equivocaron los que, como ella y su padre, creían que su vida conyugal iba a constituir un boleto de ida sin vuelta. Pero Rime sabía que ganar notoriedad puede conducir a la pérdida de la legitimidad. Y la dignidad dentro de la fidelidad formó parte en toda circunstancia de su mundo de referencia. No quería ni analogías ni comparaciones. Las cosas lo que son o lo que fueron.
-         Rime, Rime escucha esto, era de nuevo la voz ronca pero artificialmente  conciliadora de Jihan con un transistor entre las manos.
 « Dicen los entendidos que cuando Ahmed M’Gara habla o escribe sobre Tetuán lo hace como de una bella y adorada mujer ».²
         Se quedaron un instante escuchando atentamente la entrevista de «País... Paisanaje » de la RTM[4]  y gritaron casi al unísono: «Y lo es... » . Soltaron una carcajada seguida de una mirada como si se excusaran recíprocamente.
-         Me voy, Rime.
-         Si no has tomado nada, tía...te voy a preparar un buen té como a tí te gusta... con 128 cucharras de azúcar.
-         Ah. Entonces me quedo.
-         Lo siento no hay tanto azúcar.
-         Entonces me voy.
 Abrazadas y besándose locamente las dos soltaron una carcajada.
-         Volveré esta noche.
-         A lo mejor no me encontrarás
-         ¿Se puede saber a donde irás?
-         No, lo dijo secamente.
-         ¿No? ¿Por qué?
-         Porque no me acuerdo o no me acordaré...
 Volvieron a besarse y a despedirse. Una vez sola, Rime volvió a soñar despierta en lo que, ahora, llamaba « perennidad incierta ». Conocía su calidad y su límite y juraba «ser honesta con ella misma y con todos hasta donde llegue ».
 Cada día que pasaba aumentaba la dosis del ejercicio de esta lógica imparable. Con la austeridad de un notario y la seriedad de un profesor, comenzó, sin consentimiento de nadie a hacer «orden en sus ideas », como le gustaba llamar a su «nueva » manera de actuar en la que Omar seguía siendo deseo y realidad.
-         Alo.. alo, Rime. La voz salía del auricular como un calmante.
-         Si. Omar ¿Eres tú?
-         Si Rime. ¿Molesta?
-         No. Pero ahora justamente estoy un poco ocupada.
-         Llevas ya seis días ocupada.
-         Lo sé. Necesito más tiempo. Ya te lo dije.
-         No… es que…
-         Lo sé. Lo sé Omar. Compréndeme por favor. Necesito más tiempo, lo dijo articulando cada sílaba antes de enlazar: no para decidir nuestro futuro, porque me da la impresión de que nació decidido, sino para tomar la mejor de las decisiones.
-   OK, Rime.
-         Sólo querías escuchar mi voz.
-         Bueno… si
-         Yo también. Gracias por llamar.
Una espesa nube eclipsó literalmente sus ideas. Se arrepintió como nunca lo hizo. No sabía cómo le salió aquello de « Yo también ».
-         De todas formas es la pura verdad, se encogió de hombros.
En la calle Abdelkhalek Torres las alumnas seguían volviendo la cara en busca de algún piropo.
-         Que tienes una delantera mejor que la del Mogreb de Tetuán[5] 
-         ¡ Sinverguenza !
-         Será porque el Mogreb pierde hasta en los entrenamientos.
  La llamaban «Calle de todo » y era cierto. Había enamorados que se devoraban, embusteros que «cazaban» y serios que lo evitaban.
Ebria de cansancio, Rime recordaba con lágrimas de una extraña mezcla centesimal de nostalgia y de esperanza en la realidad  aquello de  «si crees es porque existes» con que su difunto marido Nabil solía sentenciar toda discrepancia.
Debajo, a un lado de la acera yacía aún polvorienta su Ford Fiesta, de cuyo parabrisas le parecía surgir el rostro de Nabil con su sonrisa amable del médico de la familia. En frente, justo en medio de la esquina la silueta de Omar con toda su autoridad moral. «Un déficit de legitimidad» comentó triste pero irónica como si quisiera decir a todo el mundo que tenía la decencia de no sentirse orgullosa.
Por primera vez se preguntaba por qué aquella ausencia de sobresaltos y esta paciente pedagogía de concebir las cosas que no obedece ni obedeció nunca a los parámetros establecidos.
         Ahora Nabil no está después de haber estado durante casi nueve años. «Se fue absolutamente satisfecho de mí y de él ».
         Alguien volvió a tocar el timbre. Esta vez con insistencia. Abrió. Era Jihan que entró disparada.
-         ¿Dónde está este maldito bolso?
-         Pues.. no lo sé
-         Estuve aquí... luego me fui allí y... ¡Ah!  aquí está, lo cogió y salió corriendo por el estrecho pasillo.
-         Un día de estos olvidarás tu cabeza, le gritó Rime, desde el vestíbulo.
   Al cerrar la puerta Rime respiró hondo. «Como si volviera para recordarme que Nabil no tuvo tiempo de pronunciarse » pensó.
Las dos primeras semanas de junio en Tetuán le pusieron siempre los nervios a flor de piel.
«Si no tengo ningún examen» dijo precisando «...por lo menos institucionalmente».


[1]  Palabra rusa que significa libertad arrancada.

[2] Gracias a Dios, en árabe.
[3]  Proverbio francés referente a los(as) bisexuales.

[4]  Radio Televisión Marroquí ( programas en español )
[5]  Equipo de segunda división de Tetuán.

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