« ein ende mit schrecken ist besser als « ein ende mit
schrecken ist besser als ein schrecken ohne ende »
(Más
vale un fin sin angustia que una angustia sin fin)
(Proverbio alemán)
II
Se apagaron las luces. En sus oídos
aún vibraban los yuyús[1] y los hipócritas votos y felicitaciones. El
desorden en sus ideas sólo podía compararse con la casa patas arriba.
Lamida La boda y el amargo sabor
de una noche en que, como diría Brel, a dos dedos de estar desnuda, se acordó
de Omar.
-No.
No es honesto.
Ni maldición ni fatalidad. Era
incontenible. El amor nupcial resultó una simple masturbación.
-
Dios mío. Es monstruoso. Cómo pude pensar en Omar en este momento.
Rime se sentía huérfana. Su falta de claridad
y cohesión la aconsejaban no sacrificar alegremente al «otro».
Creía tener mil razones de detestarle. Pero
seguía amando hasta su sombra. Seguía de una fidelidad proverbial.
La vida no cumplió su promesa. Pero, esto es
otro cantar...
-
Nosotros, por diferentes razones, no cumplimos nuestra promesa, le
dijo a Omar cuando, a escondidas aceptó verlo meses después, durante cinco
minutos en la estación de autobuses.
-
Reto, querrás decir, la cortó sonriendo.
-
Lo que sea, le respondió mirando una y otra vez su reloj y tapando su
nariz por tanta polución.
-
Rime.
-
Si.
-
Sigues siendo un personaje exuberante.
Omar lo veía ahora como un largo poema en prosa.
Rime estaba convencida de que el tiempo
de las ilusiones nunca pasa.
De manera muy
expresiva Rime extendió su mano.
-
Hasta siempre. Lo dijo, volvió la cara y añadió: no olvides, Omar mi
nuevo estatuto.
-
No. Soy conciente de tu nueva
situación. Hasta siempre, Rime.
Al quedarse sólo, giró sobre sus
talones, miró a derecha e izquierda. Emitió involuntariamente el gesto de Rime
se tapó su nariz de tanta polución atmosférica y sonora y soltó una
incontrolada sonrisa.
-
Parecemos caricaturas.
Ambos seguían convencidos de que
se equivocan todos los que creen o hayan creído que su relación, para ellos
aparentemente anti-natural, debería desembocar ineluctablemente en el olvido y
la ruptura.
Estaba
contento.. muy contento. Rime ha cambiado tanto pero ha conservado la frescura
del recuerdo. La medicina y la gestión, ahora, de la clínica potenciaron su
dialéctica. Rabat y la gente que haya conocido diversificaron su manera de concebir
las cosas y las...ideas. En ningún momento el nombre, la historia y el
misterio, celosamente guardado de Maite salió a relucir. Sin embargo sabía que
aún no era el momento fatídico por lo que se esforzaba en postergar el día del
juicio final… justo el tiempo de dejar de aparentar, como ahora, una cultura de
Ghetto.
Tetuán le
parecía ahora más alegre. Arriba le esperaban los dibujos de Gallego, genial
reflejo de una Tetuán remota. Distante e intelectualmente distinta. Pese a que él nunca conoció aquél carácter
profundamente rural de la actual y coqueta Tetuán, se puso a imaginar a Rime
vestida como ellos, en medio de las cabras casi vivas de Gallego pero
desperdiciadas por la humedad y abandonadas por la negligencia de los que nunca
debieron tener algo que ver con tanta y variada riqueza intelectual y patrimonio
local.... ni con la gestión de los asuntos públicos. Pasaba su vista y su
atención por el techo oval de la estación, sin comprender por qué tanto
descuido y tan corta memoria.
-
Será porque en el concejo municipal no hay más que analfabetos, pensó.
¡Humedad intelectual!
Tanta omisión e indiferencia ante tan valioso
tesoro sólo son posibles si los responsables tienen «otras» prioridades.
Y las
tienen…
- ¿Qué
prioridades pueden tener estos cantamañanas? Dijo en voz alta, despertando la
curiosidad de los pocos viajeros que aún optan por esta estación, antaño joya
arquitectónica, ahora refugio predilecto
de los maleantes y de la mayoría de los más peligrosos drogadictos de la ciudad.
Se dio cuenta y aceleró un poco
la marcha, sin dejar de pensar que «ya
que nos pasamos la vida copiando de otros, debemos hacerlo en el patrimonio y
preservar, como otros lo hacen y Tetuán no supo hacer, nuestra memoria
colectiva ».
Se detuvo un instante, levantó la cabeza al
cielo y se puso a recitar algo que parecía una oración. En sus entrañas creía
que en su universo no podía caber otra cosa. Pero ahora acaba de descubrir que,
contrariamente a lo que pensaba y pese a la precipitación de los
acontecimientos, Rime conservaba una memoria intacta.
-
Es
normal, murmuró.
Efectivamente, agredida en su amor propio y en su dignidad, Rime sólo
pedía una explicación.
Pero él no la
tenía... por ahora. En cambio, se pasaba el tiempo maldiciendo el destino que
impone modales.
-
No era mucho, pensó, la síntesis perfecta de las aspiraciones de una
mujer con virtudes angelicales… como ella.
Pero ahora los tormentos de la
ausencia, la confusión del presente y la incertidumbre del futuro le
aconsejan contemplar otro estado civil.
Era la primera vez en que, en
lugar de la fluidez dialéctica, presentaba una inhabitual impotencia expresiva
de las palabras… huecas, huérfanas y a veces ásperas por ser justas.
Trataba de descifrar aquello de
que «al fin y al cabo todo seguirá igual pero con más madurez y más
responsabilidad ».
-
Pero…¿ Qué quería decir ?
¿Será un ostracismo a su manera ?… Debe ser otra cosa. Su nuevo
discurso fijante y sus respuestas a simples preguntas con reflexiones dignas de
un debate de sociedad además de su nueva manía a no tomar riesgo alguno, por
más mínimo que fuera, eran signos que le asustaban.
- A lo
mejor me equivoco. No. Seguramente me equivoco. En todo caso espero equivocarme.
Rime fue y será otra cosa.
« … Un candor incansable ». No
terminó la frase. No la comenzó porque sabía que por poco iba a perderlo todo
sin combate.
A mil ápices, seguía jurando que, quizás, lo
de Rime era una estrategia de reacción coherente y su mutismo sobre lo que ella
creía, con razón, su pecado mortal no era necesariamente soluble en las
actuales circunstancias.
Imposible de sumar matemáticamente sus gestos, sus insinuaciones y sus
reflexiones. Su actitud, eso sí, cristalizaba todos los ingredientes de una
situación vivida en el pasado, y padecida en el presente y probablemente
sufrida en el futuro. Aunque él prefería mil veces disfrazarse de la
normalidad, interpretar la continuidad y rechazar todo sobresalto o excepción,
hablando, como le gustaba hacer, de los perversos efectos de la mundialización
o de la repartición de la riqueza en el Islam, para él la nueva situación
constituía un constante jarro de agua fría.
Poco a poco, se daba cuenta de que su manera
de proceder era conceptualmente errónea. Necesitaba inspiración. Sólo Rime se
la podía proporcionar. Pero él la estaba consumando atrozmente con su silencio
conspirador y su pasividad sonámbula…. Ella, que sin ser Louis Michel, era combatiente y como ella, honesta, lúcida,
fuerte y sincera. Ella que sin conocer la Comuna de Paris ni contestar nunca el principio
de la autoridad, creía como Louis Michel que «es bueno, por el tiempo que
vivimos, no ser más que sí mismo ».
Hacía
siglos que no pensaba tanto en Rime. Se había olvidado de creer, de pensar y de
imaginar. Planteaba mil preguntas sin encontrar ni una sola respuesta.. Quería
saber con qué derecho, en vez de los adolescentes, él estaba afligido de las
angustias clásicas de la madurez. No buscaba imponer su universo ni amenazaba
de metamorfosis. No admitía los pecados originales. Insistía para conservar
intacta su conducta ahora presuntamente irreprochable.
Soñaba despierto…veía y escuchaba los
interminables debates con Rime sobre la Modawana[2]
o en torno a la cortina de humo que algunos ulemas musulmanes han sabido tejer
sobre lo esencial para no abordar más que lo accesorio.
Sonrió cuando recordó lo que le dijo Jafaar un
día: «casi catorce siglos de polémica sobre el Kabd[3]».
¡Increíble!
Ahora le resultaba menos graciosa aquella
respuesta que le dio Rime cuando le dijo que estaba decidido a pedir su mano a
su padre.
-
Y qué vas a responder si te pregunta por tu profesión.
-
Le voy a mentir. ¡vamos! una mentira blanca, como decimos. Le voy a
decir que soy ministro.
-
¡Imposible! Le cortó. Papá te va a mandar a tomar el fresco.
-
¿ Por qué ?
-
Porque papa nunca daría su hija a un señor que no tiene un trabajo
fijo y en Marruecos cambiamos de ministros como otros de calcetines.
Las risas de entonces sonaban como llantos de
ahora.
Nunca se había fijado en que el diablo está en
el detalle.
Era el indicio, faltaba los
colores. «Ya está hecho », se lamentó.
No sabía si
era emoción o virtualidad. Lo cierto es que su visión dantesca de un presente
en el que su culpabilidad cómplice hacía más confusa la lectura del futuro, le
exhortaba a refugiarse en el presente y a esperar que «todas las tinieblas del
mundo, como reza el refrán persa, no pudieran borrar la luz de una sola pequeña
vela »...de su pasado.
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