« ein ende mit schrecken ist besser als ein schrecken ohne
ende »
(Más
vale un fin sin angustia que una angustia sin fin)
(Proverbio
alemán)
V
La conversación estaba tan viva que rozaba una confrontación.
- Mira Omar, advertía en una voz cada vez más
alta Larbi, lo estás cuestionando casi todo.
-
¿Tú crees? ¡Hombre! Cuando se trata de los símbolos del país...
- Pero, vamos a ver. ¿A qué símbolos te refieres
querido Larbi? De hecho ¿Quién es símbolo y
quién no lo es o no lo dejaron ser? Que pones en tela de juicio hasta el
presente ¡Cojones!
- No es cierto. Lo único que yo he hecho y haré
siempre es preguntarme cómo se negoció la independencia de este país. O si tú quieres…. del norte de este
país.
-Sigo sin entender.
-
Te lo voy a explicar. Desde 1956 cuando, con legítima alegría y
natural regocijo, celebramos la independencia y la libertad, curiosamente no pasa un año sin que nos digan
que aún falta por liberar algo. Pero nadie habla de una independencia mutilada.
-
Bueno, cortó con una sonrisa Larbi, exageras un poco.
-
Tal vez, pero quiero tanto a este país... lo dijo Omar y se puso de
pie con la mirada convergida hacia el edificio de «Torres Quevedo » donde
acababa de aparecer Rime. Terminaremos esta conversación otro día y en otras
circunstancias. Hasta luego.
-
Hasta luego Omar, respondió en voz baja Larbi sin dejar de seguir con
una mirada, mezcla de admiración y envidia a los dos enamorados.
La
ternura que brotaba del contacto entre ambos corroboraba que no bastarían todos
los minutos del mundo para renunciar a esta esperanza.
Inconciente o deliberadamente, su relación constituía un verdadero
desafío a todos los elementos interpretativos de persecución, a toda la empresa
inquisitorial y a toda la confusa sensibilidad social que prevalecía.
-
Te estuve buscando toda la mañana, le dijo Omar.
- No salí de casa, respondió Rime.
-
Mira, le entregó un sobre y se quedó esperando su reacción.
La procedencia de la carta y el brillo de
los ojos de Omar lo decían todo.
-
Excelente y horrible noticia a la vez, exclamó Rime.
-
¿ Por qué ?
-
Excelente porque, quisiera o no, lo debes hacer. Horrible porque en
toda mi vida nunca me quedé sin ti... ni siquiera lo imaginé.
-
Pero...pero ¿Quién ha dicho que te vas a quedarte sin mí?
-
Ya lo sé Omar. Allí o más allá siempre y cualquiera que fuera la
circunstancia… siempre estaremos juntos, pero la lejanía, la distancia, el
despertar sabiendo que estás al otro lado del Estrecho. Las preguntas qué
estarás haciendo, cómo vives, actúas, cómo soportas todo sin mí... en fin...
terminó con un par de lágrimeas cálidas que regaban su prefabricada sonrisa en
sus mejillas rosadas.
-
Rime, por favor. Fuiste tú quien, no solamente sugirió, sino me obligó
a luchar por esta beca ¿Te acuerdas Rime que yo no tenía los cien Dirhams para
la ida y vuelta a Rabat y fuiste tú que me prestaste... bueno, me daste los 60
que me faltaban?
-
Si. Claro. Me acuerdo perfectamente. Me acuerdo también de que aún no
me devolviste nada, enlazó secando sus húmedos ojos, tratando de introducir una nota de buen humor a la
conversación.
De la
incredulidad se pasó al pánico. La decisión afirmativa de la oficina de la UNESCO en Rabat sobre la
concesión de la beca que Omar solicitó para sus estudios universitarios en
Valencia creó una atmósfera inhabitual entre ambos.
-
Sabes Omar. Anoche estuve
leyendo hasta altas horas de la madrugada un ensayo sobre los «
yazidis ».
- ¿Y qué
es esto? Preguntó Omar perplejo del espectacular giro en la conversación.
-
Los «Yazidis », insistió
Rime en su giro, son una secta kurda adoradora del diablo que venera al rey
Paón que apagó las llamas del infierno con las lágrimas de su arrepentimiento..
- Rime. ¿Pero, qué rey Paón ni qué niño muerto?
Preguntó Omar asustado.
« No. Imposible. Rime nunca pensará
en arrepentirse ». «Pero…
¿Arrepentirse de qué » «Debe ser otra cosa ». « Dios mío algunas
dudas son pecado». Su mente no paraba. Como siempre buscaba desesperadamente la
respuesta atinada. «Una dialéctica perversa» murmuró.
-
Pero, ¿Se puede saber en que estás pensando?
-
Ilusiones líricas, respondió con malicia.
-
¿
Líricas?
-
Bueno... quería decir que esta es la primera vez en tantos años que
siento que mi presencia es incongruente y mi manera de explicarte algo es
necesaria pero inexplicablemente insuficiente.
-
No Omar. Si comienzas a comportarte así, más que ilusiones líricas
serían desilusiones épicas. Te lo repito. Esta vez en mayúscula: Sé que debes
hacerlo. Te lo pido por Dios hazlo por tí, por mí, por los dos. Donde estés y
con quien estés, sé pertinentemente que estaré presente en todos tus
pensamientos. Me
basta y no me sobra.
Omar no sabía que decir. Le entraban unas
tremendas ganas de dejarlo todo y seguir allí con Rime... cerca de ella... tan
feliz como fue siempre. Sentía una irresistible tentación de abandonarlo todo y
de gritar fuerte... muy fuerte que nada equivalía un instante con Rime.
Pero
Rime siempre se lo dijo. « Debes ser algo y alguien. Tienes todas las
cualidades para ello».
Ahora comenzaba a pensar que ha
llegado el momento y la ocasión de demostrar que merecía de lejos a Rime...
Era una terapia...
Por su mente pasaron con la
velocidad de la luz todos los momentos amargos en que creía que estaba a punto
de perderla.
-
No, gritó, nunca dejaré de amarte. Eres mi razón de ser. Lo fuiste y
lo serás siempre.
Se calmó al darse cuenta de que Rime no estaba. La buscó con sus ojos por
la Plaza Primero.
Finalmente la vio acercarse con dos magníficos helados como sólo La Glacial sabía preparar.
-¿Cuándo piensas viajar? Le preguntó Rime,
ofreciéndole uno de los helados.
-
No lo sé. La verdad... bueno...
quiero decir...
-
¿ Pero qué pasa Omar ?
-
No. Quería decir que tengo miedo. Yo nunca viajé. No conozco ni
Tánger.
-
¡Vamos
ingeniero!
-
Ingeniero de estado agrónomo, enlazó estimulado por la sonrisa de
Rime. A finales de
septiembre, soltó aliviado.
-
Quedaba tiempo. El húmedo calor
de las tardes de agosto en Tetuán dificultaba todo orden en las ideas. Tanto le
hubiera gustado responderle a Rime cuando le contó lo de «yazidis » la
historia de la reina Berenice quien ofreció un día un mechón de su cabellera a
la diosa Isir para que proteja a su marido que guerreaba en Siria. «Inútil,
nunca me gustaría que Rime perdiera nada para protegerme », pensó
convulsionado.
De repente pasó por su perturbada mente lo que le decía a menudo Rime:
«ni mártir ni víctima» a lo que añadía crónicamente «... ni mucho menos
héroe ».
Lo suyo era una historia...una memoria que
bien era cierto que Omar no entendía cómo, después de todo, sentía aún la
ilusión de escribir poemas en castellano.
Una amplia sonrisa iluminó su rostro cuando se acordó de aquella vez
cuando, hablando de Tetuán de la época, Rime le había dicho que aquella
sociedad estaba en forma de un cuartel
militar, donde todo el mundo debía obedecer. « Ella y yo por lo menos
nunca obedecimos a nadie », pensó.
Ahora las órdenes eran más invisibles pero
virtuales. Una visión romántica de una « guerra » que no se quería
perder pero que estaba condenada a ser perdida.
-
La mejor manera de evitar perder una guerra, solía decir su padre, es
no hacerla.
Extraña convergencia entre la idiosincrasia
que se forjaba y la aceptación del hecho consumado que se imponía.
Fruto de las múltiples conversaciones con su hijo, sin comprobarlo, Si
Taieb comenzaba a remplazar la admiración de antaño por una enigmática
compasión del presente.
Al término de toda conversación con su hijo, sentía la
indispensable necesidad de un nuevo, y
variable tejido de las prácticas sociales.
-
Que vas a terminar mal, le advirtió su amigo Si Ahmed. Debes hacer
algo. No dejes que los niños te amarguen la vida. Esta gente es poderosa y tú
no eres más que un pobre... como yo.
-
Pobre, sin duda, como tú, Si Ahmed, ni hablar. Por lo menos a mí no me
gustaría.
-
Mira Si Taieb que te quiero un montón y tú lo sabes.
-
¡Vamos a ver! ¿Pero, dónde ves tú uno de los siete pecados capitales?
-
¡Ves! ya te lo he dicho. Te estás volviendo loco. Como sigas a Omar ya
verás lo que te va a pasar. Pero, despiértate hombre ¡ Qué pecados
mortales ni qué puñetas !
Sin mover su mirada de las
fichas del « dominó » Si Taieb respondió entre dientes: « una
auténtica monstruosidad ».
Levantó la
cabeza, pero en vez de mirar a su interlocutor, se quedó fijamente observando a
las familias con sus pequeños jugateando en torno a la bella plaza de Feddan.
Sonrió, colocó su ficha y le dijo a su amigo.
-
¿Sabes lo que te digo Si Ahmed? Se quedó pensando un
instante
- Que yo busco tu bien, respondió Si Ahmed con
vehemencia.
- Que,
además de pobres, que es absolutamente normal, algunos son de una espantosa
estupidez.
-
¡Lo merezco, encima me insultas!
-
¿Cómo voy a insultarte? No. Si Ahmed.
Si Ahmed se levantó giró sobre sus talones y
se fue gesticulando.
Si Taieb volvió a colocar las fichas en su
cajetilla, vio su reloj y se dirigió al camarero a pagar su té a la menta...
Desde la torre de la mezquita de al lado
comenzaba la llamada del almuédano a la oración del asr.
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