« ein ende mit schrecken ist besser als ein
schrecken ohne ende »
(Más
vale un fin sin angustia que una angustia sin fin)
(Proverbio
alemán)
V
Un
refrán chino advierte que «En cada
familia hay un libro, que no se debe leer en voz alta ».
En vez de libro, en la familia de Si
Taieb, era el eterno e inoxidable episodio de Omar y Rime que no se evocaba en
voz alta ni baja. La incapacidad crónica del padre, menos tenaz de la madre
transformó en una rutina necesaria aunque molesta y una intención, reflexionada
y deliberada de crear dos mundos separados por a penas una idea.
« Aceptar la reverencia de nuestra
excepción moral obligatoria - solía decir Si Taieb- equivaldría a contribuir a
la institución de un emblema de sumisión por los partidarios histéricos de una
seudo meritocracia ».
-
Hemos crecido acariciando la imprudencia- les dijo a los que le
aconsejaban « hacer algo » para alejar Omar de
Rime « porque es un riesgo inútil y potencial ».
-
¿Pero, qué coño quiere decir todo esto.
-
Tetuán está-estuvo siempre situada imprudentemente entre dos montes:
el Dersa y el Gorguiz.
El no
era Blanca de Castillo que prefería ver a su hijo muerto a sus pies que
culpable de un sólo pecado mortal.
El, Si Taieb conserje en los
pabellones, antaño de altos funcionarios, ahora de todos los funcionarios,
prefería mil veces a su hijo Omar culpable de todos los pecados que víctima de
la simetría de una situación anacrónica.
Se acostumbró a los reproches, a las
explicaciones, a los intentos de convencer, extorsionar o de sobornar cuando no
de amenazar con despojar.
Se acostumbró a las propuestas
de todo tipo. A los momentos amargos. A las inocentes miradas de Omar sin decir
«esta boca es mía », a las miradas de reojo de los demás. A los ultrajes,
envidias y a las acusaciones gratuitas en forma de convicciones, no en hechos
de propios y extraños.
Muchos años después cuando se refería a
«Tiro Pichón » o a Cabo Negro solía añadir «el último terreno de caza de
esta especie en vías de desaparición ».
Nunca aceptó hacer subir una mayonesa y cuando su hijo Omar hablaba le
escuchaba atentamente.
- A veces me pregunto si no fue su antinómico
esfuerzo por nublar una simple e inocente relación de dos niños que creó este
océano de sentimientos.
- O sea que..
- No. No continúes. No es eso papá.
- Pero... ni siquiera llegaste a escuchar lo
que iba a decir.
- A ver. ¿Qué
querías decir?
-
Nada. Bueno casi nada… o sea una chorrada. Quería recordarte aquello de
que… « Aunque vuela es una cabra »[1]
- Ya te lo
dije papá. No es eso.
Cada vez que insinuaba algo sobre Rime con su padre,
Omar trataba de cultivar un pragmatismo prudente.
Para no pecar de visión simple o
simplista, a menudo el tema se perdía en una brusca irrupción de lo que Omar
creía más apto para comprender que para juzgar y castigar.
- Sabes que,
contrariamente a lo que todo el mundo cree la primera nación negra independiente
ha sido Haití.
- ¿Y África? respondió el padre fingiendo una
sorpresa pero sin disimular que aceptaba el giro de 180 grados en la
conversación anterior.
- ¡Que va! El
continente africano siguió, sigue y todo apunta hacia la posibilidad de que
seguirá durante lustros colonizado de la peor manera.
- Yo por
lo menos en Radio Dersa antes, en los diarios « Uma » o « Al Alam » después, leía otras
cosas.
- Haití
fue en 1803. O sea más de un siglo antes que tu Radio Dersa.
« La consideración se merece, no se
impone » pensó Omar sin desvelar nada al ver a su padre quien, con sus
esfuerzos aunque meritorios, ineluctablemente limitados, trataba sin saberlo de
expresar una adhesión forzada a unos valores opacos.
«
Radio Dersa », « Al Uma »… « ¡Parece mentira! » murmuró.
Lo adivinaba. Se quedó observando exhaustivamente a su padre y se preguntó por
qué, como la inmensa mayoría de sus amigos en la « Cafetería
Dahman », reflejo de un fascinante viaje al más hondo del Tetuán medio o
proletario, su padre aunque soñaba hacerlo un día nunca
logró desmarcarse de esta moral represiva.
«La pura
verdad – pensó- es su verdad y el estado civil y la transparencia nunca
hicieron en esta ciudad camino común».
Lo de Haití
como hubiera sido cualquier otra cosa era para cambiar el curso de una
conversación que lógica e inevitablemente estaba desembocando, como siempre en
la relación Omar-Rime. Una experiencia dolorosa y un ejercicio utópico pero
espontáneo que se desata automáticamente.
Nadie… ni
siquiera ellos, sabían por qué había tanta resistencia a una relación normal y
una visión mercenaria a lo que se consideraba erróneamente como un
deslizamiento insensible hacia la obediencia civil.
Como muchos
de sus paisanos, Omar y Rime vivían insensibles a los detractores que se
erigían como defensores de un orden establecido en una sociedad donde brillaban
por su ausencia los derechos absolutos y por su presencia los condicionales.
Su éxito ilustraba hasta qué
punto estaban caducas las fronteras sociales de una sociedad, auténtica mezcla
centesimal entre fugitivos de inquisiciones y de forasteros de cuando el
pasaporte no tenía color.
Ni el pudor femenino de Rime ni el modelo de Omar
pudo pesar en el momento de valorar. Ella no era ninguna Pasionaria pero se
sentía encerrada, sin poder confesarlo, en una identidad pensada y dictada por
sus padres. El no entendía cómo una seudo aristocracia puede tener, sin ninguna
contrapartida, el derecho de vida o de muerte.
Ambos eran un
rayo de esperanza en un océano de indiferencia.
Tanto, que entre los términos, a menudo duros, pero
invariablemente corteses de su padre y las fluctuantes
« compresiones » de algunos amigos, Omar solía optar por lo que
muchos años después se llamó « tercera vía».
Ni sus respectivas familias, una más que
otra, ni los vecinos, más envidiosos unos que otros, ni las amigas y amigos ni
la sociedad entera, auténtica caricatura de un carácter disparatado y
heterogéneo pensó una sola vez en « ayudar a una persona, en este caso
dos, en peligro de… frustración y de desesperanza ».
Omar y Rime han tenido que hacer frente, desde su
más tierna edad, a todo tipo de obstáculos y de barreras.
De hecho, nadie apostó jamás por
la probabilidad de que su relación pudiera escapar a la lógica del inconfesable
odio y de la inconfesada segregación.
No era fácil… vivir a escondidas... en
la clandestinidad, acorralados, vedados cuando no humillados y perseguidos.
Curiosamente
todo ello constituía, como solía comentar irónica pero atinadamente Omar, el
mejor abono a nuestros nobles sentimientos.
Tanto ella
como él lo aceptaban con una increíble fatalidad.
- ¿Cómo quieres obrar frente a un comportamiento
colectivo tan disparatado? Le respondió a su amigo Hassan cuando éste le
expresó su admiración por tanta perseverancia.
- Sabes Omar.
A lo largo de todos estos años seguí de muy cerca tu inverosímil hazaña...
porque realmente fue esto: una hazaña. La verdad es que nunca hubiera pensado
que resistirías tanto.
- ¿Pero
qué dices? Si era infinitamente más que un acoso. Era una persecución, una
auténtica inquisición clasista, algo así como una guerra sucia…muy sucia.
- Y
saliste indemne.
- ¡Ah no! Dejé muchas plumas.
Pero nunca vacilé en que estaba en lo cierto. Rime me ayudó mucho. Bueno. Todo
o casi todo. Ambos estábamos convencidos de que no hacíamos nada que podía o
pudiera hacer daño. Pero como tú bien
sabes Hassan, no siempre ocurre lo que a nosotros nos gusta, sino simplemente
lo que debe suceder y punto.
-
¡Admirable!
- Creo que exageras mucho. Mi único mérito es haber
conocido a Rime. Esto sí que era y seguirá siendo mi verdadero fondo de
comercio.
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