« ein ende mit schrecken ist besser als ein
schrecken ohne ende »
(Más
vale un fin sin angustia que una angustia sin fin)
(Proverbio
alemán)
Entre
Omar y Rime siempre hubo una presencia total de reflexión. Era así por esencia,
por instinto y por naturaleza.
Los años pasaban en vano. Los reproches y a menudo
las advertencias, cuando no amenazas y presiones de todo tipo, acabaron por
adquirir el perfume de una pesada rutina.
Sus ideas,
sus principios y la espontánea manera con que desafiaba las barreras y todos
los obstáculos sociales juntos suscitaban la admiración inconfesada y de cierta
manera inconfesable de sus respectivos padres, desde diferentes perspectivas y
apreciación y más tarde de todos los que se consideraban testigos oculares de
una historia, que como muchas otras de Tetuán, nadie jamás contará.
Ahora se acuerdan de sus disimuladas
citas en Uesaa[1] donde solían espionar
los debates perfectamente sincronizados y mil veces repetidos de los notables
de la ciudad que dilapidaban el tiempo y las pocas energías que les quedaban
aún, apostando y averiguando el origen de un barbero Amr o el apellido de la
suegra del carpintero Alí, reputado por su relativa elegancia y sus vínculos
con algunos españoles.
- Si. Es verdad, le dijo un día Rime. Esto es un
poco más que una simple proclamación identitaria.
- ¿Identitaria, dices?
- Si.
Eso. Pero no en el sentido de su concepción peyorativa.
-
Francamente Rime lo tuyo es también una auténtica manifestación identitaria.
- Puede
ser, respondió tranquila casi desafiando.
- Casi
no te reconozco. La mayoría de esta gente es rica. Algunos incluso influyentes
y otros poderosos y sin embargo se pasan la vida buscando en los estados
civiles de los demás. Que su madre es fulana y que su abuela es mengana.
Pero
los otros, los que menos tienen pero sueñan con tener algún vínculo con ellos
para no discrepar con su interpretación errónea de esta prefabricada identidad
colectiva, acatan metódicamente sin analizar e incluso sin dejar que terminen
sus ideas-métodos.
- Tienes
razón.
- No se
trata de tener o no razón porque puede ser relativa y seguramente lo es. Lo
único que trato aquí es de contribuir a enriquecer la eclosión de una nueva
valoración social en la sociedad en que viví y probablemente viviré siempre.
- Pero, ¿Qué
pueden hacer «los otros »?
- Yo no he
dicho lo contrario aunque probablemente acabarán por considerar mi actitud como
feminismo sectario.
- Pero…
si no estás hablando de las virtudes de la mujer tetuaní.
La miró fijamente en los ojos.
- Más emancipada que las demás,
la más civilizada y la primera que tuvo contacto con la modernidad ».
- Si. Es
cierto. Fue y sigue siendo la primera…
- Pero no la última, cortó Omar.
- Me
imagino que no…Y ¿Sabes por qué Omar?
- ¡Claro que si!
- Mira. En
Estados Unidos una señora; Bárbara Lee que es representante en el congreso por
Berkeley, la ciudad más opuesta a la guerra fue la única que votó contra la
guerra en Afganistán.
- ¡Qué valor!
- Era
mujer. Una mujer.
- Pero americana, no tetuaní.
- El sectarismo, como a tí te gusta llamar es
uno e indivisible.
Era evidente: nada ha cambiado entre ellos. Nada cambiará. Ninguno de
ellos lo juró. Por ello es inquebrantable.
Ni Omar ni Rime se imaginaban la
vida sin el otro o…con otro.
Para los
dos, las barreras sociales, familiares y convencionales son una manera como
cualquier otra de buscar una solución a un problema. La solución estaba-estuvo
siempre allí. Al alcance de la mano. El tiempo era testigo y su transcurso
fortalecía su proyecto sentimental, nacido cuando aún no tenían la edad de la
razón.
- Pero mira hija mía, le dijo su padre
cuando se enteró de que Rime seguía viendo a Omar a escondidas, todo el
mundo está en contra. Tu hermano Yunes me dijo el otro día que sus amigos le
tomaban el pelo por esta relación.
- Papá. Querido papá yo también se burlan de mí
por la calidad de amistades de Yunes. Sin embargo, no me interesa. Yunes es lo
que es. Sus amigos son sus amigos, yo soy yo y mis amigos son mis amigos.
-Te lo decía por si...
- No termines la frase papá, te
lo suplico.
- De
acuerdo Rime.
Incompatibilidad…desproporción social...diferencia en la definición de los valores
sociales fundamentales: los más abstractos de los conceptos que se hayan
escuchado hasta entonces.
Una
referencia ritual que era el aspecto negativo.
El positivo, que todo ello
resultaba incapaz de crear una atmósfera detestable. Ninguna forma de
confrontación entre Omar y Rime que se auto persuadían de que lo suyo era lo
correcto y el resto una errónea interpretación de gente ordinaria que cree
haber accedido al estatuto de clarividente en una sociedad en la que se daba
tan poca importancia a la lucha de clases hasta el punto de que nadie se imaginaba
la posibilidad fuera de una función establecida por una cultura oral y estéril.
Omar y Rime aspiraban a evitar
lo que sus entornos llamaban existencia obscura.
Los dos medían las cosas y sus
contrarios. En toda su fecunda existencia nadie dió un sólo argumento que
justifique la incongruencia o cuando menos la incompatibilidad de dos seres que
se conocieron, se amaron y juraron, en voz baja... casi murmurando, fidelidad a
sus nobles sentimientos y a la causa en que creían.
-
Sabes Omar, le advirtió cariñosamente su padre, la gentecilla dice
que...
-
¿La qué? Le cortó secamente Omar.
- La gente dice por allí...
- No. Antes
dijiste gentecilla. ¿No es así?
- Bueno...
eso. Si. Da lo mismo. La gentecilla, se quedó callado un instante y añadió... si insistes.
- No insisto, trató con un simulado esfuerzo
de explicar a su padre. Es la primera
vez que lo dices en voz alta y mayúscula. O sea que es la primera vez que
llamas al pan, pan y a las cosas lo que son.
¿Me dejas terminar?
- No hace
falta papá. Sé por intuición lo que vas a decir.
- Y… ¿Qué
respondes?
- Que es
gentecilla. Que no merece nuestra atención.
Diálogo de sordos. Desde hacía 23 años Si
Taieb y su hijo Omar tienen el « derecho » de discrepar… y
discreparon tanto a diferentes grados y en diferentes épocas. Pero, eso sí,
ninguno de ellos pensó un sólo instante en la posibilidad de una ruptura.
Su amor y respeto por su padre sólo se podía
comparar al que sentía por Rime.
La única vez en que comenzó a flirtear con la
separación fue cuando, amenazado en su integridad física y la de su familia, su
padre le llamó y le armó una bronca real.
-
Omar, Me estás creando problemas que no puedo afrontar.
-
¿ Por qué, papá ?
- La familia de esta niña me amenaza. Se quedó
pensativo un instante y enlazó. Además
hablaron con gente importante.
- ¿Gente importante?
¿Pero quién es importante y quién no lo es en esta ciudad?
- Los que
pueden y los que, como yo, como nosotros, son incapaces de hacerles frente y que fácilmente pueden quedarse sin
sustento.
- Tal vez
tengas razón, papá, respondió el pequeño Omar con los ojos empapados de lágrimeas.
- Te lo suplico. No me comprendas mal, Omar. La
tierra de Dios es inmensa. Lo digo por todos nosotros. A mí nadie me intimida.
Sólo temo a Dios. Y si no les gustamos, nos vamos.
- No papá. Me iré yo porque...
- Tú te
quedas guste o no guste. El problema es...
- Papá, para
mí Rime es mis ojos. No me pidas sacar mis ojos.
- No hijo...
nunca te lo pediré... nunca...
jamás.
Comentarios
Publicar un comentario