« En el Día del Juicio
Final pesarà la tinta de los sabios y la sangre de los màrtires. No habrà
ninguna diferencia entre ambas »
Profeta
Muhammad (SAS)
Era una historia exageradamente clásica.
Todo el mundo se preguntaba sobre
la naturaleza de la promesa de Ami Abdeslam, cuyos momentos eran todos o casi
todos sorprendentes.
Entre
apreciación y condena, Yamna esperaba... impacientemente. Algo le decía que
sería el fin de su sufrimiento. Una fuerza extranatural la aconsejaba
sabiamente a esperar…esperar…y esperar.
Sabía que en aquellos tiempos,
nadie podía volver a ser el fénix. Pero con una monótona e inalterable
respetabilidad hacía lo que creía divino, pecaba, desde hacía mucho tiempo, pensando
que había vida, pero no la esperanza terrenal.
Por primera vez su estado físico y moral no hacía reír. Todos se
preguntaban cómo pudo atravesar tantos años y tantas épocas con tantos
problemas de salud y no menos indigencia sanitaria.
-
Lo que, en lenguaje claro, quiere decir que Yamna se está muriendo.
-
¿Pero cómo os atrevéis a especular con la voluntad de Dios? ¿Quién os
delegó tan guardada facultad? ¿No os dais cuenta, cretinos, que barajando la
vida o muerte de un ser humano incurráis en el pecado? les preguntó irritado Sidi
Mohamed al sorprender, por casualidad los comentarios en voz baja sobre « la próxima y casi inminente muerte de la
pobre Yamna ».
Esta vez a
su lenguaje faltaba singularmente la habitual dosis de determinación y
firmeza.
-
Sidi tiene razón. En nombre de qué rito inventáis lo que no es en
realidad más que el fruto de vuestra perturbada imaginación, puntualizó Ami Layachi
de mala uva pero en voz muy baja.
-
Os juro que el propio Sidi lo sabe
Por su parte
Yamna seguía esperando tranquilamente que Ami Abdeslam cumpliera su promesa.
-
Dentro de muy poco inchaa lah[1].
Un da, quizás dos, máximo tres
En las difíciles
condiciones en que se encontraba, tres días, para Yamna, eran una eternidad.
Pero no tenía remedio ni los medios de acelerar lo que ella consideraba como su día de
juicio y no lo era.
Las malas lenguas y
muchas buenas afirmaban que un misterioso curandero chino o japonés, nadie
nunca pudo determinar con exactitud, llegado como una ave peregrina a Tetuán de
la que juró nunca salir, le había dicho una vez que en el Yassark [2]está escrito que
cuanto más desesperado es el deseo, más compensada es su consecuencia.
Desde
entonces nunca faltó a su cita con la esperanza
Como si
fuera un acontecimiento planetario o juzgado como tal, la promesa de Ami Abdeslam
figuraba en el centro de todas las conversaciones. Visiblemente preocupada, la
familia buscaba aliviar el tormento de Yamna, quien seguía vagabundeando entre
la realidad y la alucinación, deslumbrando de manera casi infantil los primeros
síntomas de una inhabitual e inquietante
deriva.
-
Un entierro cuesta caro
-
¡Que eres una malvada!
Las
constantes inflexiones de su salud y la repentina desaparición del tradicional
fatalismo de la familia, imponían un nuevo ritmo a la vida cotidiana.
Adepta impaciente de
volver a encontrar a su juventud, eclipsada por largos años de enfermedad, Yamna se sentía incapaz de comprender el sentido ni
la finalidad del cambio. Se negaba a barajar las hipótesis. Cada vez que brotaba una expresión
de excesiva generosidad o de exagerada compasión se limitaba a una sonrisa de
una enigmática gratitud.
-
Incluso a dos dedos del otro mundo sigue tan misteriosa como
siempre.
-
Que Dios te perdone. Te has olvidado rápidamente de lo que dijo Sidi
-
Pero la realidad es otra
-
¿A qué realidad te refieres, loca de mierda? En esta casa no hay más que
una verdad: la de Sidi
-
A su lógica
-
Pues te aconsejo a que no lo digas en voz alta
-
¿No ves que la pobre mujer pierde cada vez más pelos?
Tetuán tenía otras
preocupaciones. La paulatina pero inevitable agonía de su, antaño próspera
industria, en beneficio de Casablanca o de incluso de ciudades de infinitamente
menos importancia y envergadura histórica o industrial como Settat o Berrechid
junto a la vertiginosa proliferación del paro y la delincuencia amenazaban,
además el bienestar de la ciudad y los ciudadanos, su imagen y su legendaria
reputación.
Impotentes ante la
avalancha venida de la capital, los sucesivos concejos municipales y antes de
ellos, todos los bajas[3]de la ciudad dejaron
un panorama desolador.
Tetuán perdía hasta su
identidad. El éxodo rural y a menudo de otras partes del país y los, cuando
menos, extravagantes argumentos de los estrategas económicos nacionales,
transformaron su providencial litoral en un triste panorama de olvido y
negligencia. El robo de su fina arena y el despojo de su magnífica urbanización
se encargaron del resto de la… degradación.
-
Jilali juraba que vio con sus propios ojos a camiones que « descargaban
» por la noche a decenas de mutilados de todo género en la playa de Martil
- La adecuación social
Tetuán secaba sus
lágrimas. Prefería sonreír a llorar, pacentar a desesperar y esperar a
lamentar.
Desde Rabat, en vez de
proponer, se imponían planes de desarrollo. De una sútil gracia, el interés «
nacional » por la ciudad era pura ironía involuntaria porque de debate sobre
las prioridades de la bella ciudad, las cosas públicas se transformaban a
menudo en un si o un no como en un referéndum.
Se
vivía de rodillas. La relación entre una gloria incierta y los que la tenían
indudable, adquiría la dimensión de un abismo. Los súper-gobernadores o ualis
pasaban a ser en la terminología popular tetuaní ualus[4]. Las
susceptibilidades se multiplicaban, amenazando la cohesión social regional.
Sin
embargo, como en el resto de Marruecos, todo el mundo en Tetuán, en una noche
clara del comienzo de verano, en medio de un silencio y una inmovilidad que
sumergió, de repente la ciudad y sus mentes, vio en la luna, a Mohamed V y
entonó eufóricamente « magribuba, uatanuna... » [5].
Era una desobediencia civil pasiva
como sólo Tetuán, con su dimensión civilizacional y su orgullo socio-cultural,
puede observar.
Eso era hacía años... « Muchos
años » reprochaban algunos con acento desafinado. Una quiebra
social colectiva. Prohibido pero vulnerado y tolerado, el contrabando desde Sebta
crecía como un monstruo. El fútbol español con su Barça y su Madrid eclipsaba
aceleradamente el interés por el país y sus verdaderos y acuciantes problemas.
En Rabat se pensaba en otras
cosas.
Yamna no era ninguna
excepción. Incrédula y desasosegada por lo que veía sin distinguirlo o
escuchaba sin comprenderlo, acababa siempre preguntándose por qué Tetuán era incapaz de verse en un espejo ¿De qué
tenía miedo?, ¿Por qué tanto desprecio a su impotencia de preservar lo suyo?,
se preguntaba amargamente sin saber por qué ella y no otros « los más
concernidos ».
- Ellos nunca se preguntan. Ellos piensan
siempre en voz baja…muy baja. Les importa cuatro pepinos
Pero eran tiempos en que la
esperanza estaba intacta y la euforia tragaba cruelmente la realidad. Tiempos
de candidez entusiasta de bostezos y de consternación innata...en que todo el
mundo prefería soñar despierto porque era más acorde al gusto colectivo de la
aventura y la insolencia. Tiempos en que muchos... muchísimos… la mayoría, se
sentía culpable de encontrarse, de sopetón, parado después de un pasado seudo industrial,
comenzándose una riada hacia el « Dorado » europeo que, desde
entonces, nunca conoció un freno. Bélgica, Alemania y Francia y más tarde los países
escandinavos e incluso los países del Golfo comenzaron a constituir una
auténtica orilla ante el naufragio
material de las diferentes categorías sociales de la ciudad.
La imagen hacía explícito el
propósito.
Tetuán se asfixiaba. Su
sentido muy común no podía recordar a la pobre Yamna y el preocupante cambio de
los colores de su rostro y su piel.
- La vamos a tener que
llevar a Rabat.
- Pues aquí el estado de los
hospitales deja mucho que desear.
- Cómo eran y cómo los
convirtieron.
- Los convertimos. En todo caso
no son tiempos de nostalgias gratuitas
- ¿De qué entonces?
- De obrar..
Los diálogos expresaban el
vacío y la angustia. Se respiraba ansiedad y se sentía una nueva forma de nerviosismo y tensión. Se debe ir a
Rabat y dejar detrás una historia con múltiples eslabones del saber, de ciencia
y paciencia y de una infraestructura multidisciplinaria, objeto de mucha
codicia. Lo de « debemos buscar un remedio en Rabat » ilustraba el avanzado
estado de descomposición de una voluntad de recuperar la eficacia y el
prestigio de antaño.
No eran pocos los que creían y nunca lo desvelaban, que, desde hacía
tiempo, Tetuán dejó de ser o no la dejaron ser la sabía y comenzaba a tejer
conceptos y concepciones de proximidad y de supervivencia.
Ni amnésica ni simuladora su
cúpula social se atrincheraba en improvisados clubes sociales en donde pasaba
sus vidas examinando partidas de nacimiento, encontrando monstruosamente
incorrecto que un ciudadano de a pie, a pesar de sus méritos universitarios u
otros, accediera a superar a los nativos de « pura cepa » y utilizando a menudo
los recursos de la ficción para catalogar a este o calificar a aquél.
Una larga y quizás crónica
hibernación.
En vez de opinar parecían
vomitar. Interminables diálogos lagunosos que volvían a repetirse todos los
días sin que aburriesen a ninguno de ellos. Parecían destinados a domar el
tiempo.
- Esta madrugada ví a Yamna
rezar.
- ¿Se puso a rezar?
- Ella siempre ha rezado.
- ¿Dónde está la noticia, tu
noticia?
- En que Yamna estaba
salmodiando el Corán
- ¿Salmodiando el Corán. Estás
seguro?
- Si
- Pero… si Yamna no sabe ni leer
ni escribir
- Lo sé.
- Que me vas a volver loco. Lo
sabes y no lo explicas
Desde hacía días, nadie se
acordaba de lo que decía o hacía. La deterioración de su estado de salud, según
unos, sensible mejora, según otros, preocupaba o tranquilizaba a unos u otros.
- Ni en esto estamos de acuerdo
- Si. Parece que, como buenos árabes,
nos pusimos de acuerdo para no ponernos nunca de acuerdo[6]
- Pero, por Dios, ¿Quién ha
dicho que está peor?
- No lo sé.
- Para mí está mucho mejor que
antes. Lo que pasa es que enferma o sana, queramos o no, Yamna se ha convertido
en un verdadero fenómeno cultural
- ¡Tanto!
- Y tan calvo
Nadie sabía. Nadie quería
saber.
- A mi me da la impresión de que
está mejor que antes.
- ¿Tú crees…?
- Sidi dijo que todo es voluntad
de Dios.
- Bendito sea su santo nombre.
- « Él me lo dio, Él me lo
quitó… bendito sea su santo nombre »
- Mira a mi no me gusta bromear
con esto. Detesto este tipo de frases hechas, que además de no tener nada que
ver con nuestra religión musulmana, huelen a reacción burlona a lo que haya
dicho Sidi
Conciente de la nueva
situación y embriagada por tanta importancia, Yamna se sentía, efectivamente
mejor aunque no lo aparentaba ni hacía el menor gesto para desmentirlo. Para
ella la nueva actitud de su entorno constituía una providencial terapia. Sabía
que una mala noticia es siempre mala y la buena siempre buena pero el modo de
anunciarla determina el grado de su efecto.
Lo suyo era, a la vez, buena y
mala noticia, pero ella, incorregible como era, la interpretaba según las circunstancias
y sus conveniencias
Era su tragedia íntima. Volvía
a sentir la excitación del flechazo aunque le parecía estar infringiendo las
supuestas reglas de la…familia.
«Que Dios me perdone » repetía
sin cesar pero con cierto sadismo cuando constataba la intriga que producían
sus reacciones.
Estaba tranquilamente
desesperada. Más simple y más prudente, esperaba que esta vez el favorito no
gane. Se desplazaba lenta pero elegantemente con su enorme bolsa de
medicamentos de una habitación a otra, acariciando cada ápice del espacio de la
vivienda en busca de la irremediable soledad y del misterio « a mil leguas de
la muerte » como la describía Ami Ahmed con su delicioso acento tanjaui[7]eternamente
presuroso.
Los invitados
afirmaban que estaba mejor. Otros expresaban nuevas dudas en cuanto a su salud
mental. Todos estaban de acuerdo en que « Algo ha cambiado en esta pobre
mujer».
Ella en cambio, esperaba
pacientemente el remedio de Ami Abdeslam. Creía realmente que aquella
psicología del rumor no debía alterar su determinación a volver a ser mujer a
parte entera.
En su impaciencia se mostraba,
a veces, grosera. Sin embargo propios y extraños reconocían su encanto personal
cuando decía y lo repetía « Nadie me aburre. Todo el mundo es ùtil ».
Soñaba de manera caricaturizada.
Pasaba largas horas escuchando la testaruda música de un grifo que goteaba. Sus
retos se han convertido en íntimos y sus gustos y preferencias, en abstractos.
Daba la impresión de prepararse a salir de su universo gris y de su clima
eternamente brumoso.
Todo el mundo en la casa lo
comentaba: Yamna pensaba en algo. Creía algo. Esperaba
algo.
¿ Qué era este algo ?
Nadie se aventuraba a diagnosticar... a explorar... a descubrir….a prever.
Pero no cesaban un instante de
reflexionar sobre la violencia de esta repentina metamorfosis y sobre la
identidad de la « nueva » Yamna,
increíblemente fiel al espíritu y a la letra de un misterio surgido de
donde nadie esperaba.
Todos estaban convencidos de
que sabía algo y no lo quería revelar. Algo sobrenatural. Algo como solo a ella
se le puede ocurrir.
- ¿No has observado una cosa?
- ¿Qué cosa?
- Que desde hace días cuando
habla de dinero, Yamna lo hace con pesetas
- ¡ No me digas !
- Esta misma mañana la escuché
contar con « perra gorda », « perra chica », « un duro »,
« cinco reales »
- ¿ Estás seguro ?
- Segurísimo
- De todas formas yo conozco a
muchos que siguen cambiando los francos con la peseta. Es simple forma de
hablar. Impermeables al cambio y a la realidad o bien nostálgicos de una época
en que eran víctimas pero se tomaban por mártires
Sidi Mohamed había aconsejado
a Ami Abdeslam de dejarla tranquila. De no molestarla y de ser posible de
mantenerse a distancia de ella.
-
« El paraíso está a los pies de las madres » [8] le recordó Sidi
Mohamed con cierto hechizo.
- Yamna no es madre, respondió
con malicia Ami Abdeslam en voz muy baja para que no lo escuchara su hermano.
- ¿Has dicho algo?
- No.
Las idas y venidas enfermizas
en el pasillo la hacían desafiar la autoridad familiar y el fuego de artificio
de sus ideas, de una rara originalidad, dejaba perplejos a todos.
- Ya os decía yo que está
chalada pérdida
- ¡Qué va!
- Que si, ¡Hombre!
- Que te digo que no. Los
chalados somos nosotros
- Lo que dice y lo que hace
ilustra hasta la caricatura su estado físico y psíquico absolutamente anormal
- Siempre fue así
- Pero ahora infinitamente más
En efecto...
Yamna pasó la noche llorando.
Decía que difícilmente puede vivir sin su gato que se le murió en las vísperas.
Lloró tanto que se temía otra historia de Imelchen[9]. Nadie quiso
consolarla porque nadie comprendió lo que pasaba… hasta que Sidi Mohamed le
recordó que ella nunca tuvo gato, que siempre detestó los gatos, que tenía un
miedo atroz a todos los gatos y que debía hacer un esfuerzo suplementario «
para que aquello no se repita en el futuro ».
- Debe ser este insoportable calor, dijo Sidi
Mohamed mirando con cierto desprecio hacia los que escuchaban sonriendo. Está
causando muchos estragos, explicó. Yamna tiene la pobre una salud muy frágil y
es normal, agregó con acento triste
- Es un poco más que el calor,
contestó Ami Abdeslam con picardía en un alarde de mala interpretación del
argumento de su clarividente hermano
- Además del asma debes buscar
algo para esto
- Esto no tiene
solución. Si te vuelves loco, adiós muy buenas
Con la prudencia de un arzobispo,
Yamna escuchaba y analizaba atentamente sin intervenir, auto confiscándose el
derecho de responder a lo que la concernía directamente. Tomaba todo su tiempo
para analizar sola tanto descaro y tanta intensidad.
Otro capítulo que viene a
sumarse a los tantos « escritos, como diría la angelical Fayruz[10], pero con agua...que
las olas o el calor borrarán o secarán ineluctablemente ».
Era demasiado pero para ella
irremediablemente soportable. En la misma sopa le servían todos los
ingredientes de la locura. Comenzaba a tener la sensación de que la familia
cambiaba constantemente de humor y de actitud. Yamna tenía la íntima convicción
de que se trataba de síntomas de la
intuición de todos de la inminencia de un desenlace fatal. Pero no podía evitarlo. « La victoria
del placer sobre la virtud », pensaba con una especie de mezcla entre tristeza
y placer.
No ignoraba que la pasión es
mala consejera. Se consolaba haciendo su posible y un poco más para conservar toda la calma ante tantas
paradojas e incongruencias. Estaba increíblemente convencida de que era
oportuno cerrar los ojos ante todas aquellas prácticas dudosas y encerrarse
herméticamente en un mutismo edificante. Esta técnica le mostró siempre su pertinencia y su
eficacia y Yamna no se permitía ninguna duda..
Entre guiños, gestos, sonrisas
y la complicidad de los que comenzaban a cansarse de esperar el « advenimiento
», Ami Abdeslam volvía a prometer alegremente a Yamna un pronto remedio a sus
sufrimientos.
- ¿Y a qué esperas, Sidi Abdeslam?
insistió suplicando pero machaconamente
- Paciencia mujer. Paciencia.
Todo en su debido momento.
- Dios es Clemente y
Misericordioso
En un
gesto casi perfecto de una mezcla entre la impaciente espera y la obligada
resignación, propia de una bomba reloj, Yamna disparό una de sus misteriosas
miradas y dio gracias a su sésamo antes de secar sus cansados ojos de tanto
despecho.
[1] Si Dios
quiere
[2] Código
instaurado por el imperador Taizu ( Genghis Khan) que define los principios
fundamentals del
derecho Mongol
[3] Alcaldes
[4] Nada.
Juego de palabras entre Uali o súper-gobernador, y ualu o nada
[5] Himno
del nacionalista Partido del Istiqlal
[6] Ibn
Jaldun, sociόlogo árabe
[7] Tangerino en árabe
[8] Profeta
Muhammad
[9] Región
marroquí con una legendaria romería en que dos enamorados, un príncipe y una
mujer, separados por fuerza lloraron
tanto que llenaron ríos y llanuras de lágrimas
[10] Cantante libanesa
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