« Yamna o Memoria ĺntima » de Said Jedidi FUEGO LENTO: IV

















« En el Día del Juicio Final pesarà la tinta de los sabios y la sangre de los màrtires. No habrà ninguna diferencia entre ambas »
                                                                                                              Profeta Muhammad (SAS)
 

Escuchar a Yamna hablar, cuando es posible, es navegar entre  la realidad y la ficción.  Se tomaba por una de las muchas víctimas de los vendedores de ilusiones de esta ciudad. Su vocabulario, limitado pero preciso y conciso, nunca lograba traducir sus sutiles ideas. Cuando sonreía parecía una mariposa en la luz... cuando lloraba volvía a ser lo que era en realidad: un espantoso misterio. Sentada de rodillas, como a ella le gustaba, comía el horizonte con apetito, sintiendo como un sorbo de placer el flujo y reflujo de las olas del fuerte viento que sacudían las inmaduras espigas de trigo. De repente se dió cuenta de que ella respiró siempre el campo. «  Creo que tengo una vocación campesina », pensó recordando las continuas bromas de R’Kucha cuando la trataba de jeblía[1]
Se cansó de esperar el alba de una nueva era. Decía y repetía que el « resto de mi vida está escrito ». De una incurable superstición creía firmemente «  que cuando Dios quiera esto cambiará en un abrir y cerrar los ojos... y si no ha querido aún será por mi bien »
Ante la tremenda capacidad de improvisación de Ami Abdeslam se sentía desarmada y entregada literalmente a la exasperación. De nada le servían sus reflejos pavlovianos. « Es mi destino », se limitaba a comentar con una triste y enigmática sonrisa luego se quedaba sin voz. Él, en cambio conservaba intacta la suya.
     -     Hablas y te mueves con tanta elegancia que a veces me pregunto, Yamna, si no tienes prestadas estas formas de ser y de actuar.
     -     Tampoco yo lo sé, respondía con una voz sorda. Pero te agradezco el detalle y la sospecha aunque preguntar por preguntar yo también me pregunto ¿a quién se puede prestar  formas de ser en esta casa y en esta sociedad?
No estaba lejos de un llanto pero lo tragaba. No explicaba. Nunca se atrevía a explicar. Se limitaba a fingir una corta y expresiva sonrisa. Sin embargo buscaba desesperadamente argumentos a las visiones paranoicas y hasta a las expresiones de los frecuentes y primarios racismos sociales.
     -     Me voy. Tengo mucho trabajo. No olvides que estamos en vísperas de Aid Al Maulid [2]  
     -     Que Dios te ayude.
     -     Te prometo, Yamna, que te voy a buscar un buen remedio para que me recuerdes toda tu vida.
Se va y mucho gana ella con que no esté.
Las madrugadas campestres inspiran. Pero ella no necesitaba madrugar para inspirarse. Su memoria contumaz y desfalleciente la traicionaba a menudo. El otro día casi le cuesta el ojo de la cara. Inquietó a todo el mundo cuando, en una de sus recientemente frecuentes alucinaciones, se puso a llorar, alegando que la lluvia iba a mojar a su difunto padre en su tumba desde hacía 29 años.
Ni llovía, ni ella conociό jamás el lugar de la tumba de su difunto padre.
     -     Creo que voy a tener que buscarle urgentemente un remedio, propuso irónicamente Ami Abdeslam
     -     « Cada lágrima, una verdad » [3] soltó alguien
     -     « Sólo a través de las lágrimas, el ojo ve bien a Dios » [4] dijo otro

Yamna les dio la ocasión. Todos comenzaron a analizar el complejo lenguaje del lloro.
Más justo pero menos ostensible, Sidi Mohamad evitaba siempre lo que llamaba  seriamente « ventanillas abiertas a otro tipo de tonterías ».
     -     Yamna, le dijo en voz alta pero con una nota de ternura. Espero que esto no se repita. « Bebe de la sabiduría sin importar el recipiente que la contenga » [5]
     -     Lo siento mucho, Sidi, no sé lo que me pasó. Desde ahora en adelante trataré de ser más prudente. Lo prometo. Lo juro por Dios
Paciencia e impaciencia. Sabiendo que lo de la pobre Yamna debía ser una cruel manera de morir, Sidi Mohamad era conciente de que estaba vacilando entre lo irreal vivido y lo real soñado. Trataba de proporcionarle un fin grandilocuente.
Los demás sospechaban desde el comienzo que, con sus habituales argumentos, Yamna afirmaba más que convencía, respetaba alguna extraña regla del secreto familiar. Pero indicios e indiscreciones como lo de la tumba de su padre permitían algunas suputaciones..
Ella no lo ignoraba pero su problema, como solía decir, era que « me haría falta más de una línea para explicarlo todo ». Ella no tenía no podía tener más de una línea para decirlo todo. Por eso, prefería callarse y en vez de denunciar el acoso moral de Ami Abdeslam lo consideraba, de cierta forma, como un cumplido y no ocultaba su admiración por su increíble capacidad de crear el deseo, la espera y el suspense.
     -     Sabes Yamna...
     -     Si... ¿Qué hay de nuevo?
     -     Las condiciones en las que se ejecuta a los condenados en Estados Unidos no responden ni siquiera a los criterios exigidos por los veterinarios para sacrificar a los animales. Sin embargo..
     -     ¿No estarás pensando en ejecutarme?
     -     ¡Qué va! Si estás ya ejecutada... Quiero decir que bastante tienes con lo que padeces.
     -    Los hay que padecen más y de todas formas padezco y no hago padecer a nadie, gracias a Dios
     -     Creo que te comprendo  
Por tontería, ignorancia o inconciencia, Yamna se enfadaba por una necedad. Se aburría siempre de este universo de ritos y de su pedagogía de la incertidumbre. « Soy tetuaní, como todos ellos,  antes de ser críada » solía repeler insidiosamente en una repetida oda, basándose en un equilibrio social precario y difícilmente aceptable por los que defienden a capa y espada el orden establecido.
La única vez en que expresó una opinión fue cuando dijo que la enorme chimenea de la Compañía Eléctrica de Saniat R’Mel[6], construida por los españoles, le parecía siempre como una barrera entre Tetuán y el cielo.
     -   Construida seguramente por el colonialismo para evitar el contacto directo entre los tetuaníes y su Dios, reaccionó con un guiño de ojo a los demás, Ami Abdeslam.
     -     Probablemente, interpeló Yamna.
     -     Eso, probablemente porque igual hubieran pedido a Dios la inmediata independencia
     -     … o que heredasen su potencia
No se escuchó carcajada alguna. Todo el mundo estaba ocupado en descifrar el crucigrama de Yamna.
Ella, en cambio, seguía esperando el remedio-milagro prometido y hasta entonces incumplido por Ami Abdeslam.
El ejercicio de la rutina y su mantenimiento a una distancia respetuosa la hacían sufrir atrozmente sin que lo manifestara nunca, ni siquiera en sus letanías.
Creía supersticiosamente que si no vuelve a encontrar su salud en esta casa no la volverá a encontrar nunca en ninguna otra.
Por eso buscaba la baraka [7] en todas las esquinas de todos los pasillos muy masculinos de la casa familiar.
     -     Nunca se sabe, le dijo Amina una tórrida tarde de agosto en dar del behar[8], de donde menos se piensa puede saltar la liebre y en tu caso, en el día menos pensado te despertarás y te encontrarás como si nunca hubieras tenido nada
     -     Que efectivamente no tengo nada
     -     Me refería a tu enfermedad
     -     Lo sé, hermana, que Dios te oiga, repitió prosaicamente con la mirada fija en el techo buscando algún indicio divino.

Desde entonces nunca cesó de buscar algo... alguien... que, con cautela y en voz baja, le revelara el tan y desesperadamente esperado remedio. « ¡Santo Dios! estoy pecando. Envidio a los que respiran mejor que yo ».
Ecuaciones de espacio. Todos los teoremas de Yamna tenían un reverso. La vida vengadora… el rencor sin querer y la codicia desentendida. La venganza de quien no la tiene.
           Sin embargo no todo era permitido para arrancarla de la muerte  
        -     ¡Que eres una ignorante… de la peor especie! No porque ignoras, sino simplemente porque sigues tus deseos y tu placer más que la razón, le advirtió Ami Layachi, hombre de pocas palabras pero de una franqueza proverbial, cuando la encontró coqueteando entre las flores con los demás miembros de la familia.
Él, por lo menos, la quería a su manera pero sinceramente. Se interesaba constantemente por su salud y le decίa que nunca la olvidaba en sus oraciones.
           « ¡Otra perversión amistosa! » pensó sin proclamarlo.
     -     Tiene razón. Con la humedad del mar y el polen de la primavera, cualquiera puede respirar. Pero tú no quieres perder ni una.
« La dictadura del destino »  respondía Yamna sin convicción.
Allí por lo menos, en las noches en que sufría menos, podía dar un paseo y hacer gala de sus encantos femeninos marchitados por once meses de metamorfosis.
En efecto, con su chilaba de colores vivos e intencionados, su velo blanco bordado, cuidadosamente planchado y sus zapatos, minuciosamente acepillados, Yamna seducía a los que no la conocían o ignoraban su calidad social. Parecía otra... Toda una señora que no dejaba indiferentes a muchos hombres.
En la calle nunca presentaba la imagen de una doméstica. Desaparecían su apatía y su avidez. Su elegancia ocultaba perfectamente la habitual pusilanimidad y su arrogante marcha, su condición social.
Atraía la atención. A veces incluso de manera escandalosa y esto la confortaba.
De regreso a casa, era blanco de los más dispares comentarios, casi todos irónicos o insidiosos.
     -     ¡Qué elegante!
     -     Parece a Layla Murad [9]
     -      Más bien a la Gioconda.
            Ami Abdeslam nunca brillaba por su ausencia. Pero la risa duraba poco.
     -     De nuevo vuelvo a ser Yamna... como la preferís, respondía resignada, dirigiéndose a la cocina para ayudar. «Vuestra Yamna, » remató atando a su cintura el delantal.
Violencia visual. Dos mundos. Dos personajes y el mismo afán de ser una persona a parte entera. Las apariencias, no sólo engañan, sino a menudo, masacran.
Nadie tuvo tiempo de preguntarle lo que quería decir. Pero todos se quedaron mudos, esperando alguna puntualización. Sólo la voz de Ami Abdeslam mezclada con una extraña risa rompió el silencio.
Atrincherada en la cocina, Yamna escuchaba su nueva anécdota:
     -     En un concurso de pintura sobre el hambre, el primer premio fue para un cuadro en el que estaba pintado un culo con una tela de araña que cubría el orificio.
     -     Abdeslam, que vamos a cenar. Un poco más de razón
     -     ¡Qué gracioso!
     -     Nunca piensas en el pròjimo
     -     Ni en el lejano
Las sonrisas envueltas en hipócritas reproches no engañaban a nadie. Desde la cocina, Yamna les recordó con humor que la cena aún no estaba preparada « así que podéis seguir con vuestras insoportables tonterías », les anunció con humor y lucidez.

Todo el mundo lo constató. Yamna llevaba una semana bebiendo como una cuba.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          Habitualmente pálido, su rostro tendía ahora hacia el rosado. Creía firmemente, sin tener que pedir consejo a nadie, que su estado de salud mejoraba. Los demás pensaban lo contrario. Pero ella no se dejaba aturdir por lo que llamaba « argumentos superficiales e improvisados ».
     -     Será el calor.
     -     No. Yo creo que es otra cosa.
     -     ¿Qué quieres decir?
     -     No. Nada.
     -     ¿Cómo nada? Sé a qué te refieres, cabrón
     -     Todo el mundo lo comenta
En la mente de aquella gente siempre había « otra cosa ».
Yamna comenzaba a confundir los tiempos. Soñaba en voz alta y mayúscula. El amor, mil veces soñado en « technicolor y cinemascope » le interesaba menos que la complicidad.
  El deseo de ser como los demás la desgastaba.
 Pero con su espíritu tranquilo, cierta legitimidad en los argumentos y gracias o a causa de su repentina transformación en grosera como la sociedad que la adaptó, Yamna comenzó a detestar las máscaras pero seguía rechazando, por miedo o precaución, toda lógica de conflicto. « La mejor manera de no perder una guerra es no hacerla », volvía a proclamar en medio de sus frecuentes convulsiones.
Creía firmemente que, desde lo más simple hasta lo más elaborado, todas las lógicas se secaban y no dudaba un instante que, a excepción de algunas distinciones de circunstancia, de nada le sirvieron ni le servirán sus buenas referencias.
Con su nuevo carácter impulsivo y a veces imprevisible lo decía entre sonrisa y lágrimas: «  Lo mío fue siempre una liberación condicional »
     -     Creo que debemos hacer algo.
     -     ¿Pero, qué podemos hacer nosotros?
     -     Casi no duerme y dice cada tontería.
     -     ¿Y qué?
     -     Que no es normal.
     -     La otra vez me pidió tomar su temperatura.
     -     ¿Ah, sí?
     -     Normal. Mejor que la de todos nosotros.
     -     ¿Y con qué tomaste su temperatura? de hecho ¿Sabes lo que es un termómetro?
Insomne y con un tono, cada vez más ácido, Yamna comenzaba a preocupar seriamente. Todo el mundo se preguntaba si tenía algún pariente o una última voluntad. Todas las preguntas resultaban vanas. Yamna se encerraba en una hermética incertidumbre.
     -     Abdeslam, tú prometiste encontrarle un remedio.
     -     Y sigo prometiéndolo.
     -     ¿Para cuándo?
     -     Muy próximamente.
     -     La pobre está, como diría el otro, en la recta final.
     -     La vida depende  de Dios
     -     Y sólo de Él
Cruel ironía de quien necesitaba urgentemente un remedio y quien no lo tenía pero lo proponía sólo para hacer reír.
Nadie se preguntó si eran conflictos de valores o simplemente derecho de discrepar en los métodos.
A Yamna, insolente y discretamente insumisa nadie nunca sorprendió nunca en flagrante delito de estupidez.



[1] Aldeana. Mujer del campo.
[2]  Fiesta del nacimiento del Profeta Muhammad.
[3]  Platon
[4] Victor Hugo
[5]  Profeta Muhammad
[6]    Barrio periférico de Tetuán
[7]     Bendición
[8]     La casa del Mar. Los tetuaníes solían pasar el verano en las playas.
[9] Cantante y actriz egipcia de los años 40

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