I
« El estilo, aunque no lo dijera Buffon, es también la mujer ».[1]
Con elegancia y una serenidad que hechizaba a propios y extraños, Yamna sacó de su, durante lustros, misteriosa bolsa
de terciopelo, la carne de la tortuga debidamente preparada. Sabía que la más
mínima anomalía despertaría el apetito de sus detractores para impedirle su
ceremonia ritual. Sólo ella conocía el orígen de los ingredientes. Desplegaba un
gigantesco esfuerzo para que todo recobrará normalidad.
- Hay olor a Laud[2]
- Lo trajo Yamna
- ¿Estás seguro?
- Dicen que lo puso para despistar a los que
pudieran quejarse eventualmente del mal olor
- Muy astuta… muy audaz pero también muy
amable y atenta a los demás
- Pero también muy conciente
Supersticiosa como una imperadora,
Yamna llevaba días advirtiendo, en vano, a Yussef y Fadl, de que « el
bastón familiar » en alusión a la sucesión de Sidi Mohamed sería mortal.
-
Por ahora deséale larga vida, la respondían al unísono
- Que el Altísimo le acuerde larga y feliz
vida. Pero lo del bastón me lo dijo el Fkih Khiuich[3]
- Yamna que has vuelto a ver a los
curanderos
- Pues él dice que todos son curanderos.
Unos mejores que otros.
- Ya te advertimos que son unos mentirosos
que pueden ser peligrosos
- Era sólo para preguntarle justamente sobre
los peligros que representa la carne de la tortuga.
- ¿Y qué te ha dicho?
- Nada o casi nada...
- Ya te lo hemos dicho y repetido. Que no es
buena y puede ser incluso peligrosa para la salud
Muchos años después, nadie
recordó aquél grito de alarma macabra cuando los dos hermanos, uno tras otro,
murieron en la primavera de su juventud siguiendo la línea de sucesión en
circunstancias, cuando menos, inéditas en plena juventud.
De número dos de la casa, Ami
Abdeslam « siempre engañado, fugitivo o culpable»[4] desapareció, sin
poder evitarlo, en la jerarquía familiar.
Todos los testigos oculares seguían
preguntándose sobre lo que hizo cuando Yamna
procedió a la ejecución de su receta.
Lo que pasaba en el GULAG de Yamna,
educada en la indiferencia y que no abandonaba bajo ningún pretexto, no dejaba
indiferente, durante lo que duró el cocido del pobre quelonio, ni a propios ni
a extraños. La familia pasaba el día contándose anécdotas al respecto.
Abierta a todas las audacias,
la situación creó una hipnosis colectiva, elemento interpretativo de la
incredulidad de todos a formar parte de aquella coyuntura.
- Que no sale de su rincón
- Si no molesta a nadie
- Ella no, su olla si
- ¿Por qué?
- La gente… ya sabes lo que es la gente y su
larga lengua. Ayer..
- ¡Déjate de chorradas !
- Ayer la vecina del diez preguntó por el
extraño olor a..
- De las dos cosas una: O bien, tú exageras
o ella miente. No hay ningùn olor. Además de que tomó todas las
precauciones para que esto no ocurra y no ocurrió ni ocurre, vosotros pasáis el
día y parte de la noche comentando con diferente tono e ironía lo que hace o
deja de hacer. El espectáculo tiene un precio
- Creo que no me comprendes
- Es que, de repente, me he vuelto tonta
Todos la veían sin verla.
Junto al hornillo, cuidando con extremo cuidado para que la ceremonia no
molestara a nadie… menos aún a la ama de casa, Yamna hacía todo su posible y un
poco más para presentar la situación como de total normalidad.
- ¿Sabéis la diferencia entre un español
rico y otro pobre? La pregunta en voz alta pero abstractamente apagada procedía
del pasillo donde Ami Abdeslam trataba de despertar la curiosidad de Yamna
Nadie se interesó por este repentino despertar del sentido de humor
- Pues que el español pobre lava él mismo su
Mercedes mientras que el rico tiene empleados para ello, prosiguió, seguro de
que nadie le iba a pedir continuar
- No debe ser el español porque en España ni
Franco tiene un Mercedes. ¿No has visto a su guardia mora montada en
caballos? replicó instintivamente Yussef
- Pero esto no significa que no hay
Mercedes
- Lo dije en
broma. Entre los miembros de esta famosa guardia los hay que posteriormente se
convirtieron en los joyeros más famosos de Europa y del mundo y hasta el
pretendientes a la presidencia del Atlético de Madrid.
Entre la ya difunta era y la
emergencia de la nueva se instalaba la inevitable lógica de la rectificación.
Los sentimientos confusos desaparecían ante la elocuencia y la transparencia
juvenil. Todo el mundo, unos más que otros, tenía una sensación compleja y
delirante de que algo se movía.
Las impudencias adquirían otro
sabor y otra dimensión. Los contextos eran otros. « Vísteme despacio que tengo
prisa »[5] solía recitar teatralmente
Yussef cuando se le pedía hacer algo con precipitación o desorden.
Gracias a su disciplina del
gesto, la familia dejó de cenar con pan, mantequilla y té como siempre lo hizo
y como nadie contestó su valor nutritivo. La tortilla española irrumpió en las
noches gastronómicas tetuaníes y una enigmática mezcla de nueces y leche para sustituir
la horchata valenciana refrescaba las largas noches de verano. La profundidad
de personalidad de los dos hermanos cambiaba, con discreción y delicadeza sin
contestar los valores de identidad, el curso de la vida cotidiana.
La ausencia de respuestas
apropiadas y adaptadas a la nueva realidad imponía paciencia y curiosidad.
Entre el sueño de unos y la intuición de otros se incrustaba toda una evolución
social. La toma de una nueva conciencia crecía de manera exponencial.
- Sin Yussef y Fadl, Yamna nunca
hubiese desafíado a todo el mundo
- ¡Pero qué demencia! ¿A quién ha desafiado?
- A todos
- ¿Y yo, no formo parte de tu « todos »?
Pues yo no juzgo su actitud como un desafío ni a mí ni al resto de la familia
- Lo único que hicieron los dos fue
acordarle generosa y exageradamente más
de derechos. No hace falta que me preguntes como se llama esto en la sociología,
te lo digo: indigestiόn social
- ¿Derechos? ¿Indigestión social? Inventas
palabrotas
- Si, exactamente lo que todos vosotros o por
lo menos los que piensan como tú confunden con deberes y obligaciones
Yamna estaba lo suficientemente
ocupada por su olla y su leche que se agotaba drásticamente como para acordar
la más mínima importancia a lo que sucedía en su entorno ni a las continuas
reflexiones burlonas que se hacía a lo largo de todo el día.
- Va ya en su segundo litro de leche
- ¿Y la tortuga?
- Que Dios la tenga en su santo seno
- La pobre no para de comprar leche, carbón
e incienso
- Pero no mendiga. No pide a nadie. No suplica. Se la apaña como puede
- O como debe
Esta vez, Yamna se interesó particularmente por el relato de Ami Abdeslam. Como a muchos tetuaníes siempre sintió una irresistible atracción por el pintoresco personaje y sus profecías.
- Les voy a contar la última de Zraa Kuon[6]
- ¿Qué le pasó a este genio?
- Bueno... tanto como genio, personalmente
lo dudo
- ¡ Amigo! El que no duda no
sabe cosa alguna. Digamos un loco esclarecido
- Qué frase tan contradictoria
- ¿Qué pasó?
- Estaba en Rabat. De repente se le ocurre
limpiar sus botas. Al terminar ofrece 50 dirhams al limpiabotas, quien le dice
que no tenía cambio. « No. Llévate todo el billete », le dijo
sonriente y generoso. El limpiabotas no cree sus ojos ni sus oidos. « Te doy
todo el billete, puntualizó Zraa Kuon con acento noble pero firme, para que el
día de mañana cuando te nombren gobernador en Tetuán no me olvides »
Sus interlocutores tardaron un
instante antes de comprender el profundo alcance del humor con acento
profundamente regionalista del relato.
-
Es un genio frustrado, suspiró Yamna clandestinamente sin
dejar de seguir con su mirada los movimientos de las burbujas multicolores en
la superficie de su olla
Era el
comienzo del verano. El muro de Berlín aún estaba en pie y la guerra fría
helaba hasta los huesos a todos los tercermundistas que estaban condenados a
aliarse a uno u otro bloque. Debido a su posición geográfica en tanto que
encrucijada cultural y… geopolítica, Marruecos estaba expuesto a todas las
corrientes. Tetuán vivía con el presente agarrada a su resplandoroso pasado
milenario.
En la
familia la vida recuperaba su curso casi normal, siguiendo los retoques
aportados por los hijos.
Insensible a esta nueva
realidad, en Tetuán nadie creía que el destino se detendría con el frío o el
calor de las guerras de aquél mundo bipolar. La ciudad y su gente estaban aún
exageradamente acostumbradas al ritmo austero y a la frugalidad, impuestos allí
y más allá por el aún fresco protectorado español y en los cuales se confundían
conceptos tan fundamentales como la vida y la existencia. Todo intento de
olvidar el pasado reciente constituía una auténtica manifestación de un extraño
hedonismo individual y colectivo, en una ciudad donde los placeres brillaron
durante toda la época colonial por su ausencia.
Casi nadie preguntaba por Yamna,
quien en ausencia de las ásperas disputas de las vísperas y la absoluta soledad
en que se auto encerró en su rincón ahora literalmente sumergido en la oscuridad
y el vapor de la olla, comenzó a acostumbrarse al trato por intuición.
- ¿Cuanto debe durar lo de Yamna ?
- Pues mira mujer no lo sé con exactitud
pero pongamos, por un poner, cinco o seis días
- Tantos…
- Esto es lo que se dice por allí. Yo ni soy
cocinera ni entiendo de carnes de tortuga
- Patriotismo gastronómico
- ¿ Qué has dicho?
- No. Nada.
Melancólica, casi fúnebre, Yamna
parecía correr tras la juventud eterna. Su nuevo entorno creaba pasiones
suplementarias. En el resto de la casa se contaba y se repetía con diferentes
comentarios y análisis lo que F’Dila afirmó haber escuchado « de la
mismísima boca de Yamna » :
- Yo no sé lo que quería decir con ello
pero..
- ¿Pero que dijo mujer?
- Sé que no me vais a creer pero os juro
por Dios que me dijo que no sabía por qué sentía menos respeto y consideración
por los mártires y más compasión por las víctimas
- ¡Será posible! ¿Ha dicho esto? Pues
debería haber perdido la razón
- Es más. Dijo también que admiraba mil
veces más a los supervivientes que los caídos en, a ver, aver, ¿Cómo ha dicho? ¡Ah
si ! en los campos llamados de honor y que no lo son porque, precisó, los
que lo califican así están vivos
- ¡Alucinante! Se ha vuelto loca. La pobre
mujer entró en el tumultuoso mundo de las alucinaciones
- ¡Pero qué alucinación ni qué niño muerto! Lo
que quiere decir simple y racionalmente es que está luchando para sobrevivir y…
punto
- ¡ Será posible !
- Pues… más que posible
- Pues…cierto
El ambiente en la casa
invitaba a la sobriedad. Con, a la vez, tranquilidad y firmeza, Yamna descubría los encantos ocultos de su
apasionante atolladero.
- Te lo digo yo. Ella nunca lo dijo ni pudo
decirlo
- Y yo te digo que a mí me dijeron que la
escucharon decirlo y que era-es el efecto del consumo de la maldita carne de la
tortuga y demás extrañas plantas que
trajo
- ¡Que no, hombre!? Pero quién es ella para
decirlo y qué nivel intelectual tiene esta pobre mujer para poder pensar en tan
delicada reflexión socio-religiosa?
- Te digo y te repito que Ami Abdeslam la
escuchó decirlo a R’Kucha
- Será otra broma de las suyas
- ¡Que no! Yamna lo decía sin
rodeos
- Repíteme lo que dijo
- Que, para ella, la fidelidad conyugal
equivale a un suicidio sentimental
Ebria de superstición, Yamna levantaba
sospechas de todo tipo. Su repentina presunción era interpretada como
comunicación con extraños espíritus. Se le atribuía un nivel de instrucción con
el que nunca soñó y su largo silencio se confundía con una probidad
extraterrestre.
- La otra vez se preguntaba quién le dijo
que los cuatro ríos del paraíso salen de una fuente central, dibujando una
especie de cruz
- Debe ser Yussef porque es el único en esta
casa que visitó la Alambra
de Granada
- Tienes razón porque, junto al Fadl es
también el único que sigue encontrando eco en el mundo de Yamna
El calor y la palidez la hacían
aparecer incluso de una belleza aplastante.
Los días pasaban lentamente y
en la mente de Yamna comenzaban a germinar los indicios de una pronta
convalecencia. Del deseo, nunca desmentido, pasó a la certeza del argumento. Su
pensamiento seguía su lento pero inoxidable curso. Veía lejos y se lamentaba
amargamente de que la mujer tetuaní o por lo menos la de su nivel o incluso un
poco más, no tenía acceso a la fotografía para recordar lo que era.
- Pero muchas mujeres de Tetuán se dejan fotografiar,
le dijo R’Kucha
- No muchas, ni tampoco muchos hombres. Yo por
lo menos no tengo ninguna fotografía mίa
- Será porque a tí no te
gusta
- Si que me gustaría tener una fotografía
mía. Sería como si me mirara en un espejo pero dicen que esto es contrario a la
religión
- ¡Qué barbaridad! ¿Religiόn, quién te lo
dijo, tonta?
Ahora que, debido al vapor y a
la autosugestión curativa, denunciaba este laxismo a la familia, incluso a la
« buena amiga » R’Kucha esto le parecía indecente.
A medida que pasaban los días
el comportamiento de Yamna adquiría el carácter de un paréntesis espiritual que
amigos y detractores exaltaban con los mismos adjetivos.
- Esto parece un sacrificio
ritual
- ¿Por qué lo dices?
- Llevamos tres días con este asqueroso olor
- Si no hay olor
- ¡Claro que si! Olor y color. Lo peor que
nos pueda ocurrir sin embargo todos parecen haber sido contagiados por su metamorfosis
- No exageres si sólo se han vuelto un poco más razonables.
Todos... menos tú
La realidad era que molestaba
mucho que nadie supiera lo que Yamna hizo o lo que estaba haciendo. Pero la
mayoría de los miembros de la familia admiraba cómo vivía el momento con tanta
intensidad.
- Le da una dimensión ritual
- Vosotros también
- ¿Y por qué se la vamos a dar? ¡A nosotros
qué nos importa!
- A todos nos importa. Queramos o no, con su
actitud vehemente, Yamna nos está dando una lección de perseverancia y de
voluntad
Sonreír, mentir y volver a
hacerlo, como reza el anuncio publicitario belga. Algunos parecían odiar por
necesidad.
Aunque ni difícil ni
exaltante, la defensa de los nuevos valores de tolerancia y comprensión, en
gestación en el seno de la familia, parecía para algunos, sórdida e incluso
inaceptable. Los detalles más ínfimos se percibían con microscopio.
La cultura de las zancadillas
chocaba con la reivindicación de la emancipación social.
Yamna no ignoraba que lo suyo
era el revés del espejo de aquella circunstancia.
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