« En el Día del Juicio
Final pesará la tinta de los sabios y la sangre de los mártires. No habrá
ninguna diferencia entre ambas »
Profeta Muhammad (SAS)
IV
Agonizaba « La Valenciana »[1]. Desde hacía tiempo la carretera entre Tetuán y
Martil dejó de ser la misma. Los once kilómetros parecían más largos, monótonos
y más aburridos. El placer de llegar a la angelical playa comenzaba a perder
intensidad, adquiriendo una tonalidad levemente diferente. El tiempo parecía
descompuesto y el destino perdido en ardores resignados casi frustrados.
Las faldas del Dersa daban la
impresión de no soportar la vejez.
A la vez, aliviada y lacónica,
Tetuán mostraba dificultades en acostumbrarse a su nuevo ritmo. Parecía menos
coqueta que antes, más inquieta por su futuro. Las blancas callejuelas de su
casco viejo fotocopiadas de su gemela Granada parecían temibles laberintos
silenciosos en los que la vida casi no existe o …casualmente. Su cal perdió su
legendaria blancura salvo a la vuelta de la esquina cuando se tropieza en un
nuevo edificio, crecido al azar como hongos, sobre las ruinas de un patrimonio
milenario, cuyo destino cesó de compartir con lo que algunos llamaban Tetuán
eterna.
Sin embargo nadie entendía por
qué había más ruido y más violencia.
- Parece una mosca en un vaso de leche.
Miles de familias tetuaníes
seguían disfrutando del agua del « Scundo »[2]
- Cuentan por allí que nos van a cortar el
agua
- Si no nos la dieron ellos
- Si son así. Nos quieren quitar lo poco que
nos queda
Nadie
se atrevía a definir la identidad de « ellos » pero todos los conocían.
Decepcionado por una frágil
promesa de un presente menos incierto, Ami Abdeslam daba razón a Julio Parres
Aragonés cuando dijo que «… comercios e industrias de un Tetuán que se fue para
nunca jamás volverá, pero que nos cautivó a todos los que en él nacimos y
vivimos »[3].
El pasado lo atrae ahora como
un espejismo… como una ilusión…como antídoto.
- Pero si ahora eres maestro y todo..
- ¿Y qué?
- Pues... no debes quejarte. Vamos ¡
creo yo!
- Crees tú...
- Si antes sólo eras babuchero
- ¿Con los españoles quién de los indígenas
era más?
- Tu hermano Sidi Mohamed
Creía dar una mayor
visibilidad a sus ideas cuando, como todos los tetuaníes de su generación, se
quejaba de que « antes por lo menos se auto censuraba toda influencia
exterior, incluida la del ocupante español. En cambio, ahora, independientes o
casi, Francia, el francés y los franceses se han convertido en un punto de referencia.
Los encontramos hasta en la sopa ».
Era su lógica social que
compartía con lo que llamaba con una mezcla de ironía y nostalgia la mayoría
silenciosa.
- Ahora hay una energía enredadora
- En efecto, pero nuestra identidad no es más,
ni tan auténtica ni tan original, que antes
- Lo siento. No te entiendo. Francamente yo
creo que es una manera pérfida y desleal de ver así el presente y compararlo
con el pasado…
- Nuestra Constitución estipula en su primer
artículo que la lengua oficial es el árabe
- No. Mira. Nuestra identidad es,
efectivamente, más fuerte y más cabal. La estamos forjando. La debemos forjar
ahora que somos dueños de nuestro destino
- Palabrería. Aquí los que no conocen el
francés y casi todos lo ignoramos es ciudadano de tercera
- ¿Alucinaciones? Es que se trata de una
nueva toma de conciencia. Esto es nuestro. Antes no lo era. Otros mandaban. Ahora
mandamos nosotros
- Te lo digo yo que nunca conocí
colonialismo alguno ni mental ni político. Efectivamente: tanto antes como
ahora, quizás ahora más que antes, muchos, la inmensa mayoría de los tetuaníes
nos sentimos desposeídos de nuestra memoria histórica
- Será memoria ideática. No digas tonterias.
No,
debes escuchar a estos cantamañanas, nostálgicos de los privilegios de una
época que nunca tuvieron. Antes también se quejaban. Se queja siempre
cualquiera que fuese la circunstancia. Tetuán es otra cosa. Tetuán es…
El adjetivo ilustraba la clave
del contexto político y social. La imagen era poco coherente. A penas
formuladas, las promesas del futuro se desvanecían o se iban a potenciar los
patrimonios de algunas contadas familias. Los sentimientos de indignación
eclipsaban toda objetividad y toda
transparencia. Más que reflejar las nostalgias de que « todos los días
pasados fueron mejor » las metáforas, sacadas de las mangas, medían las
ambiciones suscitadas abstracta y a menudo interesadamente por la nueva
situación.
Como a muchos de su edad, su
rango y aptitudes similares, a Ami
Abdeslam le prometieron más o por lo menos así lo ha comprendido y ahora
denuncia a su manera y con un humor caricaturizado. Su resistencia pasiva no
era ninguna excepción.
Yamna tenía otras
preocupaciones. Tanto que, habitualmente poco receptiva a sus humores, sus
relaciones con Ami Abdeslam estrenaban
era, como lo calificaba con astucia R’Kucha, « con flema ». La
indulgencia remplazaba la irritación y el respeto la tolerancia. En vísperas de
su día « D » la cortesía prevalecía a diestro y siniestro…
incluso exageradamente. La insensatez se desplomaba ante una clarividencia
providencial y todos seguían con su infatigable curiosidad esta nueva y
apasionante concepción de las relaciones familiares.
« Un mal sueño al que sucederá un
despertar más dudoso e incierto a menos que alguien lo asesine »,
comentaba Ami H’med con su acento tangerino sin haber conocido nunca la capital
del estrecho.
Ami Abdeslam leía en la mirada
de Yamna la expresión de « gracias por haberlo pensado ».
En una demostración de
autocontrol, dejó de hacer promesas pero no excluía ninguna posibilidad… ni
siquiera de irse de esta casa y de su buena gente, alcanzaba de esta forma su más
alto grado de ambigüedad y complejidad. Tanto que evocaba irresistiblemente su consternación
ante la virginidad moral y la ardiente pasión por el placer, alusión demasiado
transparente a su juventud marchitada entre la lealtad y la futilidad,
indisociable, en su espíritu, a « su explotación hasta los heces ».
- Mi mundo es este, afirmaba
- Pero cada vez estás más lejos
- No. Esta es mi familia. Esta es mi gente y
esta es..
- Tu lengua y tu nueva manera de pensar
- Esta ciudad y esta familia son como el
desierto de Takla-Makan[4]
- ¿Pero de dónde sacaste el
Takla-Makan ?
- Me lo dijiste tú
¡Monstruoso!. Apología de la
exclusión. Les bastaba una sola Yamna. La que conocían. La que les soportaba.
La que nunca se quejaba. La que acataba sin contemplaciones… la que nunca
reclamó cobrar.. la que trabajaba durante todo el día sin sueldo ni recompensa.
- Llevas siete días sin dar golpe y todos
velan para que no te faltara nada
- Lo sé. Que Dios se los pague. Pero bien es
verdad que llevo un montón de años dando muchos y continuos golpes y...
- Pero esto significa que ellos también te
consideran como una de ellos
- Si. Lo sé. Siempre lo supe. Por ello estoy
aquí.
La tortuga necesitaba más
leche. Vertiéndola, Yamna sabía que era el último litro antes de la salvación.
Estaba en la recta final. El color amarillento de la carne tendía ahora a un
rojizo, propio de una carne de cordero o de ternera.
- Creo que nunca podré agradecerles a todos
por su paciencia
- No tienes que agradecer a nadie. Esta es
tu casa. ¿ Tienes otra ?
- No.
- Entonces no debes agradecer
a nadie. Es tu casa como lo es de los demás.
- Lo sé
- Si lo sabes ¿Por qué eres tan reservada?
- Debería ser la constante pasión en que
vivo desde hace días
- Ya casi termina
- Yo creo lo contrario
- ¿ Cómo lo contrario?
- Que casi comienza
Violencias verbales simbólicas
que no sabía cómo definir. Sensación de permeabilidad a lo que podría ser un
cambio radical. Una profunda reflexión que, en vez de esclarecer las cosas, las
complicaba todavía más. Pero ella era conciente de que, más que una reconquista
de salud, lo suyo estaba condenado a convertirse en una evolución hacia la
normalidad. Una enorme responsabilidad que, por obvias razones, no todos compartían.
Una aserción que distingue
entre los límites de derecho y las fronteras de lo aceptable por algunos
miembros influyentes de la familia.
En la olla estaba el misterio.
En el futuro la certeza. Yamna sentía un suspense atroz. Lo « de falta
poco » le hervía la sangre. Necesitaba comunicar.
Hablar. Consultar, pedir consejos. Saber un poco más. Pero algo o alguien le paralizaban
los músculos de la garganta. No podia preguntar. Tenía miedo de
equivocarse, de « meter pata ». Sentía, sin que nadie se lo dijera,
que tenía que administrar con más prudencia su perfecto conocimiento de la
verdadera y profunda naturaleza de las susceptibilidades de la familia y con más
cautela la evocación de su futuro que juzgaba propicio para la eclosión de su
nueva vida.
No quería dar pistas… indicios
de su ejercicio mortal del sueño y la esperanza.
Por ello necesitaba refugiarse
en la infancia que con una precisión obsesional trataba de recordar.
- Lo veo pero muy abstracto, vago y
desenfocado
- ¿Qué ves?
- No lo sé
- ¿Cómo que no lo sabes?
- Bueno… me... me ¿Me prometes no burlarte de mí?
- Pero… ¡Qué dices, mujer!
- Mira. A veces hago una
pesadilla. La misma desde hace… bueno, no recuerdo, desde siempre
- Cuéntame, que soy tu hermana
- Me prometes no revelarlo
- Yamna, que voy a enfadarme. Tan delgada estás
y sin embargo te pones tan pesada
- Un cadáver colgado a un árbol
- ¿Un cadáver?
- Si un cadáver. Algo así como un ahorcado,
un suicida o vaya Usted a saber quién es
Abstractas confidencias de una
mujer mil veces herida que combate cada día y cada instante el surgimiento irreprensible
de un pasado confuso, en el que algo le decía que todos su gritos de corazón
estaban teñidos de dolor y de lágrimas.
Una emoción atraviesa
furtivamente su rostro cuando cierra los ojos y se ve coqueteando en la playa
de Martil sin cansancios ni tos ni flema. Nunca antes había conocido esta
preocupación de precisión. Sin poder evitarlo trataba muy a menudo escapar a la
fatalidad familiar, comprender la inasequible realidad que se ha convertido en
una auténtica obsesión. Ignoraba por qué le era moralmente difícil no soñar, no
gozar… no sentir aunque dejando transparentarse poco sus emociones. Un perfecto
equilíbrio entre el pasado vivido y el
futuro anhelado. Algo así como resucitar para morir mejor.
- Que estás
como nunca, Yamna
- ¿Hablas en serio?
- Si. Muy en serio
- ¿ Porque reivindico lo que
no podía rechazar?
- No. Porque lo que eres no es
por herencia
Algo que, desde hacía mucho
tiempo, tomó forma en su memoria. Sus réplicas con cierta delicadeza pictórica lo resumía
fehacientemente.
- No vayas a creer que no me preocupa mi
capital familiar
- Yo no he dicho esto
- Me importa y mucho, porque fue y sigue
siendo mi educación de subsistencia
- A todas luces, la carne de la tortuga dà sabiduría
- Aún no la he probado
Saturada de honores declarados
o no, Yamna no buscaba como
antes respuestas.
- ¿ No te da asco?
- Al contrario. Me da mucha esperanza.
Mucha
confianza y mucha determinación
Sin ningún signo de humor
juraba que le hubiera gustado vivir en otro siglo. « De ser possible,
el del
profeta Sidna Mohamed » precisaba.
- ¿Por qué?
- Porque me gustaría ser testigo ocular de
la justicia suprema, de las profecías y los milagros, contestaba con una
angustia palpable de quien vivió con la necesidad de ser dócil y domable
Sueño llamativo contagiado de
una idea mal interpretada. Ami Abdeslam no se cansaba de repetir aunque por
razones diferentes que « Yamna escucha pero comprende todo al revés »
que para él era un juego de palabras hilarante.
Ella afirmaba que no. Pero no
es más que una manera como cualquier otra de pensarlo dos veces para no decir nada.
Ni Ami Abdeslam ni Yamna
conocían a Sir Winston Churchil ni escucharon nunca su « podemos dar al
honorobale sir X…el ministerio de guerra porque estaremos seguros de evitarla.
Durante la guerra, sir X era ministro del carbón y nunca hemos tenido
carbón ». Sin embargo en su manera de opinar, los dos, cada uno a su
manera, se inspiraba, sin quererlo ni pensarlo, de su humor y de su, sin par,
filosofía política. Para ambos la diferencia entre lo abstruso y lo límpido y
atormentado era una noción vaga.
- Cada vez comprendo menos a esta familia
- ¡ No me digas!
- Pues si. Entre muchas otras cosas porque, tú
por ejemplo, en principio eres la doméstica y..
- No sigas. ¿Tú crees que con las infinitas
veces que me lo repiten diariamente lo puedo olvidar? ¡Ya quisiera yo! En
efecto soy la criada y siempre he cumplido y un poco más con, como tú, porque
me imagino que no te has olvidado de tu calidad en esta casa, el estómago vacío o casi. Ahora...
- ¿Ahora? Si llevas por lo menos diez días
que no das ni golpe
- Tienes razón. Pero ellos lo entienden. Lo
comprenden y creo que incluso lo perdonan. Ya dije antes que durante decenios
no paraba de dar golpes desinteresadamente
- ¿Quiénes son ellos?
- Los que mandan en esta casa. De hecho yo
tampoco entiendo, tú, por ejemplo, ¿qué coño pintas en esta casa? ¿Te acuerdas
de tu apellido?
Las cosas de la familia eran más
complejas. Las relaciones entre sus dos domésticas peor todavía. La cegüera de
unos y la bajeza de otros contribuía a transformar en agua de borraja todos los
pronósticos y todos los remedios.
Envuelta en su tónica de una
blancura inmaculada, determinada y obstinada a « ejercer su derecho a
vivir dignamente » como se lo prodigaba Fadl, Yamna reflexionaba sobre lo
que acababa de escuchar y sobre lo que R’Kucha le dijo en vísperas.
- Tú sabes, Yamna que la derrota es huérfana
mientras que la victoria suscita siempre muchas reivindicaciones de paternidad,
advirtió con tono materno.
- No sé de qué hablas
- De lo tuyo. Mañana o pasado deberás
demostrar que tu metamorfosis no fue en vano. No olvides tampoco que su paciencia
ha sido y sigue siendo absolutamente admirable
- ¿Qué dices mujer?
- No nada. Te juro que nada
Yamna no lo ignoraba: Lo que
le reconoce la religión y la ética se lo puede negar e incluso arrebatar la
sociedad.
Sin embargo, derrochaba
felicidad por su nuevo papel de actriz y observadora. Nunca se había imaginado
que un día atraerá tanta atención.
De simple, casi vulgar
curiosidad, la observación de la familia pasó a ser participante y
participativa. Muchos reproducían esquemas y fórmulas.
De nuevo era la palanca de
Arquímedes.
Aunque no lo parecía, era una
historia de gratitud, de admiración y de oposición, en voz baja y casi siempre
con rodeos, a cierta visión de las cosas en la familia, primero y luego en toda
la sociedad tetuaní.
En esta atmósfera
contemplativa todo era posible… todo, menos la convicción de que, como solía
citar Yussef « Nada es posible sin los hombres ni tampoco nada es duradero
sin las instituciones »[6].
[1] Nombre de
los autobuses en Tetuán de los años 50
[2] Agua
secundaria que hasta ahora nadie en Tetuán sabe de donde procede y cómo llega
hasta muchas casas
[3] « Tetuán y su Atlético » del mismo
autor
[4] Desierto
del oste extremo de China con nombre que en turco quiere decir « el que
entra nunca sale »
[5] Si Dios quiere, en árabe
[6] Jean Jannot
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