"Yamna o memoria Intima" de Said Jedidi. Hoy: Secreto de sumario





           
                                                          III


En su autoexilio, Yamna estrenaba el tercer día. El resto de la familia estaba convencido ahora de que no se sabía nada de ella, salvo que un día de finales de otoño apareció con la caída de las hojas de los árboles cansada y enferma.
Creencias y leyendas. La fértil imaginación familiar funcionaba a tope, surtiendo un efecto místico en forma de tela de araña que protegía a la mujer y a su empresa.
     -     Esta mujer es un caso patológico. Es la única en el mundo que se niega a admitir que el año pasado era hacía un año.
     -     Es la edad y…
     -     Nunca se sabe. De dónde menos se piensa puede saltar un marido
     -     Esperemos que no sea una liebre
Sin buscarlo, Yamna logró salvar su mundo. Ahora presumía de que cada vez hay menos procesos de intenciones. Por ello prefería ubicarse entre los que aún no eran  lo que querían ser y los que acababan de dejar de ser lo que eran. Confesaba en privado que cuando « escuchaba las ideas que trajeron los niños de España o de Rich sino era el orgasmo, casi ».
     -     Una eyaculación precoz, bromeaba R’Kucha
     -     No digas esto, R’Kucha que no está bien
     -     Si estamos solas. Y aquí todo el mundo tiene màs de una cara
Una pretensión casi lírica porque, devorada por la pasión de vivir « como los demás », Yamna postergaba toda opción sin relación con su futuro.
    -      Lo tuyo, mujer, es una gimnasia moral, volvía a bromear R’Kucha pero esta vez para irritarla
    -      Y física…sobre todo física
Ella misma sabía que era un salto en lo irreal. Sabía también que la precipitación es mala consejera pero dadas aquellas circunstancias escabrosas, eran lo más oportuno y lo más ideal para ella. Algo así como su pan bendito. La vida le enseñó mucho.
     -     Las imprudencias se pagan, solía advertir cuando se le reprochaba su lentitud
     -     No siempre
Los demás encontraban que era curioso, que todo o casi todo lo que afirmaba  Yamna tuviese siempre argumentos de hormigón.
Cuanto más se acercaba el final del « cocido mágico » más ácidas eran las conversaciones con/sobre Yamna a diferencia, no obstante, de que ahora eran en voz baja. « El fin del poder absoluto de los caciques », « la agonía de la política viril », se divertía recitando con una voz triunfante Yamna.
R’Kucha  le dijo una noche del insoportable otoño tetuaní que se equivocó San Pablo al decir que, « en las asambleas las mujeres deberían estar con manto  y callarse ».
     -     Aquí aún no van a asambleas
     -     No tardarán en hacerlo
     -     ¿ Tú Crees? Ya me pongo a imaginarme en una asamblea.
     -     Tú no, mujer. O sea que aún no. Que no vamos a comenzar así.
     -     Cada uno tiene su estrategia de desilusión
Yamna seguía moviendo mecánicamente su olla, pensando en el verano cuando, ya  curada, irá a Azla[1] a sentir, como de pequeña, las caricias de las espumosas crestas de las olas de aquél bendito Mediterráneo.
Agonizantes, los recuerdos le fallaban. Se desplomaban cada vez que las imágenes acertaban proyectar una historia : Olas, brisa del mar, chabolas, tiendas de campaña, un árbol y un ahorcado.
Recordaba también que de muy pequeña su madre le gustaba contar con deleite la historia de un príncipe rifeño que nunca se acordaba de su nombre pero que su difunta madre juraba « que combatió a los españoles y a los franceses juntos, pero que al final fue traicionado ».
     -     Debe ser Abdelkrim Al Jhattabi[2], le explicó R’Kucha . Es que nunca hubo otro de este calibre en este país
     -     No lo sé. Son imágenes fragmentarias. Confusas y entrecortadas
     -     Es que nosotros no conocemos a otro. De hecho, si tu madre lo admiraba creo que tú debes ser rifeña o de origen rifeño
     -     ¿Por qué?
     -     Porque en esta ciudad a nadie se le ocurrirá contar leyendas de tu « príncipe »
     -     ¿Y quién era este príncipe?
     -     Quién es este príncipe. En presente, porque nunca desapareció de la memoria colectiva de los marroquíes. Era, para decirlo de alguna manera, las campanas que dieron en el mundo de olvido y en la conciencia marroquí. ¿ Entiendes?
     -     No
     -     Pues mejor...
     -     No sé mucho pero tengo sed de saber
Un pasado que resurge de manera vertiginosa.
Todos, unos más que otros, creían firmemente que Tetuán prefiguraba el mundo. Como todos los «  de a pie » de su generación, Yamna vivió en la mitología de una seudo resistencia que para muchos causó incontables pesadillas. Aunque no eran xenófobos en el sentido  nato del término, sentían una especie de alergia al resto del mundo. Allí si no había crisis de identidad era porque, acosada por los imperativos de la obligada convivencia, la mayoría cesó de interesarse por la  raíz o el origen y los pocos que quedaban no la padecían o mal a pesar de las evidentes  asperezas recíprocas.
Una mutación social nacida de la indiferencia del ocupante español que se fue y de la utilidad y destino con los que se debía tratar a pesar de que sus actitudes les eran, muchas veces, inadmisibles y a menudo escandalosas. Todo el mundo prefería mil veces el silencio conmovedor al estilo y vocabulario propios, inherentes de desembocar en molestos e infructuosos patinazos verbales y sus consiguientes consecuencias.
No obstante, persistentes rumores hablaban de « algunos  héroes designados por testamento que encontraron su consolación en que, como el derecho moral, Rabat les consideraba como inalienables e intrasmisibles ».

Con una voz monocorde y una mirada vagabunda Yamna repetía con o sin motivo.
     -     Bondad no compasión
A lo que contestaba monótona e irónicamente R’Kucha.
     -     O las dos
Con su sombra presa en su rincón, soñaba con irse un día como vino : en una tarde otoñal. Ahora tenía una extraña sensación de que, desde ahora en adelante, le costará mucho ser contenta como lo fue hasta entonces. Estaba convencida de que la querían por su frágil salud y por sus sufrimientos y se preguntaba lo que será de ella normal y sana.
Tetuán le parecía más cansada que nunca, bostezando todo el día. Su gente más constipada y su clima social más descafeinado. Ella y los demás soñaban en technicolor. Pero con el inconveniente de que siempre acababan por despertarse.
     -     De todas formas nunca podré ser, como soñé siempre, dueña del destino ajeno
Héroe de su propia historia, en sus días de autoexilio Yamna aprendió mucho. Quizás incluso escandalosamente. Consideradas como libros sagrados, se atrevía a calificar con una brutalidad inédita a todas las retóricas familiares de simple masturbación intelectual y reprochaba sutilmente, a quien podía hacerlo, por qué no le dijo nunca que los monstruos no existen.
Un preocupante egocentrismo que nunca existió o por lo menos, nadie se había dado cuenta hasta entonces. Antes incluso de estrenar la nueva situación, la legítima decepción se convertía en un sacrilegio.
A medida que se acercaba el «  desenlace » final, en la casa, los instantes eran una repetición cíclica del curso de los acontecimientos. Todo tenía, de una manera u otra, un vínculo umbilical con Yamna y su día siguiente que de cierta manera se convirtió en el de todos.
Con Ami Abdeslam, Yamna buscaba ahora toda su elegancia verbal. Insinuaba, sin decirlo, que sabía quién se llevará el gato al agua. Le respondía con interrogantes-crucigramas y evitaba, en su fuero interno la confrontación.
Parecía que su olla hervía menos. Intuía que estaba a dos dedos de la salvación.
     -      Estoy harto de todo esto
     -     Veremos… dijo el ciego
     -     ¿Por qué lo dices?
     -     Es que la pobre mujer contagia esperanza
     -     Pero qué esperanza ni qué niño muerto
     -     Ya verás...
     -     ¿ Yo no soy ciego?
     -   Ami Abdeslam suele decir que el hombre es malo y cuando está enfermo es doblemente malo
     -     Pero este sabe por qué lo dice
     -     En efecto, Yamna debería ser la excepción que confirma la regla
     -     Te lo crees todo
     -     Es que...
Nadie quería llegar hasta el fin de su estado de gracia. Todos buscaban la felicidad de no comprender nada. Un ejercicio de estilo. Al comienzo era una idea trivial que el espíritu surtido casi siempre interesante de una Yamna, adaptada y adoptada, la transformó tanto que se convirtió en « algo ».
     -     Te voy a revelar un secreto si me prometes no decirlo nunca
     -     Conozco tus secretos, F’dila
     -     Te juro por Dios que es verdad. Nunca lo dije a nadie
     -     ¿ Vas o no a dar a Luz?
     -      Júrame que no lo dirás a absolutamente nadie, porque me juego me vida o por lo menos este miserable trabajo en esta casa
     -     Tanto… pues te lo juro
     -     La otra noche me despertó la voz de Sidi diciéndole a la señora que él nunca estuvo de acuerdo para que Yamna se quedara a vivir aquí con nosotros
     -     ¿Estás segura?
     -     Te lo juro por Dios. Además le dijo algo así como «  ya verás como de esta casa saldrán muchos ataúdes »
     -     ¿Y qué le respondió ella?
     -     No lo sé porque me pareció oír la voz acercándose y volví a dormir
         Yamna la buena, Yamna la mala. Yamna, la misteriosa.
Ahora siente el irreprimible deseo de dejar de creer, como lo hizo siempre, que nunca se pierde el tiempo escuchando.
     -     Cada vez es más arrogante
     -     ¡Qué va! Debe ser la sensación de un estado post-operatorio pero peligrosamente prematuro
     -     Sus miradas, su reflexión e incluso sus respuestas cortas, concisas  y desplazadas...
     -     No. No. Los que han cambiado somos nosotros. Ella siempre fue así
     -     ¿ Tù crees?
     -     ¡ Claro! Lo que pasa es que tù nunca la tragaste
     -     Bueno... ni tampoco los demás, eh!
Todos comprendían su pasión tórrida, casi pagana por dejar de ser una dama errante. Pero ninguno se atrevía a comentarlo en su presencia.
Historia de un anacrónico pero, para ella,  indispensable orden familiar, donde la dimensión humanitaria y religiosa se confundió siempre con los intereses y necesidades caseras.
Confesaba sin emoción que su único mérito en la vida era el haber sabido respetar las reglas de una difícil, casi imposible convivencia.
     -     Creo que soy una de ellos y ellos de mi, le dijo a R’Kucha cuando ésta ha creído constatar su pasión triste por descubrir a otra gente
Se quedó muda un instante y puntualizó:
     -     Creo que me comprendiste mal. No me quejo. La gente que conozco me sobra. Lo que me falta es un poco de suerte para dejar de sufrir.
     -     Lo sé… lo sé…Yamna
     -     Antes incluso de encontrar el milagroso remedio, me siento más libre, más loca
     -     Es legítimo
Para escapar a aquél clima opresora, buscaba una conciencia… otra conciencia…cualquier conciencia que no fuera la propia.
Los instantes sin ningún respeto por los ciclos familiares que vivió durante los últimos días y la ácida reflexión en la que se ha encerrado aguzaron su intuición y su telepatía.
Sentía acercarse irremediablemente el proceso de desaparición o por lo menos de desafecto de la principal faceta de la familia : el humor a menudo áspero de Ami Abdeslam y su principal leña : la discapacitación de otros.
« Comprender es aprender » confesaba en un lenguaje esmaltado, a pesar de sus enormes esfuerzos por disfrazarlo, de su origen aparentemente humilde.
Una chispa de la verdad. Entre dos estaciones. Dos mundos diferentes. Dos respuestas: las evasivas y las contradictorias. Y luego…una avalancha de emociones sin nombre ni razón.
     -     Parece otra
     -     En el sentido positivo
     -     No lo sé. Otra y punto. Tanto que no parece en nada a lo que era antes
     -     No sabía que la carne de tortuga cambia tanto
     -     ¿Antes incluso de probarla?
     -     Pues debería ser providencial
Con su impresionante cambio, Yamna sorprendía y seducía por la manera con que traducía sumamente esta mutación.
     -     Aprendió a interesar
     -     ¿Y cómo?
     -     Todo el mundo la envidia
     -     No todo. Algunos… como tú
     -     ¿Como yo ? ¿Y por qué la voy a envidiar? ¿Qué tiene esta pobretona para que la envidiara?
     -     Nada. Absolutamente nada y aquí está la madre del borrego
Enigmáticamente sugestiva y misteriosa, Yamna afirmaba con nostalgia que mayo era un mes deslucido, frívolo y egoísta. «  Una falsa primavera », precisaba con una sonrisa mecánica. Prefería noviembre porque, en Marruecos, es mes de la fiesta de la independencia. De las celebraciones. De las banderas, de las promesas gubernamentales o departamentales incumplidas y de las declaraciones casi siempre sin relación con la ocasión. Noviembre es mes de lanzamientos de proyectos, de colocación de primeras piedras e inauguraciones o reinauguraciones de proyectos ya muchas veces inaugurados, evocados, comentados y presentados a bombo y platillo. Noviembre es el mes de poemas de gloria. «  Y menos mal que nuestra religión prohíbe las estatuas, si no todos se convertían en héroes con estatuas de estiércol ».
Sin dejar de observar la olla, un verdadero laboratorio de esperanzas, soñaba, aunque visiblemente desconfiada de sus reflejos, con que «  este año será, si Dios quiere, distinto y distante ».
Medio en broma, medio seria respondía, cuando se le preguntaba lo que sentía viendo hervir su olla.
     -     Tengo cita con una nueva juventud
     -     Tanto
     -     Voy a resucitar
     -     Si estabas viva
     -     Eso... estaba viva pero agonizante. Ahora voy a cambiar hasta de lateralización manual
     -  Cada vez te entiendo menos. Últimamente hablas con enigmas. Te has convertido en un crucigrama
     -     No. Creo que me comprendes menos que antes
     -     Pues esto...
     -    Pero no porque soy más enigmática sino simplemente porque te olvidas de lo que me enseñas. Por mi parte trato con todas mis fuerzas a aplicar lo que puedo
     -     ¿Qué insinúas?
     -     ¿Te acuerdas de la historia de los chimpancés que se sirven de su mano izquierda?
     -     ¿Y qué tiene que ver esto con tu eventual cambio?
     -     Yo no tengo nada que cambiar… nada,  salvo costumbres y mis órganos y sus movimientos…
     -   …y tu lateralización privilegiada es tu exclusiva propiedad. Pues te equivocas. Incluso aquí te van a decir que es malo comer con la mano izquierda
Era una cuestión de estilo y en las relaciones poder-docilidad de los años 60 en Tetuán y en todo Marruecos, para evitar los prejuicios, ideas preconcebidas y la regresión, era condenadamente vital precaver o sea : hacer gala del oficio de vivir.
     -     Ya falta poco
     -     Menos de lo que pensamos
     -     ¿Qué quieres decir?
     -     Que la suerte está echada
     -     Sigo sin entender
Asfixiada por la trivialidad y la incapacidad de comunicar decentemente con los demás, Yamna parecía aferrarse a su espeso e impenetrable mundo surrealista.


[1]  Playa popular en las cercanías de Tetuán
[2]  Líder de la revolución rifeña y héroe de la batalla de Anual contra el ocupante español

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