Todo el mundo, unos más que otros, lo sabia: con sus incursiones aéreas en
Siria, Estados Unidos han franqueado el límite de lo jurídicamente admisible. Tampoco
puede haber quien duda del carácter ilegitimo de estas incursiones contra las
posiciones del “EI” en territorio de un Estado soberano sin la autorización de
sus dirigentes ni del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Sin embargo, todo tiene una explicación:
Para Estados Unidos el orden de prioridades en Oriente Medio ha sido
adaptado a los imperativos del presente y del futuro: En vez de Siria y Bachar
el Assad, la amenaza es o se ha convertido en la presencia rusa e iraní, cuya imparable
influencia, solo un, según Moscú y Teherán, imposible OK de Al Assad, es capaz
de contrarrestar.
De repente, los estrategas estadounidenses se han dado cuenta de que el presidente sirio es, en comparacion con otras, la ultima amenaza contra los intereses estratégicos, geopoliticos y economicos de Estados Unidos.
Desde hace semanas, a través de intermediarios (especialmente kurdos sirios
en Paris la semana pasada, pero también de otros países “neutros”), Estados
Unidos exploran las vías de un compromiso con los dirigentes sirios.
El contacto directo, sin precedentes, el pasado fin de semana de diplomáticos
americanos con responsables del principal partido kurdo de Siria (Partido de la Unión democrática, estrechamente
vinculado al Partido de los trabajadores de Kurdistán, movimiento separatista
turco que tanto, Ankara como la UE
e incluso los EEUU consideran una organización terrorista) oficialmente u
oficiosamente “para ampliar la coalición contra el llamado ‘Estado islámico’”
junto al lanzamiento en paracaídas por aviones americanos sobre Kobané de armas
a pesar de las tímidas aunque confusas “explicaciones” de Washington a Ankara,
han constituido dos mensajes-indicios de que algo se mueve en Siria y en la región
medí oriental en general.
Moscú habla de tentativas de Washington de convencer a Bachar Al Assad de plantar
a Irán y a Rusia a cambio de un desenlace satisfactoria para el mandatario
sirio de la crisis que sacude su país desde hace tres anos.
En este sentido los dos antes citados mensajes a Turquía han sido/son un
anticipo (algo así como una fianza).
La respuesta de Ordogan no ha tardado mucho: el presidente turco ha
reiterado, por lo menos, cuatro veces en menos de tres días, sus condiciones
para “incorporarse” (o para plantar a Daech) a la coalición contra el grupo de
Abu Bakr Al Bagdadi. Es decir: zona de exclusión dentro del territorio sirio,
zona de exclusión aérea en el espacio aéreo de Siria, apoyo a la “oposición”
siria y el derrocamiento del primer mandatario sirio.
“Cazi na…”. De hecho el tono en la presentación de estas condiciones, que nadie
ha tomado en serio y que más parecen, una garantía contra todo compromiso con
Damasco, que cualquier otra cosa, ha ido decreciendo hasta convertirse en
un simple murmureo.
Ordogan y con él todos los responsables de la convulsión de Siria saben
pertinentemente que el presidente Al Assad nunca aceptaría un compromiso en
este sentido.
No obstante, casi todos los observadores en las capitales de los países de
Oriente Medio comienzan a hablar de una brecha en la posición de la alianza
anti-siria.
Los próximos días o las próximas semanas deben aportar mas pormenores.
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