Pocos días después del asesinato en el barrio Boukhalef,
un barrio periférico de Tánger, del senegalés, Charles N’dour, otra
manifestación, esta vez ante la sede del
parlamento en Rabat denunciaba el jueves el racismo , lo crímenes contra los
inmigrantes y la expulsión de los emigrantes.
Entre otros solgans enarbolados por los manifestantes, se
podía leer “Alto a los crímenes racistas y a las expulsiones”, “Respeto de la
dignidad de los emigrantes” o incluso “todos somos africanos, unos blancos,
otros negros”.
En declaraciones a los medios de comunicación presentes
en la manifestación, los organizadores del acto, al que han concurrido algunos
de los dirigentes políticos del país, han explicado que el objetivo de la
manifestación consistía en expresar la total solidaridad con los emigrantes sub-saharianos, “primeras
victimas de violencia, ya sea por parte de las autoridades como de los
ciudadanos”.
En efecto, Marruecos es signatario de la Convención internacional
sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores emigrantes y
miembros de sus familias. Por lo tanto debe cumplir sus compromisos y acatar el
contenido de la Convención,
protegiendo y respetando a estos ciudadanos sub-saharianos.
Los manifestantes denunciaron también los asesinatos del
senegalés Ismaila Faye y el malí Amadou.
Tanto esta manifestación como otras que tuvieron lugar en
las distintas ciudades marroquíes, algunas en el mismo escenario de aquellos
crímenes racistas, han creado y están creando, por un lado, las condiciones
propicias para una conciencia nacional ante el fenómeno migratorio y el respeto
de las convenciones internacionales al respecto y una implicación más directa y
más activa de los servicios de seguridad ante los abyectos brotes racistas en
los barrios de algunas ciudades de Marruecos, especialmente en el norte.
De este modo las diligencias en torno al asesinato de
Charles N’dour y de otros emigrantes en Tánger, avanzan, según fuentes cercanas
a la investigación, practicándose más de un arresto e imponiendo orden y
corrección a los barrios escenario de estos actos terroristas.
En este orden de ideas, el Estado marroquí debe tomar las
medidas que se imponen para encontrar las soluciones adecuadas al problema migratorio
desde la región sub sahariana, antes de tomar una dimensión con la que serian
difícilmente controlarlo.
Por otra parte, muchos medios de comunicación que suelen
consagrar “importancia” a los sucesos de índole migratoria en Marruecos,
especialmente en nuestro vecino del norte, fingen olvidar (o ignorar) que el
grueso del problema no se centra en las ciudades del norte de Marruecos, sino
en la frontera argelino-marroquí, de donde proceden, en “operaciones”
organizadas deliberadamente por las autoridades argelinas, diariamente
centenares de nuevos postulantes a un “lugar bajo el sol” en Europa (España)
que transitan por Marruecos y cuya inmensa mayoría o bien lo elige como país de
residencia o bien de largas estancias en condiciones, a menudo, infrahumanas en
los bosques de Benyunes en las cercanias de Tetuán o en el Monte Gurugù cerca
de Nador o a base de mendicidad, lo que constituye un factor de
desestabilización de la paz social en el país de “acogida”.
Lo que añade a la inquietud migratoria en Marruecos,
además de su carácter intrínsicamente social, otro intruso, político, en tanto
que aspecto de la “guerra de usura y de desgaste” que lleva a cabo Argelia
contra Marruecos con el doble objetivo de enturbiar su paz social
(indocumentación, in seguridad, mendicidad, acumulación del paro, xenofobia
etc.) y de crearle problemas con el resto de los países africanos (como iba a
producirse con el asesinato en Tánger del súbdito senegalés Charles N’dour y
otros de otras nacionalidades).
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