Con su extraña estructura de
gestión de espacios públicos, Jamaa Mezuak[2]
presenta la imagen de un barrio crucificado en una discreta ladera del Dersa[3]. Aquí todas o casi todas las conversaciones giran siempre en torno a las
diversas patologías que padece el barrio.
Como señala con o sin motivo Haj Layachi, que se
autodefine como « una persona cualificada, dotada de una misión de servicio
público», « se piensa demasiado lento». Nada ni nadie inspira aún simpatía…ni
siquiera relativa. El yihad[4] que, según el
improvisado teniente de alcalde Haj Layachi « tiende a hacer triunfar los
valores islámicos », es el único que aún posee cierta presencia en las cansadas
conversaciones juveniles. Ni trabajo ni acceso a la cultura, ni siquiera alguna especie de vida social.
Con su agrio humor, Haj Layachi comenta « que aquí, las autoridades locales y
prefectorales nunca han necesitado escaparates políticos ». Verifica a su
alrededor y precisa « a excepción de los que hacen de la mentira electoral un
derecho cívico ».
— ¿Y él, qué?
¿Fatalidad o simplemente política deliberada?
Esta última hipótesis es menos disparatada de lo
que puede parecer.
Desde los tristes acontecimientos de Leganés el
barrio adquirió un inoxidable interés para los más importantes institutos de
investigación social en el mundo, interesados por trabajos sobre el vertiginoso
crecimiento de la violencia seudo-confesional en el mundo.
Jamaa Mezauk comenzaba a admirar discretamente a
sus gladiadores.
Aprendizaje sincero de una ortodoxia sanguinaria
que deja una previsible sensación de insatisfacción y de impotencia general.
Luego habrá tiempo para las lágrimas de cocodrilo y de los lamentos en voz.
Baja...muy baja, casi sonriendo.
Ante la persistente indiferencia de los poderes
públicos, en Jamaa Mezuak el integrismo creció como
hongos para convertirse en lo que es hoy: un reflejo inmediato y una realidad
multiforme. El éxodo rural y casi siempre desde otros austeros puntos de la
geografía marroquí se transformó en una auténtica crisis de ciudadanía, núcleo
de una prematura y precipitada globalización del fenómeno fundamentalista. Los
forasteros no ocultan su perplejidad por la conducta de sus jóvenes que se
distinguen, entre otras peculiaridades, por la manera exuberante e hiperemotiva
con la que expresan su fe.
Ideas, retos y actores.
Llorando, literalmente torcidos de dolor, muchos
jóvenes admiten que el martirio no confiere automáticamente la santidad, pero
nunca desmienten que tienen cuentas que ajustar con la sociedad que les parió.
Feroz sentido crítico que condujo muchos a
Madrid, Casablanca, Bagdad o Kandahar.
Para ellos, las siniestras pero
lúcidas acusaciones de que son terroristas hasta que demuestren su inocencia no
puede ser una garantía de elevación estética. Muchos de ellos no supieron
rechazar una realidad sin esperanza creyendo, en vano, que su precariedad podía
incitar a más indulgencia.
Se cansaron de creer y con los defectos de su
infancia difícil, decidieron emprender la marcha hacia otros cielos. Sólo a
Irak y a Afganistán se les proponía visados...boleto simple.
La syberatura[5] se encargó de los
detalles.
— Dicen que nos hemos
convertido en un lugar de fichajes de kamikazos.
— Y tienen razón.
Resulta que...
— ¿Como van a tener
razón si los terroristas aquí son una ridícula minoría?
— Aquí hay de todo... de
todo, menos el Estado.
— Déjanos de política
porque todos sabemos que más del 75% de esta gente vino de otros barrios de
chabolas de otras ciudades del país.
— Si… pero...
— Jamaa Mezouak, como
indica su nombre era un lugar de culto y de devoción pero luego se convirtió en
la Meca de la
pobreza y la escasez. Pero esto no lo dice nadie.
— Al principio esto era decente. Fíjate en el
nombre: Jamaa Mezouak. Que esto era una mezquita... Se llamaba Mezquita Y sigue
siendo una mezquita pero de otro tipo.
— ¡Vete a la mierda, Omar!
Alguien tuvo la imprudencia y el mal gusto de
imaginarse que, para acabar con la pobreza se debía matar a los pobres. Las mil
y una detención y una situación que adquiría una dimensión trágica obligó a los oficiales a
buscar argumentos y de paso, acusaciones.
Explicaciones racionales de quienes tenían
órdenes de, en vez de acabar con la pobreza y la exclusión, limitarse a anestesiarlas.
Era, sin que la conocieran, la otra cara de una
concepción en estado embrionario de la necesidad de una nueva reflexión sobre
la evolución de las prácticas religiosas.
— Todos están desarmados
frente a nuestras dudas.
— Todos...menos…
— ¿Menos, quién?
— Bah....
— Te refieres a…
— Exactamente. Me
refiero a…
Referencias, tabúes y frases inconclusas…Pasivas
y comprometidas en la acción buscan eternamente discrepar con el prójimo. Desde
hace tiempo, creyendo que no hay una manera-milagro para escapar a su atrocidad
diaria, optaron por atrincherarse detrás de la inspiración venida de las
lejanas montañas de Tora Bora[6] o de Diwania[7]. Su universo ritual,
su identidad perdida y otros detalles incoherentes les inculcaron la cultura de
despreciar la vida…la suya y la ajena.
Desde que comenzaron a nadar en este océano de indiferencia, insultan
las escuelas del Reino que los expulsó y que los transformó en pequeños
narcotraficantes antes de su reconversión en terroristas cursillistas en las
mezquitas de su incontrolable barrio.
— Ellos nunca buscaron
nada. Ellos fueron buscados y...encontrados.
— No podían resistir.
Aquello se pegaba como una evidencia.
— ¿Aquello?
— Si. Aquello, repetía
con tono mecánico Ali, negándose a dar más explicaciones.
Todos creían poseer una inagotable reserva de
ideas y reflexiones, reflejo de una nunca explicada exaltación de valores a un
formalismo estricto.
¿Cómo ocurrió?... ¿Cuándo fueron contagiados?
¿Por qué tan radicales acentos? ¿De dónde aprendieron este himno a la muerte y
destrucción? De hecho ¿quién es el maestro y quién el discípulo?
Nadie responde...nadie respondió nunca. Todo el
mundo piensa en voz baja y sobre lo proscrito por el Islam y prescrito por los
que pretenden hablar en su nombre.
— El yihad es otra cosa.
— ¿Qué es?
— Muchas cosas menos
esto.
Preguntas y respuestas. Ni unas ni otras están
desprovistas de pertinencia. Argumentos modestos pero reales. Para todos
siempre es día del juicio. Sus diálogos e incluso sus monólogos reflejan
pasiones pero también contradicciones.
En
este Banthoustan de los paradójicamente pacíficos suburbios de Tetuán, las barbas,
las tónicas afganas y los gorros a lo Usamma Ben Laden dejaron de ser un
fenómeno insólito. Allí los enterados no hablan de síndrome de alineación
parentesco. La adhesión se hace a mensajes
e imágenes recibidas por Internet.
— Francamente no
comprendo nada.
— Sin embargo es fácil.
Víctimas de un hostigamiento social, se
convirtieron en mártires de una normalidad imposible.
Entorno lúdico. Argumentos a título póstumo para
quien nunca los necesitó. Confidencias demasiado íntimas.
Atrapados por una promesa importada, para ellos,
toda sonrisa flirtea con el pecado. Extravasaciones para reconocer méritos a
quien merece condena. Azotados por un enjambre de pensamientos-incógnitas,
deambulaban en sus sueños a caballo entre su miseria cotidiana y un paraíso « a
la vuelta de la esquina» aunque ninguno de ellos ignoraba que era una fidelidad
peligrosa.
Para ellos, desde que el tiempo es tiempo nunca
se hizo luz y lo más impactante tiene color a sangre y olor a pólvora.
En Jamaa Mezouak los habitantes « de a pie »
confunden las tendencias. Para unos los hombres bombas son terroristas
diabólicos. Para otros, justicieros al borde de la autosugestión profética.
Para todos reza el martirio como otros cantan la libertad.
Durante lustros, el poder en Marruecos parece
haber olvidado o fingido olvidar que Jamaa Mezuak no era más que una estrella
de la galaxia fundamentalista del país.... que allí todas las risas son falsas
y que el sentido del humor desapareció de esta falda del Dersa masacrada por el
cemento y el hormigón, impulsados por el narco-tráfico y la exclusión y...... y
que Jamaa Mezuak, como la calificaran sus primeros habitantes, « ni es fiesta
ni es lúgubre ».
Todo el mundo se despertó un 16 de mayo del
2003...
Era la excepción. Olor a pólvora, Casablanca
nunca se lo había imaginado. Hasta entonces aquello sólo ocurría a los demás. «
Nosotros nos limitábamos a verlo en la tele».
¿Terrorismo?
La palabra sonaba execrable. Ahora suena temible
y espantosa.
Cansados de errar desesperadamente entre las
diferentes ideologías, sometidos a una enigmática pero impactante conminación y
con su particularismo social que alimenta muchas fuerzas centrífugas, la
mayoría de los que se dejaron convencer de su eterno escombro, se encerraron en
paréntesis, donde todos y todo perdieron legitimidad y donde la única simbiosis
que conocían unánimemente fue la incitación con diferentes acentos pero con la
misma lógica y fuerza de convicción al yihad o guerra santa.
Su denominador común consistía en que todos
creían que sufrían de una cruel falta de
perspectivas.
La invasión de Afganistán despertó en ellos una seudo conciencia política.
¿Beneficio de duda? No. Se equivocaban los que
hablaban de vectores privilegiados de la memoria. Allí no había, no hubo nunca
memoria o por lo menos corta…muy corta. Allí se vivía al día. Todos eran
alérgicos a la responsabilidad adulta. Pero todos aplaudían cuando alguien como
Antonio Gutiérrez, Alto Comisario para la Emigración; condenaba la mundialización con doble
velocidad que autoriza voluntaria e incluso a veces encarnizadamente la libre
circulación de los capitales y mercancías y restringe, a capa y espada, la
libertad de movimiento de los seres humanos.
[1] Puntos de control que
las tropas de ocupación establecen en los territorios usurpados.
[2] Barrio periférico de
Tetuán de donde so oriundos algunos de los inmolados de Leganés. Le llaman
metafóricamente Mezuakistán.
[3] Uno de los dos montes de
Tetuán.
[4] Guerra santa.
[5] Neologismo para designar la escritura en
Internet
[6] Región afgana conocida
por sus guerrilleros yihadistas.
[7] Zona de Bagdad en Irak
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