Para la mayoría de los
jihadistas y hasta los aconfesionales de origen musulmán, el calendario
comienza un 11 de septiembre del 2001. Sin el 11-S en Nueva Cork y en Washington
probablemente nunca habría podido tener lugar el 11-M en Madrid ni antes el
16-5 en Casablanca.
Ni Georges Bush ni
Tony Blair ni mucho menos José Maria Aznar se tomaron la molestia de analizar objetivamente el impacto de los
atentados contra las gemelas del World Trade Center de Nueva York y el
Pentágono en Washington sobre la inmensa mayoría de los musulmanes «normales».
Ninguno de estos ni de
otros estadistas pudo comprender que para muchos se trataba de una «heroica
respuesta» a « decenios de humillación».
De haber canalizado
aquél entusiasmo se hubiera podido evitar más de una tragedia.
De hecho ¿Hubiera
podido ser posible cambiar el curso de los acontecimientos?
Probablemente. De
algunas de las últimas conversaciones de los que se inmolaron en Leganés,
captadas por los servicios secretos marroquíes, al entrar algunos de ellos en
contacto con sus padres para despedirse(5)
quedó fehacientemente establecido
un fuerte acento de arrepentimiento e incluso de parquedad ante el proselitismo
radical que, más que compartir ideología o creencias religiosa se trataba de un
accidentado contagio en un abonado entorno de indiferencia y de abandono de
este segmento de la población magrebí establecida en España.
Luego ha habido una
serie de atinadas interrogaciones, como las planteadas por «Periodista
Digital»:
¿Ha habido pruebas
falsas o simplemente errores policiales? ¿Ha realizado el juez Del Olmo una
instrucción correcta del voluminoso y complicado sumario? ¿Se nos está
intentando « vender» una «versión oficial» simulada o lo que están intentando
es un disparate conspiranoíco? ¿Fueron los islamistas de Leganés quienes
pusieron las bombas en los trenes?
Preguntas. Pero quedan
muchas otras. Ninguna urgente… porque, como ocurrió al día siguiente del 11-S
cuando la Casa Blanca monopolizó el amasijo de las versiones, por razones
puramente electoralistas, la Moncloa eclipsó toda proyección «intrusa» durante
y después del 11-M.
Desde entonces mucho
se ha dicho. Mucho se ha querido hacer. Mucho se intentó esclarecer. Sin
embargo, como diría la cantante libanesa Fayruz « los hombres son líneas pero…
escritas con agua…».
Se secan y
desaparecen… quizás para siempre.
Fue de otra manera y
de otra forma fueron y siguen siendo hasta ahora los resultados de tan
disparatada gestión de un expediente que se inscribía inicialmente en el
capítulo de sucesos, convirtiéndolo en epopeya.
Así lo corroboran los
hechos y los acontecimientos posteriores.
Operación Saeta en
abril del 2005, Sello I en junio del mismo año. Tigris y Sello II en junio del
2005 y en enero del 2007… las operaciones anti-terroristas se multiplicaron,
multiplicándose con ellas sensacionales descubrimientos de redes de carácter
puramente logístico, especialmente el reclutamiento y el posterior para
combatir en Irak o en Afganistán.
En casi cinco años
nadie o casi nadie fueron acusados de perpetrar o de preparar atentados en
territorio español. No obstante, el tacto con el fenómeno resulta hasta ahora
lejos de proporcionar una salida del inesperado túnel terrorista, siendo una de
las razones las conclusiones de orden xenófobo: 14 de los 19 detenidos de
origen español nacieron y residían en el momento de su arresto en Sebta o
Melilia «pero sus padres eran musulmanes y fueron educados como musulmanes» .
No cabe duda de que se
han eludido realidades como por ejemplo el racismo y la discriminación de las
que eran objeto los detenidos por parte de las autoridades locales e incluso
por parte de la población de las dos ciudades ocupadas, donde por la anacrónica
segregación racial y religiosa el 40% de los hijos de los inmigrantes en España
tienen, según un estudio hispano-americano sobre la inmigración, proyectos de
ir a vivir en otro país.
Además, una serie de
incoherencias, debido al desconocimiento del expediente o simplemente a
manipulación de orden estatal como por ejemplo el caso de una célula del Grupo
Salafista por la Predicación y el Combate (GSPC) reconvertido en Al Qaeda en la
tierra del Magreb Islámico (AQMI) desarticulada en diciembre del 2005 «que
estaba invirtiendo en la apertura de un local
de prostitución en la Costa de Málaga para obtener ingresos estables
para enviar a Argelia» .
¡Será posible!
Hasta Marruecos a
través de su Ministerio de Habus y Asuntos Islámicos, impermeable al deseo de
muchos de imprimir un cambio a la organización representativa de los musulmanes
de España, permaneció mirándose en el espejo francés o belga durante lustros antes
de decidir tomar cartas en el asunto e «interesarse» por sus súbditos
desgarrados entre el tira y afloja entre La Unión de Comunidades Islámicas de
España ( UCEDE ) de Riah Atatari y su adversaria en el seno de la Comisión
Islámica, único interlocutor del gobierno español y de la cual dependen, en
principio, la formación de los imames , el nombramiento de los profesores de
religión islámica y sobre todo… sobre todo, el reparto de las subvenciones del
Ministerio de Justicia , madre de todos los corderos, La Federación Española de
Entidades religiosas Islámicas, liderada por Mohamed Alí, un próximo a la tesis
marroquí que preconiza la urgente necesidad de encontrar democráticamente un
órgano más representativo de los musulmanes de España.
El «Caso de la Mezquita
de Paris» vuelve a dividir a los musulmanes pero esta vez en España sin que
nadie pensara un instante en los musulmanes españoles no árabes ni de origen
árabe. Lo que ha facilitado enormemente las tareas de los que no podían
escatimar esfuerzo alguno para pescar en aguas turbias una concepción clara y
actualizada de los valores religiosos. No ocultaba su admiración por el Islam moderado que le enseñó « a comprender, cuando estaba
perdido en España, el valor de la dulzura y de la vulnerabilidad ». Afirmaba con una intensidad emotiva que,
contrariamente a muchos otros jóvenes de su generación y de su confesión, la
religión le inculcó el arte de cavar más íntimamente en sí mismo « acusar no es
ninguna terapia », respondía a los que, como los calificaba él, confundían
entre contrabajo y contrabando y consejero y conserje. Pero la provocación
inteligente y audaz no era la única calidad de este noble e inspirado «morango»
que decidió recurrir inversamente el camino porque « no me sorprendería que
esta gente reclamaran un día públicamente como bien saben hacerlo en este país
el derecho de muslo ». Embadurnado con un aspecto fundamentalista y presumido
por su impecable acento español, Bachir se sentía orgulloso de « ser moro ».
Él, por lo menos, siempre advirtió a los imames que pronunciaban sus sermones
del viernes que «más del 70% de los fieles o más no comprenden árabe y por
tanto no saben lo que predica». «En la mezquita de Caracas – le dijo a uno de
ellos- los sermones de la oración solemne del viernes se pronuncian en español
y luego en árabe»
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