”11-M: Madrid 1425” de Said Jedidi. CAPÍTULO V CORTINA DE HUMO



                                       
                                                    III
    En su columna semanal en el diario marroquí «Al Ahdaz Al Magrebía » Jamil Asalhut nos recordaba el lunes pasado lo que debería ser para todos los árabes la mayor de las incongruencias (o la peor de las vergüenzas): «según las estadísticas de las organizaciones, UNESCO y la árabe ALESCO el índice de la lectura del individuo en el mundo árabe no supera los… seis minutos/año.
¡Alucinante! Vergonzoso, aunque la inmensa mayoría de nuestros mandatarios tienen otras preocupaciones. Se olvidaron del dicho del Profeta «  Hacer de la ciencia accesible a todos es alentar a cada uno a instruirse ». Pero ellos están más ocupados en la búsqueda de soluciones a los problemas de Occidente como para tener un segundo para pensar en la educación y la cultura de sus pueblos.
«  Buscad la sabiduría de la cuna a la tumba » decía Sidna Mohammad.
El profeta dijo también que « los dos bienes más deseables son la ciencia y la caridad y las dos cosas más detestables son  la ignorancia y el egoísmo ».
Más contundente y explícito: « Los beneficios de la ciencia – dijo el Profeta- son superiores a los beneficios de la devoción ». O: « Bebe de la sabiduría sin importar el recipiente que la contenga »… la cultura universal.
O sea que pertenecemos a única religión del planeta que da explícita y prioritariamente un título de nobleza al saber y a la cien. En Europa se lee miles de veces más y mejor.
Más insensatez: los libros traducidos anualmente al español equivalen al número de los libros traducidos al árabe en 300 años…en tres siglos.
El Corán dice: «  ¿podrán acaso equipararse los sapientes con los ignorantes? ¿Son iguales los que saben y los que no saben? Sólo los sensatos lo meditan » (39:9).
« Sin embargo, comenta irónicamente Asalhut los musulmanes presumimos ser la nación de «Ikraa» o, en español, «Lee» que es el primer versículo del Santo Corán revelado al Profeta».
¿Por qué y cómo la nación de «  Lee » no lee? se preguntaba legítima y acertadamente el cronista de «Al Ahdaz Al Magrebía» antes de explicar el motivo de su inquietud: « más del  25% de los árabes son analfabetos. O sea casi 70 millones de analfabetos ». No obstante, como lo recuerda el centro islámico de la República Argentina en su colección «  Cultura Islámica » la literatura de origen arábigo-islámica influyó en Juan Ruiz, el Infante Juan Manuel, Ramón Llul, Dante Alighiere, Miguel de Cervantes, San Juan de la Cruz y Santa teresa de Ávila, entre muchísimos otros.
En su «  El Islam y la Cultura Universal » el centro subraya lo que hemos sido los árabes y ya no somos: « la influencia literaria del Islam, dejó su huella en la literatura de Europa, particularmente en España. La autoridad de los musulmanes en las universidades de Italia, particularmente en Padua, no era menor que en Francia, ocupando el mismo lugar que ocuparon en el Renacimiento los griegos y los latinos ».
Sin embargo… en el 2008 consagramos menos de siete minutos por año a la lectura.
Existe una protesta del célebre Petrarca que nos muestra hasta qué extremo llegaba esta autoridad musulmana, dice: « ¡Cómo! Cicerón pudo ser orador después de Demóstenes. Virgilio pudo ser poeta después de Homero y ahora después de los árabes, no deberíamos atrevernos a escribir».
Y es que en nuestro enigmático mundo árabe, aferrados a nuestra incurable propensión, nos pasamos la vida (gobernantes y gobernados) tratando de renovarlo casi todo para que no cambie lo principal y… lo principal es tener la imprudencia y el mal gusto como las tenemos nosotros de no reconocer que nuestra desgracia « Intelectual » consiste en dos factores no más: pobreza en un mundo inmensamente rico y represión contra una nación que reivindica con todos los medios imaginables un feroz espíritu crítico.
Hipnotizados por los Mac Donalds y una serie de las peores depravaciones morales occidentales, la mayoría de los que poseen en el mundo árabe contribuyen con las riquezas del pobre contribuyente a paliar la decadencia de occidente en vez de consagrar parte de estas riquezas a la educación, la ciencia y la investigación científica de sus iletrados pueblos.
Robert Briffaul en su trabajo «  Creación de la Humanidad » ha expresado honestamente la deuda que tiene Europa para con los árabes: « Fue bajo la influencia de los árabes y la resurrección de la cultura mora y no en el siglo XV que se produjo el verdadero renacimiento ».
Por su parte el Padre Don Miguel Asin Palacios escribe: «  los científicos y los filósofos cristianos debieron mucho de sus ideas a los hombres de ciencia y comentaristas musulmanes del siglo IX hasta el XVI ».
Pero esto era antes…Mucho antes de decidir no leer más que seis minutos por año pese a pertenecer a una nación cuyo Libro Sagrado comienza con «  Lee… ».
El poeta iraquí Maaruf Arrasafi dijo: «  Desgracia a la nación que sólo alza la voz en los entierros »… no contra la represión y la injusticia.
La inmensa mayoría de los que se fueron de su país en busca de «algo» mejor, no lo encontraron, o bien porque no lo asimilaron lo suficientemente, o bien lo pudieron resistir a tan tremendo cambio. Para esta mayoría el modelo de la sociedad que encontraron y la nueva organización de la vida en su destierro dorado correspondían a sus sueños, no a sus realidades.
 Una indigestión cultural que, por no haber podido ser contrarrestada, hizo que los que la padecían fuesen infinitamente más vulnerables ante los predicadores de la violencia y del horror en nombre de un paraíso que para ellos, era justamente en donde vivían.
 Al final fueron presa fácil del, por un lado de la elasticidad de los propios y del egocentrismo del extraño, llegando a confundir entre conciencia religiosa y masturbación ideológica.
 La exaltación por especialistas de la subversión de lo que se fue y se puede volver a ser exacerbaba unos espíritus, durante años expuestos a la amenaza y a la metamorfosis.
 Ni en Rabat, antes, durante y después del 16 de mayo del 2003 ni en Madrid antes, durante y al día siguiente del 11 de marzo del 2004 alguien logró discernir entre las amenazas que representa el Islam radical mal  inculcado y peor aprendido y en lo que puede desembocar.
 Ni en Marruecos ni en España ni en ningún documento del arsenal de documentos que sancionaban la cooperación bilateral en materia de lucha anti-terrorista advertía contra el espeluzno que consiste en que el falso Islam es el único capaz de transformar un «pacifico» drogadicto en un terrorista de alto riesgo.
Desde el 16-5 en Casablanca una estrecha y en principio hubiese podido ser fructífera cooperación de los servicios marroquíes de lucha antiterrorista, fue instaurada con su homóloga española. 
Hoy, no sería ligero afirmar que la subestimación de los servicios españoles de lucha antiterrorista de las tesis y a las teorías de sus colegas en Marruecos, su errónea devaluación de su idoneidad en materia del islamismo internacional, adquirida de mil maneras y en mil idas y venidas entre Rabat y Washington y su autosugestión profesional respecto a sus colegas africanos han ofuscado la realidad de las cosas, constituyendo uno de los elementos claves de su incapacidad de captar los indicios de lo que fue el 11-M.

     




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