11-M: MADRID 1425 de Said Jedidi“11-M: Madrid 1425” de Said Jedidi CAPÍTULO TERCERO CHECK POINT[1] V
En F’nideq y más tarde en Jamaa Mezouak era de notoriedad pública que el joven
Yussef, el comprometido y contumaz militante de Al Qaida en España era un
conocido y férreo pecador en Marruecos, donde nunca elevó bandera de una causa
alguna y nunca mostró simpatía alguna
ni por la emoción ni por las ideas, menos aún por la abstracción confesional.
— ¿Te acuerdas de...cómo
se llamaba su amiga hebrea?
— ¿La que trajo el
primer año?
— No. Esta era Matilde.
Era española.
— Ah si. Yeshua. Eso, Yeshua,
la enigmática. Así la llamaban por aquí. Nunca hablaba. Nunca sonreía.
— No se cansaba en
explicarnos que su nombre quería decir salud o algo así.
En sus discusiones, los moderados de F’nideq conjugaban la audacia formal
con la amplitud de la retórica. Sabían que, sino era imposible, su tarea era
difícil...muy difícil. Sabían también que eran una pequeña isla en un océano de
integrismo radical. Más atrevidos, algunos se preguntaban « cómo los españoles
toleraron durante tanto tiempo toda esta lacra ».
— Porque calculaban mal.
Creían disponer de un medio de presión sobre Marruecos o incluso crearle un
problema adicional donde se distraería de sus reivindicaciones sobre Sebta y Melilia.
— ¿Y Marruecos?
— Bueno esto ya es otro
cantar. No sólo este problema, sino ningún problema del norte le interesaba.
Los más razonables no entendían por qué, habiendo dilapidado tanto tiempo
creando un problema no se puede invertir en un instante imaginando una
solución.
Figura huérfana en un entorno volátil, prodigio y pródigo, Yussef nunca se
despertó de su sueño de una evidencia luminosa. Por ello su “exogeneídad” le
resultó fatal. En Madrid descubrió que, de su padre, heredó la fiebre del
dinero fácil y de su madre, una humildad que roza el pecado y la indiferencia
hacia todo y todos, inclusive la vida. A cada idea, su gesto emblemático... a
cada travesura, su embrollo. Aunque siempre le era familiar, ingenuo, como lo
es, a menudo, un adolescente, España le resultó pantagruélica en todos los
sentidos. Subiendo y bajando en la
escalera de su destino, acabó por descubrir las repercusiones de ciertos
discursos escuchados en su tierra. Sólo entonces comprendió que esta homotecia
no era fortuita y que en el asterismo descubrió los detalles.
Metamorfosis. Durante meses, sus íntimos hablaban de un giro de 180 grados
en su manera de ser. Buscaba pretextos para justificar su incapacidad de
proporcionarles contratos de trabajo aunque prometía, terminando la promesa con
un revelador « Inchaalah »[2] .
— El tío ha cambiado
radicalmente.
— Pero ¿Qué le habrá
pasado? ya no nos cuenta sus largas noches en los mesones en Plaza Mayor ni sus
aventuras en Puerta del Sol.
— Y por encima prodiga
consejos.
— ¡Joder!
El verano en Tetuán siempre ha sido propicio para la hibernación de la
feliz inconciencia.
Sin embargo, algunos miembros de la
familia de Yussef no vacilaban en jurar que, desde hacía cierto tiempo «
su chico dejó de ser lo que era o lo que ellos desean que fuera ».
La duda que conduce a la arrogancia.
— ¡Hombre! Madrid no es
Tetuán y como decimos nosotros el que convive con alguna gente cuarenta días se
convierte en uno de ellas[3].
— No me refería a esto, Haj.
— Pues...no te
comprendo.
— Cuando estaba aquí o
durante sus frecuentes idas y venidas a Sebta e incluso en el curso de sus tres
primeros años en España el joven era otra cosa...literalmente otra cosa, por
esencia, por instinto y por inspiración unívoca. El muchacho derrochaba optimismo y respiraba
vida. Cuando hablaba de Madrid o de España insinuaba una providencia.
— Creo que ya no
recuerdas sus « castañas » de antología y…
— ...y las muchachas que
nos traía, que Maite, que la otra…la israelí que... ¿Y qué?
— Que se convirtió...en
una encarnación de una obsesión insospechada
Su súbita y, para muchos, incluso misteriosa «reconversión» se llevó a cabo
sin bombo ni platillo. Ningún fiel fnidiqui[4]
recuerda haber visto nunca antes a Yussef en las mezquitas de la ciudad.
— Es lo que se llama un
buen trabajo.
— No sólo un buen
trabajo, sino también la metamorfosis invisible.
De un nihilismo premeditado y de un anarquismo ordenado el ex hincha del
Real Madrid pasó a ser ferviente aficionado a los más extremistas predicadores
egipcios.
«F’nideq, como llevaba advirtiendo infructuosamente en sus sermones de la
oración solemne del viernes el imam de la Gran Mezquita, F’kih Hammadi,
se ha convertido en un campo abonado de las ideas subversivas y de las
ideologías incoloras».
Orden, desorden. La relatividad absoluta. La juventud de la ciudad y
arrabales, presa de la más sistemática de las intoxicaciones y demagogias sin
que los poderes públicos juzgasen oportuno intervenir.
— No te preocupes no lo
harán hasta que se produzca un desastre.
— Así son si no padecen
en su propia carne nunca deciden prevenir.
Los que lo hacían, como F’kih Hammadi, era a título
personal y caritativo. Lo que el barbero H’midu calificaba de «Simples
francotiradores contra el mal».
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