Hijo de un vulgar pero acomodado
narco-traficante, Yussef formaba parte de esta especie humana que no quería ser
ni héroe ni malvado pero que al final una tontería sin nombre se lo llevó y
para los suyos sólo se quedó un aforismo.
— No es fácil hervir el
agua, aconsejaba Abdelkrim a su pequeño hijo para explicarle que todo es
difícil, rozando lo imposible.
— ¿El agua?, pensaba
Yussef ¡si está loco perdido!
Nadie recordó nunca cuándo fue el comienzo de
esta época. Pero todos se fueron paulatinamente admitiendo su carácter
urbano-planetario.
Con la cornada de Leganés, los acentos radicales
de Jamaa Mezuak entraron, sin quererlo, en la leyenda terrorista universal.
Era una
manera cruel de promover el nombre de su barrio, pero también una vocación
primordial...
— Parece como si no
quisieran llegar a la edad madura.
— Viven más con las
cosas que con seres humanos.
— ¿Cosas?
— Si. Cosas...y casos.
— En deformaciones
agresivas de textos coránicos encuentran elocuencia y emoción.
— Locura.
— Si...pero lo que el
Estado no comprendió o no quiso comprender es que siempre fueron partidarios, a
la vez, de la revuelta y del compromiso.
— ¿Pero qué dices, tío?
— Digo que si hubiésemos
optado por preguntarlo, probablemente nos habrían respondido.
— ¿Y su obstinación
suicida?
— Al principio era sed
de vivir que se convirtió en el asco de existir.
Herederos de una historia con una prodigiosa
riqueza civilizacional e hijos de una ciudad,
cuyo pasado es institución, se dejaron convencer de que sería imposible
proteger el presente o el futuro «sin entregarse totalmente al Creador».
No tenían nada que perder. Lo habían perdido
desde hacía tiempo y nadie se dio cuenta. Para ellos, algo, lo que sea, a
condición de que no parezca al existente, era algo.
Hartos de ser ciudadanos ordinarios, con su alma
de piedra, decidieron voluntaria, unos, involuntariamente, otros, confundir
entre ventajas e inconvenientes, creer en falsas respuestas a verdaderas
preguntas y cuestiones. Optaron por un no man’s land ideológico donde no se
aportan soluciones ni se contemplan remedios. Imágenes y mensajes
minuciosamente elaborados para las mentes estériles se encargaron de precipitar
el infeliz desenlace.
No esperaron a nadie recordarles la imposibilidad
de escapar a su destino...ni a su fatalidad y afincados entre el milagro y la imposibilidad aprendieron a hacer
hablar la emoción. Su habitual prudencia rozaba a menudo el exceso de modestia
y sus discursos despectivos al orden establecido en vez de irritar
gustaban y seducían.
— ¿Sabes quién dijo que
si un día puede haber un gobierno del mundo, su capital será Constantinopla?
— No. Pero en cambio sé
que los europeos no paran de oponerse a la adhesión de Turquía a la Unión Europea.
— Pues.... Fue Napoleón.
— No debió darse cuenta
de que era una nación musulmana.
— Entonces aún sonaba el
nombre de Saladino.
— Y los europeos
detestaban a los musulmanes pero no, como actualmente, los desdeñaban.
— De cierta manera nos
lo merecemos porque somos efectivamente despreciables.
Saben que es verdad pero torpe, mitomanía pero
persuasiva y depredación pero sin alternativa.
Les gustaría clamar que es más dulce que el
pecado pero nunca lo harán. No les gustaba pasar a aduana y todos eran
concientes de que su enigmático mutismo constituía una plusvalía.
— Curiosamente, después
del horror, la gente deplora la misma torpeza: ¡Y yo que creía que era un
ángel!
La misma exclamación: « era un lazo en torno a una bomba »[2].
Simple a enunciar...difícil a resolver .Su
extraordinaria manera de presentarse como el otro, les confiere la habilidad de
confundirse con un tabú absoluto. Para muchos? estos ataúdes ambulantes agotaron? en años de
incertidumbre? su sueño imposible y al final, entre la fidelidad y la libertad
optaron por lo que menos conocían. Y aunque su gramática teológica dejaba mucho
por desear decidieron encarnar un mito. De nada les sirvió un lugar como
F’nideq o más tarde Jamaa Al Mezuak, donde, debido a aquello de que la tierra
de Dios es inmensa[3] vivieron durante años
« sentados sobre sus maletas »[4]…
años de seudo reflexión sobre el valor de la gente y de las cosas, acariciando
el mórbido deseo llegar a la otra rivera o consternar a propios y extraños.
— ¿Guerrilleros de Dios? ¿Qué Dios?
— Hipnos[5].
Cromatismo acídulo de quien el libertinaje
anti-laísmo, mal inspirado y peor inculcado transformó en una amenaza pública
ante la cual la impotencia general y generalizada constituía un campo abonado
para más adeptos.
— No comprendo cómo
pueden exhibir con tanta embriaguez tanto horror.
— La inflexible voluntad
de los poderes públicos de…
— Pero, ¡qué poderes
públicos ni qué niños muertos! Que son
hijos de puta y...punto.
Los comentarios sobre tan sincrético misticismo
parecían una flagelación. Consternación, estigma y condena. Pero no más. Nadie
o casi nadie se acordaba en este mundo donde toda invitación a la convivencia
era una ilusión del Hadiz[6]
del profeta Mohamed: « quien de vosotros
verá una abominación que la cambie con sus manos, sino, con su lengua, sino con
su corazón».
Elegancia sobria que ilumina el camino de los que
aparentan una frágil convicción, desmentida por una sana salud integrista.
Un buen sentido para voces que imponen un silencio que condena el alma de
un santo.
— La verdad es que ni es
totalmente falso ni completamente verdad.
— ¿A qué te refieres?
— A estas identidades
diluidas en apologías al y del terrorismo.
— Sigo sin captar.
— Me refiero a Yussef y
su criminal metamorfosis.
La forma es el fondo
que sube a la superficie[7]. Con o sin razón, deliberadamente, la gente sentía una
irresistible tentación de confundir entre lo íntimo y privado y cuando se
trataba del prójimo lloraba cuando él
lloraba y reía cuando él les hacía cosquillas[8]pero a ningún íntimo de Yussef se le podía
ocurrir arriesgarse a hacer amalgamas o consonancias entre los preceptos del
Islam y la masacre de 191 inocentes y más de 1. 500 heridos un 11 de marzo del
2004 en la estación de Atocha en Madrid.
— Afortunadamente los
españoles distinguen entre terrorismo y marroquí.
— Te lo digo yo que no
veo más que las televisiones españolas: nunca, jamás ningún español cometió el
pecado de confundir entre un vasco y un etarra.
—
Y sólo Dios sabe, que por su criminal insolencia, cuántos
inocentes han muerto sin saber por
qué.
[1] Puntos de control que
las tropas de ocupación establecen en los territorios usurpados.
[2] André Breton describiendo a la pintora
mexicana Frida Kahlo.
[3] Dicho árabe, inspirado
del Corán.
[4] Proverbio marroquí.
[5] “Dios” griego vinculado
a la noche por su madre y a la muerte por su hermano.
[6] Dicho o relato del
Profeta Mohamed.
[7] Víctor Hugo.
[8] Shakespeare.
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