VI
Desde uno de los dos balcones de su pequeño
apartamento en la madrileña Calle Martín de los Eros, se podían ver todos los
movimientos en Plaza de España.
En aquél 12 de marzo
del 2004 nada invitaba a observar anomalía alguna. El inquilino y sus cinco
huéspedes llevaban casi dos horas contando chistes « del país».
— La esposa de un hincha del Madrid que se
encontraba confortablemente sentado en un sofá siguiendo su partido frente al
Barcelona, pierde su llave y toca el timbre. Al saberlo, el marido le grita sin
quitar su mirada del televisor: « Vete que estás divorciada».
Una salva de
carcajadas.
— Uno que solía robar lo que encontraba de
la casa de su familia. Un día se le ocurre robar el teléfono móvil de su
hermana. Ésta le llama al mismo aparato y le exige que lo devuelva. «Cada vez
que desaparece algo – contestó a la alarmada hermana- me lo reprochan a mi».
Otra desenfrenada
salvilla de risa.
— Al disponer salir de casa, un agente de la
fuerza auxiliar llama a su esposa y le
indica la porra sobre la mesa :
«esconde el arma para que los niños no jueguen con ella».
Vaporosos comentarios a lo ocurrido en
vísperas en Atocha a lo que Jamal y sus
invitados, tres de los cuales conserjes nocturnos en establecimientos públicos,
se referían en términos acusatorios.
Un desafío a la
lógica.
Jamal, el más
intelectual del grupo interrumpía la discusión para contar a sus amigos «la
otra obra siniestra de ETA en Madrid» sin olvidar de asociarla a la metodología
del Frente POLISARIO.
— Estos separatistas son una lacra.
— ¿Y a mí qué?
— El separatismo es uno e indivisible.
— Si, pero lo de Casablanca era obra de otra
gente.
— Las primeras noticias hablan de
compatriotas entre las víctimas.
— ¿Muertos?
— Entre muertos y heridos.
— ¡Qué locura!
En el «Rastro» las preguntas giraban en, torno a la identidad
de los «nuestros» «si nuestros ha habido». A nadie se le ocurriría pensar que
aquella obra siniestra era de algunos de los «suyos». La preocupación se
centraba particularmente en torno a los que suelen tomar estos madrugadores
trenes y a los que trabajan en la zona. Las especulaciones y los rumores
nublaban tempestuosamente las fuentes de información. A pesar de la insipidez y
la contradicción en los relatos al respecto, en Lavapiés y Somos agua algunos
sentían llegar algo que nadie podía aún determinar con exactitud.
Las primeras
insinuaciones de la autoría islamista comenzaban a cobrar sentimiento.
— COPE y Cadena SER afirmaba esta mañana que los atentados de
ayer pueden ser obra de terroristas islamistas.
— ¡Vete ya! ¿Cómo van a ser musulmanes? ¿Qué
musulmán puede cometer tan atroz crimen?
— Mira, Mohamed yo te acabo de contar lo que
me han dicho. Además tú, mejor que cualquiera de nosotros porque eres amigo de
los «afganos» sabes que hay musulmán y musulmán.
— Si, pero...
— Sin peros, Mohamed. Déjame terminar. ¿Eran
musulmanes los que perpetraron los atentados de Casablanca o antes de Nueva
York y Washington?
No obstante, sin
énfasis ni opacidad, después de observar cierta expresividad que desvela mil
eventualidades, muchos musulmanes de Madrid comenzaban a contemplar lo peor.
El comportamiento de
algunos de ellos era insólito casi surrealista. Un equilibrio entre el
suspense, la inquietud y el miedo de que la, hasta entonces era simple duda, se
convierta en una certeza.
Comenzaban a barajar
hipótesis, a llevar a cabo investigaciones propias y a insultar « la tolerancia
que nos conduciría a la tragedia».
« ¿Dónde estaba ayer
fulano, desde cuándo desapareció, con quien iba y cómo actuaba?».
Llovía inquietud por
los insitos.
Con paso de los días se iba acentuando el
sentido de culpabilidad de quienes no insistieron en su disconformidad con el
desprecio del riesgo, prefiriendo no hacer frente a la paulatina reconversión
de los que eran presa de las empresas del horror.
«El que no duda, no
sabe cosa alguna», repetía apurado Mehdí como si presagiara la pertinencia o
como exigiese una redefinición del concepto de solidaridad.
Quería acusar a
alguien… a algo…pero lo dejaba para su intimidad porque era conciente de que «
de ser como dicen pondrían colofón a largos y difíciles esfuerzos por una mejor
convivencia y cohabitación confesional». Estaba seguro de que « por más mínima
que fuese la implicación musulmana en lo ocurrido, siempre habrá quien lo
exageraría».
La ecuación securitaria y la posterior avalancha
de arrestos impidió a algunas lenguas, dilatadas desde que se supo «una
supuesta implicación islamista» a mostrarse mas reservadas, mas discretas y mas
tímidas. El curso de las investigaciones no podía ser peor.
— ¿Pero si han dicho que era ETA?
— Creo que ETA...BAN confundidos
— Lo de los musulmanes debe ser…
— No hace falta avanzar argumentos ni...
Durante días el abominable crimen de Atocha
eclipsaba todos los comentarios de la comunidad musulmana de Madrid y de
España.
Con las primeras certezas comenzó una mezcla
de vergüenza y consternación. Críticas y autocríticas. Acusaciones, insultos,
sospechas y estigmas a los que « ya le dicho a mi hijo Bachir que cuide con el
afgano este…»
La psicosis del miedo y de la incertidumbre
llegaba hasta el extremo del llanto y de crisis de alucinación.
— ¡Oye, Alí, ¿Dónde estabas la madrugada del
pasado día 11?
— Contigo, aquí en casa ¿No te acuerdas,
mamá, cuando me contaste la historia de quien madrugó y Dios ayudó, encontrando
100 euros?
— No, hijo, Dios no ayudó a nadie aquella
madrugada. Además desde ahora en adelante debes saber que a quien cayeron los
cien euros madrugó antes de quien los encontró.
— ¿Pero, qué te pasa?
— Nada, como decimos nosotros en Marruecos,
por los hijos cobardes, las madres no suelen inquietarse.
Dante y su Divina Comedia. Abu Al Alaa Al
Mari y su «Episodios y finalidades» .
En las familias musulmanas de la capital de
España el clima era literalmente irrespirable a pesar de la total ausencia de
indicios de una eventual caza de brujas.
En efecto ni en el aeropuerto internacional
de Barajas ni en las recepciones de los hoteles en Madrid asustaba aún el
pasaporte verde del Reino Jerifiano.
Una normalidad que, además de asustar,
intrigaba.
Tanto estas madres como otros
francotiradores de la igualdad de las oportunidades y de una integración
armoniosa han tenido que esperar más de cinco años antes de que el Parlamento
Europeo rechazara con los votos de 431 eurodiputados contra 55 y 94 abstenciones
la creación de clases especiales para los menores de edad inmigrantes en los
Estados miembros, a los que se insta a evitarlas. Con ello el Parlamento
Europeo respaldaba la integración lingüística de los pequeños inmigrantes,
solicitando incluso que se incluya su lengua materna en los planes de estudio y
financiar el aprendizaje de la lengua del país de acogida con profesores que
entiendan la lengua materna de los hijos de los inmigrantes.
La cuestión de la inmigración y más
concretamente su integración social es tan seria como para no dejarla entre las
manos de los ministerios del interior. Nada, efectivamente, es más complejo que
el tejido familiar de las generaciones de la inmigración. En la misma familia
existen diversas corrientes del pensamiento que delimitan las fronteras de
estas generaciones. La emergencia de una generación migratoria, cualquiera que
fuera el país acogedor, no disuelve la anterior. De tal manera que las ideas
conviven de manera frágil y a menudo reveladora de inevitables conflictos
generalizaciones que llegan a veces hasta la ruptura y la negación de los
valores intrínsicos del país de origen e inversamente de los del país de
acogida con lo que ello representa en tanto que amenaza a la estructura
familiar inmigrante y a la paz social en general en el país huésped.
Tanto en Marruecos como en España, se han
llevado a cabo estudios de un inestimable valor social e incluso analítico que
desgraciadamente, en vez de ser complementarios, la inercia política o
intelectual de algunos en los dos países, transformó, a pesar de la buena
voluntad de muchos, en contradictorios y por consiguiente inútiles y
superfluos.
Todo el mundo prefirió optar por la cooperación securitaria… Era
más fácil y más cómoda.
Los milagros del garrote vil.
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