I
A LOS LECTORES:
Todos los que han solicitado la version digital de "11-M: Madrid 1425" la han obtenido, todos salvo los que han proporcionado direcciones electronicas erroneas. Incluso los que, como Mohamed Raibi de Nador o Abderrahman Bassil de tetuan o Yussef Samri de Tanger se han desplazado hasta Rabat, consiguiendo un ejemplar imppreso de la novela.
No sabía por qué nunca lo lamentó. «
Lustros de sequía sentimental », pensaba con los ojos fijos en una madre
que acariciaba cariñosamente a su pequeña hija en el minúsculo locutorio de la
madrileña calle Virgen del Coro. « Ni amor ni ternura ni siquiera
interés » masticó entre los dientes en una mezcla nostalgia y de rabia
antes de concluir: « como si nuestros padres no tenían corazón y nos
parieron sin él ». Soltó una enigmática sonrisa y dio riendas sueltas a
sus perturbados recuerdos desde su existencia en Jamaa Al Mezouak en su Tetuán
natal y una limitada terminología que se limitaba a Bab Sebta, los «
pofias », « los de Rabat » y el Real Madrid y el Barça hasta su
vida, primero en Villa verde, más tarde en Lavapiés y ahora en Virgen del Coro
y los nuevos conceptos escuchados mil veces: Bosnia, Afganistán o, naturalmente
Irak, a flor de boca de todos y de cada uno.
Sonrió cuando se acordó de la reacción de un imam
de Jamaa Al Mezuak al contarle parte de sus actividades en Madrid.
—
Pues hijo… se ve
que aprendiste cosas.
—
Maldita sea esta suerte que me lleva a aprender a morir,
pensó de nuevo, esta vez en voz muy baja y con gesticulaciones como si acababa
de descubrir su responsabilidad en muchas tareas de carácter logístico.
Volvió a converger su mirada hacia el pequeño
locutorio, comenzando a entretenerse imaginándose la pequeña entre los brazos
de su cariñosa madre. De repente:
—
Oye, Yussef ¿No has visto a Mansur?
Asustado como si le acabaran de despertar de un
feliz sueño, Yussef respondió con despecho:
—
Yo no veo a los apostates.
—
¡Acojónate! Que te pones ahora a hablar como aquellos
sirios o…
—
Por lo menos ellos son sinceros y no se dedican a la
compra-venta de sus creencias.
—
Pero… vamos a ver. ¿Qué te ha hecho el pobre Mansur
hasta…?
—
Mansur pobre ¿Me tomas el pelo, Abderrahman?
—
¿Cómo?
—
La otra vez vino y comenzó a escupir cosas raras.
—
¿Raras?
—
Si, bueno más que raras, apostasías.
—
Abderrahman no creía sus oídos. Conocía, quería y
admiraba a Mansur por su alto nivel intelectual y por sus ideas claras, a
menudo atrevidas pero nunca arriesgadas.
—
¿Apóstata, Mansur? No lo creo.
—
Pues… a lo mejor yo soy mentiroso.
—
Mira, Yussef yo no he dicho esto. Lo que pasa es que ya
conoces a Mansur siempre ha sido bromista y resulta que a veces exagera pero
nunca abusa.
—
Mira Abderrahman, a mí ya me conoces, no tengo ni un pelo
de tonto ni he sido nunca gratuitamente rencoroso. Mansur se puso a reprochar a
todos los musulmanes lo que calificaba de espíritu malsano. Entonces…
—
¿Entonces qué?
—
Dijo que ningún musulmán se atreviera, un instante de
imaginar que son los judíos o los cristianos o los budistas que tienen razón y
que los verdaderos infieles somos nosotros.
—
¿Y tú qué le has respondido?
—
Le dije un ¡Vete a la mierda, hijo de puta!
« Mansur… Mansur… que tienes razón, bribón.
Fiel a tus extravagantes auto-críticas». Abderrahman lo dijo siempre, conciente
de que le puede crear problemas: « Mansur es de una franqueza
refrescante ». Sabía que contemplar la otra posibilidad de la realidad
puede resultar mortal.
Los compañeros de Yussef en el «círculo de la
orientación espiritual» en Virgen del Coro le advirtieron más de una vez que lo
suyo con Mansur eran « amistades peligrosas ».
Colección de recuerdos. Ejercicio dirimible.
Ilusoria nostalgia de una ruralidad, urbanizada a base de exclusión, injusticia
y desesperación. Una pobreza, madre de mil lecciones y motivo de muchas osadías
e intereses políticos cínicos que crearon en la misma ciudad tantos
« town’ships » como conciencias desgraciadas.
Vencido e impotente, Haj Ahmed, un insignificante
« F’quih » venido de su Alcazarkebir natal en una aventura digna de
James Bond en la que ni faltó dinero, ni drogas, ni pateras ni agonías, no se
cansaba de advertir a sus paisanos contra lo que llamaba «crisis de
ciudadanía», impulsada, según él, «por estos enemigos de Dios» que nunca se
atrevía a llamar por sus nombres.
Él, semi-clandestino en España, combatidas a capa
y espada su predicación por la convivencia pacífica y su predicación moderada,
merced de « diablos » venidos de «de donde nadie sabe» y consciente
de su calidad de huésped que debe expresar su gratitud hacia los anfitriones,
no ignoraba que « aquellos jóvenes » padecían patologías diversas
pero se cansaba de prodigarles sus consejos con la esperanza de rechazar el
odio, el rencor y el desprecio de los que son distintos.
Haj Ahmed sospechaba que lo que leía en los ojos
o en el fondo de los pensamientos de algunos de los asiduos a la improvisada
mezquita de Villa verde trascendía inquietantemente de lo meramente retórico.
Sabía que se quedaba sólo…. con, cada vez menos recursos y menos impacto por el
que cruzó mares y tierras pero confiaba en que « Dios acabará por
reorientar a estos descarriados por el buen sendero ».
« Banda de ignorantes » solía replicar
a los que no cesaban de vanagloriarse de «combatir a los infieles en su
tierra ».
—
En este caso los infieles sois vosotros.
—
Hablas como Mansur.
—
Fíjate que Mansur es un buen musulmán y más inteligente
que todos vosotros. Él por lo menos sabe donde estamos todos y sobre todo
vosotros que habláis de liberación. Pero… ¿liberar qué, idiotas? Si no sois más
que unos pobres inmigrantes en busca de lo que no encontrasteis donde estabais
que, por cierto, era musulmán.
—
¡Basta, Haj!...
—
Termina la frase Hakim ¿Sabes lo que te digo? Te la
terminaré yo: …o me denuncias. Probablemente me harás un favor porque me voy
dando la perfecta cuenta de que aquí ya no sirvo. Soy un inutiles. Soy…
—
Está bien, Haj. Nadie dijo que te va a denunciar. La
mayoría de los que estamos aquí en Villa verde arrastramos el mismo problema.
—
… Pues no hay más que una forma de evitar el suspense: respetemos sus reglas.
—
Era su único valor añadido pero estaba seguro de que un
día llorará cuando de nada le servirán las lágrimas.
—
Ni mártires ni víctimas. Ni héroes ni malvados pero él
sabía que eran más los segundos que los primeros.
[1] Así llama Marc Sageman
(2004) en su « Understanding Terror Networks » a las redes de base. Es
decir los grupos radicales que actúan por cuenta propia sin comunicación con
organizaciones superiores
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