Más allá de su carácter casi anecdótico, el suceso la
noche del martes en Beni Makada (Tánger), abordado este mediodía aquí en
Conacentomarroqui, que relata como tres radicales dieron 80 latigazos a un
joven supuestamente en estado de ebriedad, reviste o, por lo menos, debe revestir
una importancia capital.
¿Por qué?
Fundamentalmente porque estamos ante una caricatura del “Estado
islámico” (EI), autoproclamado por el “EIIL” y su “califa” y esto, en Tánger,
en cualquier punto de la geografía marroquí e incluso en Cochabamba, además de
inaceptable, debe ser intolerable.
Luego, la experiencia ha demostrado elocuentemente que en
Libia, primero más tarde en Siria, Egipto y actualmente en Irak, el comienzo de
la anarquía, tolerada, puede tomar una inquietante dimensión con la que, si la recuperación
de la calma y orden no es imposible, si difícil y hasta muy difícil sin inútiles
pérdidas colaterales y estragos que pueden destruir los cementos de una sociedad
y sin altos precios que llegan a veces hasta la pérdida de la independencia y
el margen de maniobra propio de un Estado.
A pesar de una ausencia
que roza la indecencia (ante tan delicada situación, los sermones de la oración
solemne del viernes parecen más a un Telediario que ocasiones destinadas, en principio, a esclarecer
las cuestiones y los verdaderos preceptos de la religión), el papel de la religión
(ulemas, predicadores e incluso del ministerio de Habús y Asuntos islámicos,
entre otros) es de una importancia capital.
Los autores de tan grave incidente no parecen percatarse
de la amenaza que representa para todos, una justicia paralela, personal y por
ende, ilegal y clandestina ni que la justicia es “el valor supremo de toda
moral y sobre todo del propio Derecho”.
De donde la extrema gravedad del suceso de Beni Makada y
de donde la necesidad de proceder de la manera más rigurosa posible a fin de
que todos supiéramos que las leyes están para que se apliquen y la justicia
esta para que se acate.
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