Antes de los intercambios comerciales, culturales, académicos y científicos,
se trata, según Ismail Harakat en “Panorapost” de “un reconocimiento explicito
al importante papel desempeñado por Marruecos en la lucha contra el terrorismo
internacional”.
Para Washington, Marruecos es un socio clave en la lucha contra el
terrorismo en el que, la estrategia marroquí parece haber seducido a propios y extraños.
A pesar de no estar en el
ojo del ciclón de la esfera de influencia “islamista” en el Sahel, bajo
diferentes etiquetas, gracias sobre todo a la acción de sus servicios de
inteligencia y el estricto control ejercido por sus Fuerzas Armadas Reales,
Marruecos no puede (ni debe) olvidar que comparte con los países de la región
el desierto del Sahara. Un inmenso espacio propicio, no solamente para el
terrorismo, sino también para el contrabando y otros flagelos como la inmigración
clandestina y trafico de drogas y de armas. Como diría Ismail Harakat “un fondo
de comercio particularmente lucrativo y sobre el que los países de la región
tienen poco control
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