Esta mañana llamó mi atención una frase del
poeta persa del siglo XIII, Golistan de Saadi que dice:
“Un día, descalzo y sin ningún medio de
obtener zapatos me disponía a ver al jefe de Kufah en un estado de gran
miseria, cuando, de repente, vi. a un hombre sin piernas. Convergí mi mirada al
cielo y di gracias a Dios. Me fui sin ver al Kufah y pude así soportar mis pies
desnudos con paciencia”.
O lo que es lo mismo: “Un hombre masticaba
hierba que recogía del suelo diciendo: “No crea que haya alguien mas pobre y
miserable que yo”. De repente, vuelve la cabeza y ve a otro hombre que le
seguía recogiendo la hierba que él masticaba y escupía y la volvía a masticar.
En Marruecos decimos cuando nos preguntan
por nuestra situación: mejor que unos y peor que otros”.
El exceso de fatalismo es mortal. Una razonable
dosis de él es beneficiosa y hasta indispensable para mantener y controlar los
equilibrios psíquicos. Es lo que el gran canta-autor y pensador belga, el
malogrado Jaques Brel llama atinadamente “Los pobres felices”. Lo que,
obviamente” es mejor que “ricos desgraciados”.
En el Islam hay una oración rogatoria que
dice: Dios tranquilízame mi pecho (moral), facilítame mis cosas (deseos) y…
refuerza mi fe (convicción).
Por ello el Imán Al Achaari dijo: “Quien
insiste en su opinión, se equivoca y quien impone su opinión apostata”.
El Profeta Mohammad (SAS): “Los beneficios
de la ciencia son mayores que los beneficios de la devoción”.
Es otra visión y otra metodología para
encarar serenamente las dificultades.
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