¡Torero!
¡Asesino!
¡Perro canino!
Apenas te teme,
Ni el más pequeño
felino.
Estamos aquí presentes,
En una tarde amena,
Ven y remata tu escena,
Que esta matanza promete,
Una gran faena.
¡Torero!
¡Asesino!
Esto no tiene nada de divino.
¿Esto es lo que has elegido como camino?
Torero,
Piensa que soy el.
El que te mira con los
ojos tristes,
Y oscuros,
El que tiene los huesos y músculos,
Fuertes y duros,
El que posee espíritus puros.
El que te invita al
ruedo.
Donde se provocara el desenredo,
El que te señala con los cuernos,
No con el dedo,
Pues lo convertiremos
todo,
Color viñedo.
Con tu manto rojo,
Se mi mesías,
Y guíame por las
afiladas vías.
Y con tu espada desalmada mi verdugo,
Mezclándome el sudor y la sangre,
Convirtiéndolo en jugo.
Con tu traje de luces,
Al público seduces.
Dibujas sobre la plaza
círculos color carmín,
Aunque no estemos,
En la fiesta de San
Fermín.
Gotas que se coagulan en la arena,
Y no dejes en mi
cuerpo ardiente,
Llena ninguna vena,
Que mi vida y la
mirada del toro,
Dan pena.
Corta la oreja y el rabo,
Y clávame en el corazón un clavo,
En forma de banderita
Y deja que recen por mi alma,
En una mezquita,
Porque ya alcanzaste,
Con Dios mi
cita.
Despídeme con una
copla,
Y las cenizas de mis
cuernos,
Al cielo sopla.
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