Incontestablemente, la firmeza
de Marruecos en esta recta final hacia el examen por el Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas de la propuesta de su Secretario General Ban Ki-Moon sobre el
Sahara comienza a dar sus primeros frutos.
España, a titulo de ejemplo, cuyo
ministro de exteriores, José Manuel Garcia-Margallo, en visita el pasado fin de
semana a Argel donde buscaba una “alianza” con Argelia frente al gas ruso por
la crisis en Ucrania, habrá afirmado que “Para nosotros la cuestión del Sahara
Occidental es una cuestión de descolonización”, aprueba la renovación del
mandato de la MINURSO
pero evita pronunciarse sobre la cuestión de los derechos humanos.
El gobierno español afirma “haber
tomado nota” del contenido del informe de Ban Ki-Moon sobre el Sahara marroquí.
Ahora falta que Si Salahidinne
Mezuar y su plantilla sepan que en la política como en la gastronomía no hay ni
amigos ni adversarios, sino simple y razonablemente intereses.
¿Doble lenguaje? No. Se trata más
bien de una tentativa de equilibrio entre dos importantes socios: España es el
primer cliente de Argelia, con unas importaciones de 9.200 millones de euros en
2013, pero sus exportaciones suponen poco más de un tercio de esa cantidad
(3.900 millones) y Marruecos que, habida cuenta de su importancia estratégica, geopolítica,
económica y hasta social para España siempre ha supuesto un tema de política
interior.
Difícil gimnasia diplomática
pero no imposible. Tanto que la falta de claridad en la posición española respecto
a esta primera causa nacional para todos los marroquíes debe incitar a los
arquitectos de la política exterior en Marruecos a permanecer “al loro” ante
los cambios de tono y las filigranas en función del interlocutor.
Lo dijo el Rey Mohamed VI y
debe constituir un mapa de ruta: “La
ONU debe evitar enfoques parciales”… La ONU y todo el mundo porque
como dijo el Monarca “seria fatal”.
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