Rabindranath Tagore tenia razón:
« Es fácil hablar claro cuando no va a decirse toda la verdad ». El refrán
árabe lo explica también de otra forma pero elocuentemente: “La verdad que daña
es mejor que la mentira que alegra”.
Dos frases que ilustran la curiosidad
cuando no la perplejidad de muchos sobre la actitud de la prensa marroquí de expresión
francesa (sobre rodo la electrónica) que, normalmente prolija cuando se trata de acosar la religión o
algunas causas sagradas del país (alineándose torpemente con su homóloga gala),
mostrándose avara en desplegar algún esfuerzo de imaginación para elegir sus títulos
o incluso sus textos, limitándose a los
rotativos del hexágono.
De tal modo que sobre Ucrania
o la crisis medioriental la información de estos órganos de prensa traducen “fiel”
e intrínsicamente la postura francesa, sin, ni siquiera un toque o retoque para
adaptarla a la mentalidad marroquí o a los imperativos de la realidad y de la
objetividad.
Hoy mismo, casi unánimemente, el titulo que ha
elegido para los incidentes del Golán sirio ocupado por Israel es: “Israel
advierte a Assad”. La misma postura francesa, que en vez de llamar al pan, pan
y a las agresiones de Israel lo que son, impone matices y filigranas para
blanquear al agresor y encontrar a un “acusado”. Imitación ciega y escandalosa
que incurre a menudo en profanaciones y en violaciones de los principios éticos
de la prensa y de su deontología. Los intereses de Marruecos no son
condenadamente los mismos de Francia, menos en el mundo árabe: “En política solo triunfa quien pone la vela
donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela”. Dijo Antonio Machado. Y ni la
vela ni el viento son nuestros.
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