POETA
PERUANO CARLOS CARRIDO CHALÉN SORPRENDIÓ AL MUNDO, AL SOSTENER EN PUERTO RICO,
ANTE HISTORIADORES Y ESCRITORES DE VARIOS PAÍSES, QUE LA PAZ SIN JUSTICIA SOCIAL,
ES UNA ESTAFA A LA HUMANIDAD,
QUE AL IGUAL QUE LA GUERRA,
HAY QUE CONDENAR
El poeta peruano
Carlos Garrido Chalén, Presidente Ejecutivo Fundador de la Unión Hispanomundial
de Escritores (UHE), que cuenta con sedes en más de 40 países de los cinco
Continentes, sorprendió nuevamente al mundo, al sostener en Mayagüez, Puerto
Rico, en presencia de historiadores y escritores de EE.UU, República
Dominicana, Chile, Venezuela, Argentina, Perú y Colombia, que la paz sin
justicia social, es una estafa contra la humanidad, que al igual que la guerra,
es necesario condenar.
En el marco de la III Feria Internacional
del Libro “Eugenio María de Hostos”, realizada en Mayagüez, del 03 al 09 de
marzo del 2014, a
la que acudió como invitado especial del Municipio Autónomo de Mayagüez, que
preside el Alcalde Lic. José Guillermo Rodríguez, Garrido Chalén argumentó que
“no es cierto que si no hay guerra, la paz es automática. Esa es una facilista
y anémica manera de definir la paz, en la que desgraciadamente han caído muchos
“pacifistas”, algunos de buena fe y otros de mala estirpe. Porque la paz no
tiene un formato fácil para esquematizar como la mera antítesis de un conflicto
bélico o social. Se termina una guerra o pone fin a un conflicto social, y
puede que la paz siga ausente, si el hombre no comprende que para asegurarla –
para que sea evidente y tangible – el herramientario que se use para ajustar
sus tuercas, tiene que ser racionalmente moral, intrínsecamente espiritual, - e
incluso familiar, desde que la familia es la base social más importante - y eso
tiene que ver con la forja de los valores y los mejores sentimientos, pero
también con el equilibrio del entorno socio político sobre el que se afianza”.
El Embajador
Universal de la Paz
en el Perú, del Círculo de Embajadores de la Paz de Ginebra, Suiza y Embajador de Buena
Voluntad de la Paz
y la Humanidad
de SPMUDA, Filipinas, dijo que “no debemos
olvidar que la integración que promueve la paz, no valdrá nada, sino se hace
con justicia social; jamás tendrá un significado trascendente, sino promueve
desarrollo, pues paz en pobreza y sin educación ni cultura, es una paz sin
futuro”.
“La paz tiene que moldearla el ideal de la verdad histórica, que no la
hacen los historiadores de la mentira, que andan pensando más en sus propios
intereses, que en lo que la historia debe promover para los pueblos. Los pueblos
olvidados, muchos de ellos en pobreza extrema, no viven de los discursos
políticos pírricos, ni los ensambla la locura de los prometedores políticos de
profesión que aparecen como redentores cuando va a haber elecciones, y los gana
la amnesia y el olvido cuando no los urge un voto para llenar su egoísmo. Y es
que eso es así: de nada vale una paz consentida – vestida con las prendas más
lindas de la hipocresía moral -, desarmonizada por el hambre, el sufrimiento y
la miseria de nuestros pueblos”, acotó.
El Poeta
peruano, autor de una treintena de libros publicados, en los géneros de poesía,
ensayo, cuento y novela, Premio Mundial de Literatura “Andrés Bello”, Versión
poesía 2009 de Venezuela, sorprendió en el lobby del Estadio “Isidoro García”
atiborrado de historiadores, poetas, escritores y artistas de varios países,
que se rindieron ante sus nuevos argumentos sobre el tema, al sostener en su
Conferencia Magistral, a partir de su ensayo “Si esa es la paz, devuélvannos la
guerra”, que le ha valido ser nominado por historiadores de República
Dominicana y Puerto Rico, al Premio Nobel de la Paz, alegó que “necesitamos una paz, que cultural, social, política, económica y
financieramente, junte todos los cabos sueltos, y nos lleve a la
imperiosa conclusión de conceptuarla como artífice de las más grandes
conquistas mundiales. De lo contrario será siempre una estafa intolerable”
Carlos Garrido
Chalén, incorporado el 7 de marzo pasado, como Miembro Correspondiente de la
prestigiosa Academia de Artes y Ciencias de Puerto Rico, aseveró que “de nada vale una paz hermosa en el papel, cuando en la práctica la
envilece la política de los desleales, de los truhanes, de una corrupción que
apesta a muerto y desintegra y ofende la moralidad y dignidad de nuestras
sociedades”.
El aeda peruano, que en 1996 recibió la Distinción “Patrimonio
Cultural Vivo de la Nación”
de parte del entonces Instituto Nacional de Cultura (INC), ahora convertido en
Ministerio de Cultura, expresó con convicción que “ya no queremos que la guerra
siga matando y sangrando a nuestros jóvenes, especialmente a los más pobres del
Planeta. La guerra es mala. Pero más mala es la paz de los hipócritas y los
miserables. La paz de los corruptos que conspiran contra el alma y los dineros
de nuestros pueblos. La paz lírica y advenediza e inconsecuente de los que
viven como pachás ignorando que mientras ellos pueden comer, y hasta en exceso,
hay infinidad de niños y jóvenes y ancianos de nuestros pueblos olvidados, que
se van a dormir sin nada en el estómago, porque carecen de los recursos más
mínimos para vivir una vida digna y sobrevivir a la miseria”.
Carlos Garrido
Chalén aseguró que “la tremenda crisis económico financiera que azota al mundo,
es definitivamente, una conflagración bélica sin balas, ni cañones ni pólvora
ni fuego, pero si con mucha miseria, inmoralidad, desazón, hambre y
desintegración social, en contra de la paz. Ergo: para conseguir la paz
verdadera, hay que hacer guerra a esos agentes que la contaminan. De lo
contrario la paz es una farsa y una estafa que debemos condenar”.
El Poeta Carlos
Garrido Chlèn, dijo que hacía suyo el criterio de la UNESCO que sostiene
que “La paz duradera es premisa y requisito para el
ejercicio de todos los derechos y deberes humanos”, pero “no la paz del silencio,
de los hombres y mujeres silenciosos, silenciadas”, pues se requiere “la paz de
la libertad - y por tanto de leyes justas -, de la alegría, de la igualdad, de
la solidaridad, donde todos los ciudadanos cuentan, conviven, comparten. No
basta con la denuncia. Es tiempo de acción. No basta con conocer,
escandalizados, el número de niños explotados sexual o laboralmente, el número
de refugiados o de hambrientos. Se trata de reaccionar, cada uno en la medida
de sus posibilidades”, argumentando que “no hay que contemplar solamente lo que
hace el gobierno. Tenemos que desprendernos de una parte de "lo
nuestro". Hay que dar. Hay que darse; y que en los albores de un nuevo
milenio, ésta debe ser nuestra utopía: ponerlos en práctica, completarlos, vivirlos,
revivirlos, reavivarlos cada amanecer. Ninguna nación, institución o persona
debe sentirse autorizada a poseer y representar los derechos humanos ni menos
aún a otorgar credenciales a los demás. Los derechos humanos no se tienen ni se
ofrecen, sino que se conquistan y se merecen cada día”.
“Es que la paz –
terminó diciendo -, presupone la plena preservación del amor, la compasión, la
dignidad. Pero no puede haber una paz verdadera si, como la propia Organización
de las Naciones Unidas (ONU), ha informado, existen 872 millones de adultos
analfabetos, 1.000 millones de personas desprovistas de cualquier tipo de
asistencia médica,192 millones de niños gravemente desnutridos y muchos de
ellos mueren por esa causa; más de dos millones de niños mueren de enfermedades
contagiosas que se pueden prevenir; 900 millones de personas no
saben leer ni escribir; 80 millones de niños no asisten a la escuela primaria;
y 1.300 millones de personas sufren los efectos del abastecimiento de agua no
apta para el consumo. La paz entraña la comprensión del hecho de que todos
somos interdependientes y estemos relacionados los unos con los otros.
Individual y colectivamente, somos responsables del bien común, que incluye el
bienestar de las generaciones futuras. Y entonces hay que saber cuáles son
nuestros derechos y cuáles nuestras obligaciones. La paz nos exige que
respetemos la Tierra
y todas las formas de vida, y ese es un proceso que no tiene fin”.
El Presidente
Ejecutivo Fundador de la UHE,
recordó que Cicerón dijo que “siempre la mala paz es mejor que la mejor
guerra”; pero que para su entender, “la paz es más peligrosa y menos humana que
la propia guerra y es hasta una estafa que debe ser penada y condenada, cuando
se establece sobre mentiras paralelas a la justificación de la guerra misma”,
por lo que los adláteres del pacifismo antes que hablar de esa paz a
secas, que no sirve para nada, deben empezar por plantear propuestas y
estrategias para la seguridad social y nacional, para superar la crisis, la
prepotencia financiera, la colonización económica, para higienizar el mundo de
todas las banalidades que siembran frustración y trabajar por una cultura de la
paz con justicia social y por una ética de la solidaridad que aliente y
estimule en su código, las posturas colectivas más unánimes.
“Sin salarios
justos y dignos no hay paz. Sin desarrollo social no hay paz. Sin igualdad no
hay paz. Sin solidaridad la paz, es obtusa. La paz no existe en el formato de
la malignidad y la injusticia. Se consolida cuando los individuos se acogen a
un comportamiento humanitario. Qué paz es esa que alienta las diferencias entre
seres humanos con fines excluyentes; que se solaza en la barbarie; que atiza
odios, envidias y mezquindades; que no es tolerante, que la envanece la
soberbia de los poderosos y la humilla el dolor de los excluidos, que han
perdido la fe en el mañana”, reflexionó.
“El problema
entonces no es simple – terminó diciendo -: la paz no es un globo de
defecciones, que aparenta quietud cuando no hay una guerra crucial que la
delate. Es una obligación y un derecho para que la humanidad se reconozca en
dignidad. Sino es configurada de esa forma, entonces no existe. Es sólo un
pergamino, para justificar la retórica de Caín, que es en el fondo, el
detergente con el que los hipócritas lavan sus propios pecados mortales.
Y si eso es así, pues si esa es la paz, devuélvannos la guerra”, terminó
diciendo ante un auditorio lleno que lo aplaudió de pie varios minutos.
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