Esglobal La jugada maestra de Erdogan Miguel Fernández Ibáñez



El Presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en una rueda de prensa. Ozan Kose/AFP/Getty Images
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en una rueda de prensa. Ozan Kose/AFP/Getty Images
La estrategia del presidente turco para transformar Turquía en un país de corte presidencialista: forzar al partido nacionalista a pactar o convocar nuevas elecciones antes de que finalice 2016.
Si alguien ojea el recorrido del Partido Justicia y Desarrollo (AKP) no podrá poner en duda sus logros electorales: cuatro mayorías parlamentarias y el triunfo en los primeros comicios presidenciales en la historia de la República. Estos éxitos, representando no sólo a la profunda Anatolia, han permitido a los islamistas ajustar las cuentas con sus enemigos, sobre todo con el antiguo orden kemalista. Pero al presidente y líder supremo del partido, Recep Tayyip Erdogan, le falta una aspiración personal por cumplir: transformar Turquía en un país de corte presidencialista. Y este cambio lo quiere ya, si puede ser antes de que finalice 2016, aunque para ello sumerja el país en el caos.
La última víctima en su viraje autoritario ha sido el primer ministro saliente, Ahmet Davutoglu, quien subió escalones en el partido de la mano del presidente. Antes, las dos figuras más importantes que cofundaron el AKP, Abdulá Gül y Bülent Arinç, también fueron apartadas por los leales al erdoganismo. En el caso de Davutoglu, un cúmulo de desavenencias con el presidente provocó que el Comité Central del AKP le quitara hace un mes la potestad para elegir a los líderes locales. Era la muestra inequívoca de que sus horas estaban contadas. Poco después fue llamado por Erdogan, y al día siguiente dijo que abandonaría su cargo al no presentarse al congreso del AKP en el que se eligió al nuevo líder: Binali Yildirim, quien además de ser uno de los máximos representantes del ala dura del erdoganismo es amigo personal del líder turco.
“Apostará por la transición al sistema presidencialista o lo creará de facto trabajando cerca de Erdogan. Aunque Davutoglu estaba influido por el presidente, tenía sus diferencias. Trató de crear un área para maniobrar al ver que podía arreglar algunas tensiones de la política turca”, explica Doruk Ergun, experto del centro de análisis EDAM.
Durante 20 meses, los periodistas hemos dicho que Davutoglu era una marioneta de Erdogan. Nadie dudaba de ello. Pero de repente todo explotó, y los rifirrafes en las causas vitales se hicieron públicos. Ergun enumera varios: “Han tenido diferencias con la libertad de prensa y el proceso de adhesión a la Unión Europea. En la lucha con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) Davutoglu pensó que se debía desarrollar una estrategia comprensiva y declaró que Ankara podría volver a la negociación en los términos de 2013. También se mostró favorable a levantar la inmunidad a todos los parlamentarios. Para Erdogan, las operaciones antiterroritas tenían que incrementarse, llegando aún más lejos en la definición de terrorismo, y la retirada de la inmunidad debía limitarse al Partido Democrático de los Pueblos (HDP)”.
A estos problemas se sumó la piedra angular del erdoganismo, el sistema presidencialista. “Davutoglu creyó que la causa debía posponerse porque estaba creando tensión en el país. Se especula con que quería mover la balanza de poder hacia sí mismo de forma gradual”, subraya Ergun.
Davutoglu no pudo maniobrar ante el muro de leales al erdoganismo y ya es historia en el seno de la formación islamista. La nueva pieza en el engranaje, Binali Yildirim, lleva trabajando con Erdogan desde que éste ocupaba la alcaldía de Estambul. Probablemente se distribuirán el poder al antojo del presidente, quien se encargará de la representación internacional y la reforma constitucional, dejando a Yildirim la voz pública en determinadas causas internas. Cuando Yildirim tomó el liderazgo del partido aseveró su decidida apuesta por derrotar al PKK y aseguró que “lo más importante que tenemos que hacer es transformar la situación de facto en una legal que acabe con la confusión. El camino es con una nueva Constitución y dentro de ella el sistema presidencialista”.

¿Nuevas elecciones?
Entonces, ¿cómo podría el AKP implantar el famoso sistema? Erdogan, quien es ya un reconocido estratega, lleva tejiendo desde hace meses la jugada maestra, y para esta ecuación el último paso ha sido levantar la inmunidad de 138 parlamentarios. El sistema presidencialista será una realidad, salvo sorpresa mayúscula, a finales de este año. Para lograrlo tiene dos opciones: convocar unas elecciones o forzar al Partido del Movimiento Nacionalista (MHP) a aceptar la reformar en la Carta Magna.
Erdogan sabe que sólo el MHP podría secundarle en la reforma constitucional. Ambos partidos son conservadores y cuando el AKP necesitó la ayuda de los panturcos siempre la obtuvo, salvo el pasado junio con el sistema presidencialista. Pero desde esos comicios mucho ha llovido y los lobos grisesatraviesan una prominente crisis intestina. Su líder, Devlet Bahçeli, afronta una oposición interna dirigida por Meral Aksener, a la que los medios kemalistas exageradamente dibujan como una heroína capaz de hacer resurgir a la formación nacionalista. Básicamente quiere apartar a Bahçeli del sillón que sólo dos personas han ocupado: él mismo y el fundador del partido, Alparslan Türkes.
La razón que arguye esta oposición son los malos resultados electorales de noviembre después de que Bahçeli se negara a pactar en junio con el AKP. Bahçeli, al que se le apodó Mr. No, siempre mantuvo dos condiciones para aceptar una coalición: investigar la trama de corrupción que salpicó a las más altas esferas del AKP el 17 de diciembre de 2013 y continuar con el actual sistema de corte parlamentario. A día de hoy, el erdoganismo sigue firme: se pasará a un sistema presidencialista y no se investigará esa trama de corrupción. Pero, en cambio, Bahçeli se tambalea.
Pese a las ideas radicales y ultranacionalistas que representa, Bahçeli siempre se ha mostrado como un líder pragmático, capaz de dejar a un lado sus planteamientos por su visión del bien común. Ahora mismo tiene un gran dilema ante un problema mucho mayor: si pacta con el AKP conducirá a Turquía hacia un régimen autoritario; si no pacta, y hubiera nuevos comicios, puede que su partido, ya sea con él o con Aksener, no pase el corte electoral del 10%. Esto lo sabe Erdogan, que está exprimiendo su mano ganadora para forzar a Bahçeli a aceptar la reforma constitucional.
La otra opción, y ahí en donde entra en juego la inmunidad de los parlamentarios, son unos nuevos comicios antes de que concluya 2016. Si el 5% de los diputados pierden sus asientos en el Parlamento el presidente estaría obligado a convocar elecciones. Ahora mismo, 50 de los 59 miembros del HDP afrontan causas legales por apoyar al PKK. Con la justicia controlada por los islamistas, solo sería cuestión de tiempo que más del 5% de los diputados pierdan su acta y, por tanto, Erdogan pueda asegurar al pueblo anatolio que no le quedó otra opción por culpa del “terrorismo”. “Mi nación no quiere ver en el Parlamento a esos diputados que apoyan a la organización de terror separatista”, dijo exultante Erdogan cuando conoció que los kurdos perdían la inmunidad.
Según las encuestas, si hubiera nuevos comicios tanto HDP como MHP podrían no pasar el corte, lo que desencadenaría una mayoría tan holgada -más de 367 diputados- para el AKP que ni siquiera sería necesario un referéndum para cambiar la Constitución. Y esto puede ocurrir, y es el dilema que ahora mismo tantea Bahçeli y el temor del HDP. Esto es, en resumen, la jugada maestra de Erdogan,  quien puede forzar a un partido a pactar o encontrar una razón con la que justificar unas nuevas elecciones.
“Erdogan sólo desencadenaría unos nuevos comicios si cree que va a ganar más asientos para acometer la reforma constitucional. Todo depende de si el MHP surge como una oposición más fuerte bajo un nuevo liderazgo o si continúa como apoyo táctico del AKP bajo el sistema actual”, subraya Ergun, que no apostaría por unas elecciones porque “Erdogan cree que podrá obtener el apoyo del actual líder del MHP, Devlet Bahçeli”. En cambio, Hisyar Özsoy, diputado del HDP por Bingöl, no descartaría unos nuevos comicios: “Erdogan puede hacer lo que quiera porque controla la justicia. Si quisiera podría hacer que las causas contra nosotros fueran muy rápido para que perdamos nuestros asientos en el Parlamento. Es una decisión política en la que la ley es usada como un arma de guerra. Pero estamos preparados para defendernos”.
Este diputado kurdo asegura que Erdogan está llevando a cabo un “golpe de Estado para implantar su sistema” y advierte de las consecuencias: “En 1994, los diputados del Partido Democrático -antecesor del HDP- fueron a la cárcel después de perder su inmunidad. Tras 22 años estamos viviendo lo mismo. El Gobierno no ha podido solucionar el conflicto kurdo con el diálogo y ahora usa la vía militar. Cuando no dejan a la gente expresarse por los canales democráticos, cuando la gente sufre esta violencia política, se produce un incremento de la violencia”.

La UE y la guerra en Siria
El cambio de Primer Ministro también ha puesto en el punto de mira las relaciones de Turquía con terceros países, especialmente con la Unión Europea. El acuerdo de los refugiados lleva varias semanas en un limbo que parece consecuencia de las erráticas decisiones de Bruselas. De los cinco puntos que aún tiene que cumplir Turquía para la exención de visados prometida, el gran problema es la ley Antiterrorita, cuya ambigüedad sirve al Gobierno para encausar incluso a simples manifestantes. Cuando se firmó el acuerdo, la UE conocía la situación y reticencia turca a enmendar esta ley. Ahora parece un imperativo, pero Erdogan, quien ha sabido mostrar la causa como una nueva traición, ha dicho que no la modificará y ha dado como ultimátum para levantar los visados hasta octubre. Si no lo hacen abrirá las fronteras a los cientos de miles de refugiados embaucados con el sueño europeo.
Según apunta Ergun, quien considera que la Unión ha tratado injustamente a Turquía, la ley no será cambiada: “Es improbable para el AKP relajar la ley Antiterrorista en la forma que demanda la UE. Erdogan está por la labor de endurecerla -camino inverso al que exige Bruselas- y responder con más fuerza al terrorismo. Al menos que las partes decidan encontrarse a mitad de camino, con ambos haciendo concesiones, no veo cómo el acuerdo puede llegar a materializarse. Aunque al final ambos tendrán que entenderse incluso con otros mecanismos que están aún por mostrarse”.
La representante de la diplomacia europea, Federica Mogherini, ha reconocido que espera que los acuerdos alcanzados con Davutoglu sigan vigentes con el Ejecutivo que formará Yildirim. También ha recordado que Turquía es esencial no sólo por los refugiados: juega un papel central en el proceso de reunificación chipriota, la lucha contra el terrorismo y la guerra en Siria.
El conflicto en este último país es, por el momento, la única derrota del presidente: Bachar al Assad sigue en el poder, los kurdos tienen su autonomía y Daesh ha comenzado a atacar Turquía después de años de connivencia por parte de Ankara. Desde hace diez meses, los ataques yihadistas son cada vez menos impactantes pero más comunes y en la región fronteriza de Kilis llueven misiles del autodenominado  Estado Islámico casi todos los días. Esto forzó a Turquía a una reciente intervención en Siria para alejar a los yihadistas. Según Ergun, Daesh está provocando a Erdogan para que intervenga. De ocurrir, las consecuencias podrían ser nefastas: “Habría complicaciones con Rusia y lastimaría el acuerdo entre Washington y Moscú. Se ha dicho que Erdogan quiere una operación en Siria y que ha defendido la creación de una zona tampón -en el norte, para los refugiados-. Pero aún existe resistencia entre los militares, que prefieren una operación tibia, limitada a la artillería y operaciones esporádica como ya hemos visto”.
El Ejército, que ha protagonizado cuatro golpes de Estado desde los 60 para salvaguardar la esencia delkemalismo, ha salido reforzado por la ola de inestabilidad que sufre Anatolia. Durante una década Erdogan se dedicó a purgarlo y por eso es improbable que pueda enfrentarse al presidente con la tradición castrense turca. Pero con una oposición abatida y el auge autoritario que choca con la Constitución, parece que sólo el Ejército podría hacer de ligero contrapeso al líder turco, a quienes sus compañeros recordaron durante el congreso con el culto característico de los líderes supremos. “El AKP es el partido de Tayyip (…) El AKP sólo tiene un líder, nuestro presidente Recep Tayyip Erdogan”, recordó Bekir Bozdag, el ministro de Justicia.

Comentarios