Esglobal: La (arriesgada) tarea de informar en la Turquía de Erdogan Ricardo Ginés


*
Manifestación de apoyo al redactor jefe del diario Cumhuriyet tras ser arrestado. Zan Kose/AFP/Getty Images
Manifestación de apoyo al redactor jefe del diario Cumhuriyet tras ser arrestado. Zan Kose/AFP/Getty Images
El acoso es el pan de cada día para los medios críticos con el Gobierno turco y, en especial, con su presidente, Recep Tayyip  Erdogan.
“Me recosté en el asiento y tomé un hondo respiro. ‘Soy un espía’, dije con profunda afectación. Y me regocijé entonces en degustar la mezcla de sorpresa y admiración causada en mis interlocutores. Pero si me hubieran preguntado para qué país estaba ejerciendo de espía no hubiera sabido contestar”.
Esta escena de interrogatorio tuvo lugar al poco de que ingresara en prisión Can Dündar, redactor jefe del diario turco Cumhuriyet, creado en 1924 por Mustafa Kemal Atatürk, el fundador de la república de Turquía. Dündar, que no ha perdido su sentido del humor a juzgar por su relato de lo acontecido, lleva desde el 26 de noviembre, junto al máximo responsable del mismo rotativo en Ankara, Erdem Gül, tras las rejas de una cárcel en un suburbio de Estambul acusado de almacenar y revelar documentos secretos en aras del “espionaje y de apoyar a una banda terrorista armada”.
Según el acta de acusación se trata de la organización armada “FETÖ”, a saber, la cofradía suní-ortodoxa liderada por un ex socio del presidente turco, Recep T. Erdogan, exiliado en Estados Unidos desde 1999: Fetulá Gülen. Todo ello porque ambos periodistas hicieron público con imágenes y datos que camiones cargados de armas y municiones se dirigían a principios de 2014 hacia Siria protegidos por el servicio de inteligencia turco (MIT). Al ser inspeccionados los vehículos por la gendarmería se halló un abundante arsenal compuesto por 50.000 municiones para rifles de asalto y 30.000 ametralladoras, 1.000 morteros y 1.000 granadas oculto bajo medicinas.
Periodistas e intelectuales turcos protestan por las detenciones de informadores. Ozan Kose/AFP/Getty Images
Periodistas e intelectuales turcos protestan por las detenciones de informadores. Ozan Kose/AFP/Getty Images
Previsiblemente, la razón de la filtración al periódico Cumhuriyetera interesada, pero eso no quita que lo publicado sea de interés para los lectores. Como trasfondo: una batalla entre el principal servicio secreto del país (MIT), el Ejército (en este caso: la gendarmería) y la cofradía Gülen. Sí, esto es Turquía.
La exclusiva salió impresa el 29 de mayo de 2015 (día en el que se celebra habitualmente la conquista de Constantinopla en 1453) del año pasado y provocó de inmediato una censura estatal de las informaciones vertidas (que varios medios tuvieron la sana disposición de saltarse a la torera). Poco después, en una entrevista televisiva a Erdogan, el jefe de Estado advierte que los responsables de la noticia “pagarán caro” su exclusiva.
A pesar de que Dündar defiende la publicación refiriéndose al Watergate de Bob Woodward & Carl Bernstein, los papeles del Pentágono de Daniel Ellsberg y el Wikileaks de Julian Assange, el poder hace oídos sordos. El 1 de junio, Erdogan a través de un fiscal pide dos cadenas perpetúas y 42 años de prisión para Dündar.
Y así hasta hoy, con ya más de siete semanas en prisión para ambos periodistas que, sobre todo en el caso de Dündar, aprovechan para emular al filósofo italiano Antonio Gramsci y sus Cuadernos de la cárcel. En todo caso no hay sitio para el remordimiento: “Nada de lo que arrepentirse; todo esto son medallas de honor para nosotros”, ha recalcado el periodista, por si quedaban dudas.
Pero el diario Cumhuriyet se ha convertido no solo por esta exclusiva en un ejemplo paradigmático del acoso a los medios críticos con el Gobierno en Ankara, de raíces islamistas. El rotativo, creado hace casi cien años como bastión impreso de una revolución laicista, publicó este año tambiéndespués de la masacre en París la célebre caricatura de Mahoma del semanario satírico francés Charlie Hebdo dos periodistas están pendientes de juicio debido a ello. De hecho, la noche anterior a la publicación la policía intentó detener la impresión del célebre dibujo, pero no se dio cuenta que había sido relocalizada a tamaño pequeño en dos columnas.
Y el 1 de noviembre, en la jornada electoral, la sede central del Cumhuriyet en Estambul estuvo rodeada de altas medidas de seguridad. La razón: a un yihadista ligado a la célula de la localidad turca de Adiyaman que en 2015 se ha cobrado con dos atentados suicidas en Suruc (sureste) y Ankara, la capital, cerca de 140 muertos, todos ellos socialistas o prokurdos se le había incautado un croquis del edificio que alberga al diario con credenciales laicas.

Otros medios, otras voces, otras condenas
Pero no solo el rotativo Cumhuriyet tiene problemas. Una ya célebre caricatura del dibujante Cem Dinlemis resume a su manera gráfica lo que está pasando: por ejemplo, el diario prokurdo Özgur Gündem no es accesible a través de Internet, en el liberal Milliyet se llora la pérdida de varios periodistas expulsados por sus columnas críticas con Ankara y en el Azadiya Welat, diario impreso en kurdo, se lamenta el asesinato en 2014 de Kadri Bağdu, un empleado del diario que repartía ejemplares montado en bicicleta cuando fue disparado.
En particular es la prensa prokurda la que sin duda más amenazas y más presiones recibe. Por eso no sorprende que en la lista de periodistas actualmente encarcelados en Turquía (al menos 33) la gran mayoría pertenezca a medios con reivindicaciones prokurdas. Asimismo, la que fuera durante varios años la única periodista extranjera estacionada en Diyarbakir –la capital oficiosa del Kurdistán turco–, la holandesa Fréderike Geerdink, era deportada en septiembre “por no ser una periodista, sino activista” sin que hubiera mediado juicio, algo que no ocurría desde al menos los duros años de plomo de los 90.
Además, la ola de violencia en el sureste desatada desde este verano –pero sobre todo en diciembre– con la creación de “zonas autónomas” (özyönetim) y su consiguiente represión por parte de las fuerzas de seguridad estatales ha convertido en una aún más difícil tarea el informar sobre lo que está ocurriendo para los periodistas kurdos: detenciones, amenazas de muerte y otro tipo de acosos en toda regla.
Capítulo aparte merece la presión sobre el conglomerado del magnate de los medios turcos Aydin Dogan. A este consorcio pertenecen el influyente diario Hurriyet y la cadena televisiva CNN Türk. Ambos medios son de tendencia laica y críticos con el Gobierno de raíces islamistas y están siendo investigados por “presunta propaganda terrorista” por un tribunal en Estambul, que abrió el caso a instancias de lo publicado en un diario progubernamental, el Günes. El 10 de septiembre y con el (despectivo) titular “Ahí tienes el documento”, el tabloide daba rienda suelta a acusaciones que luego han sido utilizadas fielmente por el fiscal.
En particular, a las autoridades turcas les resulta muy incómodo que el grupo Dogan o al menos varios de sus trabajadores no califiquen al PKK (la organización armada Partido de los Trabajadores del Kurdistán) como grupo terrorista. Y eso que Ankara ha admitido haber negociado de forma clandestina con el PKK durante meses.
En concreto el diario Hürriyet probablemente el más influyente de Turquía y uno de los pocos que se costea con su publicidad– sufrió a principios de septiembre dos ataques en apenas 48 horas por parte de multitudes encolerizadas. Los asaltos, que fueron organizados sobre todo a través de la red social Twitter y dejaron cristales rotos, unieron a adeptos del presidente Erdogan.
Los desperfectos ocasionados por una multitud de personas a las puertas de la sede del diario Hurriyet. AFP/Getty Images
Los desperfectos ocasionados por una multitud de personas a las puertas de la sede del diario Hurriyet. AFP/Getty Images
Uno de los asaltantes era entonces Abrurrahim Boynukalın, un diputado del partido de la Justicia y Desarrollo (AKP), formación controlada por Erdogan a pesar de que su actual cargo de Presidente le exige en teoría imparcialidad. En el primer ataque, Boynukalin se dirigió frente al Hürriyet a la marabunta con las palabras: “Independientemente del resultado de las urnas, el primero de noviembre te haremos Presidente” en referencia al deseo de Erdogan de convertir a Turquía en un sistema presidencialista. Después de su arenga y ya cuando pensaba que los micrófonos estaban cerrados, el diputado abogó por dar palizas a los periodistas críticos. Pues bien, Boynukalin no fue presentado como candidato del AKP para el 1 de noviembre. Pero ya pocos días después se entrevistaba con Erdogan quien le “elevó la moral y mostró el camino correcto. Si vuelve a ocurrir algo así (otro asalto al Hürriyet) participaré en ello de nuevo”. Y finalmente Boynukalin recibió su recompensa: hace escasos días fue nombrado viceministro de Juventud y Deportes.
Ya en la víspera de los comicios de noviembre, Erdogan dejó clara su actitud frente a quienes le critican por su presión a la libertad de prensa. Frente a un duro comunicado condenando su acoso y suscrito por gran parte de la flor y la nata de editores a escala mundial que aprovechó la cita electoral para expresar su indignación, el jefe de Estado turco respondió: “¿Y a ustedes qué más les da? Interésense por el desarrollo de las elecciones en sus propios países”.
En la mencionada misiva a Erdogan de la Asociación Mundial de Periódicos y Editores de Noticias (WAN-IFRA) se encuentran otros ejemplos de un acoso que ya se ha convertido en regla general: “[…] el asalto físico al destacado periodista Ahmet Hakan Coskun; la incautación del conglomerado mediático Koza Ipek […]; la detención de tres periodistas que trabajan para Vice News (incluyendo Mohammed Ismael Rasool que todavía está en la cárcel), así como los juicios y nuevas detenciones”.
Y todo apunta a que habrá más: este mes, una petición de ya más de dos mil académicos por la pacificación en el sureste ha sido criticada duramente por Ankara, puesto que en el texto se denuncia que el Gobierno turco lleva a cabo “una masacre deliberada y planificada” que “es una violación seria de las propias leyes turcas y tratados internacionales”.
A pesar del acoso a los académicos o precisamente debido a él– más de 500 periodistas apoyan ahora la iniciativa, mientras la célebre bestia negra de los medios, el columnista Cem Kücük exige de forma pública de nuevo, ya lo ha hecho en varias ocasiones con periodistas críticos con el Gobiernoencontrar “mecanismos de muerte civil” para quien apoye este tipo de iniciativas.

El presidente turco, con faldas y a lo loco
La lista de violaciones de la libertad de prensa en Turquía es todavía más larga y lo peor es que todo parece indicar que no tiene visos de acabar y en cambio se alargará con el tiempo. Y no hemos siquiera hecho mención de ataques a la libertad de expresión no unida al periodismo que también abundan.
Ante tanta desmesura igual es mejor entonces volver la vista atrás y demostrar que no se trata de un problema de coexistencia entre democracia y un gobierno con credenciales musulmanas como lo hizoel pasado noviembre el diario crítico con el Gobierno Sözcü. En la imagen se ve la portada del semanario satírico Akbaba de 1965: cinco candidatos a las elecciones generales, todos varones, aparecen como caricaturas y travestidos, es decir, vestidos con ropas de mujer. El titular del Sözcü: “Hace 50 años la prensa era más libre”. Viene al caso porque una portada así difícilmente sería publicable hoy en día en la nueva Turquía de Erdogan, ni siquiera en una revista de humor, puesto que la amenaza de una querella con penas de cárcel sería probable, por no decir inminente.
Y lo curioso es que uno de sus antecesores en el cargo, Turgut Özal, no solo no le molestaba este tipo de caricaturas, sino que incluso las coleccionaba. Una célebre le mostraba como Marilyn Monroe con bigote intentando que el golpe de aire no le levantara la falda blanca, y Ozal estaba tan orgulloso de ella que no dudaba en mostrársela a las visitas en su residencia oficial.

Comentarios