DE "APUNTES" Erase una vez Hassan II: “El estilo es el hombre”






No es la primera vez que publicamos este testimonio que forma parte de uno de los capítulos de “”Apuntes” de Said Jedidi. Pero, creemos que, en cada ocasión al respecto (hoy es el 16 Aniversario de su desaparicion), cobra la misma frescura y la misma actualidad. Se trata de uno de los aspectos del difunto gran rey

Llevábamos casi una semana en Marraquech, esperando que nos llamaran para la entrevista con el difunto rey Hassan II.
Recién estrenada la dirección de El País, Joaquín Estefanía me confesó más de una vez que nunca hubiera imaginado que las cosas iban a toar esta dimensión. Desde el tercer día presentaba serios signos de cansancio e irritación.
- Todo esto es alucinante, me decía y repetía, a la misma distancia entre la ironía y el desplome.
- Dios es grande, le respondía en broma
Durante años el que fuera director del diario El País me recordaba en todos sus correos aquello de «Dios es grade».
Todas las mañanas, durante todo el tiempo que permanecimos en el Hotel Safir de la ciudad ocre, Joaquín Estefanía me pedía «decirle al Sr. Basri que comienzo a padecer la hotelitis».
Del desasosiego e impaciencia, Joaquín ha pasado al humor y la ironía.
Cada mañana me trasladaba al Hotel Al Badih, en uno de los «sweet» por razones de seguridad, el Ministro del Interior y de la Información, el malogrado Dris Basri tenía una de sus oficinas y donde solía pasar la noche mientras que todo el mundo lo creía en Al Mamounia, donde estaba a su disposición otro «sweet» con su correspondiente oficina.
Basri me preguntaba por el «huésped» de Su Majestad y me proponía un programa para el día «para que no se aburra» que yo me encargaba de transmitirlo a Joaquín.
Safi, Layún en el avión particular de SM. El rey y mil rincones de Marraquech. El «programa» estaba siempre inútilmente apretado.
Sin embargo se aburrió o por lo menos desistió.
- Mira, Said, me dijo visiblemente decidido, creo que ya no puedo más. Dile al Ministro que me voy. Lo siento no puedo más. En Madrid tengo mucho trabajo y cada día que paso aquí, sin hacer nada, se me acumula más. 
Joaquín parecía al borde de una crisis de nervios.
La misma mañana lo transmití al Ministro, instándolo a encontrar una solución urgente. «Creo que el Sr. Estefanía es muy serio cuando dice que no puede más».
- Con un poco de suerte hoy le recibirá SM.
Y así fue.
Un empleado del hotel vino a buscarme hacia las 13H30 cuando almorzaba en el jardín del bonito hotel con Joaquín, Javier Valenzuela, entonces corresponsal del rotativo en Marruecos y el genial fotógrafo, Raúl.
- Le llaman por teléfono desde Rabat.
Era Sadiq Maaninou, secretario general del Ministerio de Información quien me daba la sensacional noticia del horario de la entrevista de Joaquín Estefanía con el rey y de su llegada la misma tarde para acompañarnos al palacio real
- Nos vemos en el hotel Mamounia a las cuatro de la tarde.
- OK.
Permanecimos todos en una de las habitaciones reservadas a los huéspedes especiales del Ministro hasta pasadas las nueve de la noche. De repente, como a él le gustaba, Basri irrumpe solemnemente.
- Bonjour Messieurs
- Qué tal Ministro, le responde Joaquín.
- SM vous recevra dans quelques instants.
A las 22H15 estábamos en la, puerta del Palacio real de Marraquech, en uno de lo salones donde esperamos unos 15 minutos antes de llegar Hassan II.
Estefanía tenía muchas prisas y desconocía el protocolo real. Aparentemente era su primera entrevista de «envergadura» desde que estaba al frente del prestigioso diario español.
Terminada la entrevista que duró un poco más de una hora, avanzando por el estrecho pasillo que conduce hacia el gran salón, antesala real, con su aspecto medio hippie, medio economista, con la vista convergida eternamente al bolígrafo y la hoja, el director de El País agradeció al difunto rey.
- Muchísimas gracias, Majestad.
- Sabe usted, Sr. Estefanía, le respondió con exquisito humor Hassan II con la mirada perdida en el horizonte, antes de comenzar la entrevista le ofrecí, como dictan los usos y costumbres en este país, tomar algo. Usted lo rechazó con un gesto poco ortodoxo. ¿No me diga que se ha olvidado? Pues yo, no. Además déjeme decirle que, sinceramente no he apreciado su gesto. Y arremetió sin perder un segundo su afable sonrisa: No lo acepto porque esta casa es mía y en esta casa nadie me desobedece… ni siquiera mis invitados.
- Pues, lo siento Majestad. Lo comprendo perfectamente. Es normal. Es lógico. Vuelvo a expresar a Vuestra Majestad, mis excusas.
- Está bien, puntualizo Hassan II acelerando el ritmo de su sonrisa inicial. Pero eso no me basta.
- ¿Y qué debo hacer para satisfacer a Vuestra Majestad?
- Pues… tomar un poco de todos estos zumos, le contestó inmediatamente el rey, indicándole una larga mesa en uno de los vestíbulos, donde había, prácticamente de todo…o casi todo: desde té y café hasta zumos de naranja, manzana, plátano, pasando por enigmáticas bebidas tradicionales propias de Dar Al Makhzen .
- De acuerdo, Majestad. Acepto, se resignó con humor y determinación Joaquín Estefanía, comenzando a ejecutar las «órdenes» reales.
- Basta. Los musulmanes decimos la intención es mejor que la acción, le interrumpió el rey «anunciándole» con una extraña mezcla de seriedad y humor, su gracia.
- Muchísimas gracias, Majestad, agradeció Estefanía, limpiando aun su nutrida barba juvenil de algunas gotas de los zumos que acababa de tomar.
Poco después Hassan II preguntó al director de El País cuándo y en qué se iba. Aparentemente conocía el problema de Estefanía y de Raúl y quería encontrarle un remedio.
- Aun no sé en que, en cuanto a cuando me gustaría ahora mismo, se precipitó a, más que responder, a suplicar Estefanía.
Y… así fue. Joaquín Estefanía y Raúl regresaron la misma noche a Madrid en el avión particular de SM. Quien antes de despedirse del director de El País le ha sugerido que le «hiciera un buen titulo en la primera pagina y que, si así lo desee, que me critique en las páginas interiores».
Todo un polifacético del mundo de la prensa y de la cultura.

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