Cuando defender la naturaleza cuesta la vida 26 agosto 2015 Nazaret Castro (Esglobal) hoy: Honduras

América Latina es la región que registra más violencia contra los activistas ambientales. Plantar cara a los emprendimientos extractivos que ponen en riesgo los ecosistemas puede costar la vida, sobre todo en países como Brasil, Colombia y Honduras.
 Una activistas medioambiental en Brasil en una manifestación contra el plan de construcción de la hidroeléctrica de Belo Monte. (Antonio Scorza/AFP/Getty Images)

Honduras
Con 12 asesinatos registrados en 2014 -son 111 desde 2002- Honduras es, en realidad, el país más violento para los activistas ambientales si atendemos al número de habitantes, y la situación ha empeorado ostensiblemente en los últimos años. Según el informe de Global Witness la violencia se recrudeció en el contexto de incertidumbre que siguió al golpe militar de 2009. En esos momentos de confusión, el nuevo Gobierno aprobó 49 proyectos hidroeléctricos y otorgó concesiones a 31 empresas mineras; las comunidades locales se alzaron, en muchos casos, contra estos proyectos, que les desplazan de sus territorios y ponen en riesgo sus formas de vida. Quienes han osado plantar cara a esos emprendimientos han recibido amenazas, algunos han sido agredidos y 14 personas han sido asesinadas. Honduras es el macabro ejemplo de cómo arrecia la violencia allí donde “se puede contratar de forma barata a asesinos y matones” que vigilan, amenazan y atacan a los activistas, como denuncia el informe de Global Witness.
Otro de los aspectos que se repiten aquí es que el Estado hondureño ha sido acusado por las comunidades de infringir sus propias normas al otorgar licencias ambientales para proyectos hidroeléctricos en áreas protegidas, lo que, además de poner en riesgo los ecosistemas, priva a las comunidades del acceso a las fuentes de agua. Un caso ejemplar es el de la indígena Berta Cáceres, ganadora del Premio Goldman de Medio Ambiente en 2015 en reconocimiento a la persecución sistemática que sufre por su oposición a la central hidroeléctrica de Agua Zarca, sobre el río Gualcarque. Cáceres denuncia un continuo hostigamiento y amenazas a sus familiares; ha visto ya cómo varios de tres de sus compañeros de lucha eran asesinados.
El Gobierno hondureño no ha querido responder a las acusaciones del informe, pero algo está claro: lo que los activistas ven como una amenaza, el Ejecutivo lo propone como un avance: así, la intención del Estado de atraer 4.000 millones de dólares (unos 3.500 millones de euros) en inversiones mineras y la reciente liberación de 250.000 hectáreas de tierra para nuevos proyectos mineros.

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