"Precintado" de Said Jedidi. Hoy Tarjeta postal. I

«  ein ende mit schrecken ist besser als ein schrecken ohne ende »
(Más vale un fin sin angustia que una angustia sin fin)
(Proverbio alemán)


Hacía tiempo que Si Yusssef dejó su vocabulario militar. Sin embargo se sentía incapaz de resistir a la  tentación de navegar entre una ilimitada arrogancia y un indescriptible delirio cuando, por una u otra razón, salía a relucir el tema de Omar o… simplemente la evocación de este nombre... aunque fuera de otro.
¿Has optado, por fin, hija mía? Le preguntó a Rime desesperado.
-         Si Papá, le respondió sin reparos, como si  estuviera esperando desde hacía tiempo su pregunta.
-         Vamos... Dame una buena noticia.
-         Literatura española... en la Universidad Mohamed V de Rabat.
-         ¿ Y por qué ?
-         Me has preguntado papá, te he respondido.
-         Ya lo sé, pero yo creía...
-         Que me iba a España. Me imagino que te he quitado un peso de encima. ¿ No ?
-         Rime… ¿Por qué lo dices?
 Por su mente pasó una proliferación de imágenes ilustrativas de un exilio interior. No sabía qué responder.
-         Papá. Nos queda mucho tiempo.
 Si Yussef no insistió...
Rime quería analizar palabra por palabra la conversación con Omar. Buscaba la soledad. Valencia, ingeniero agrónomo, el futuro... en fin. Quedaba toda la noche para reflexionar.
-         Siempre nos queda la pobre noche para reflexionar, pensó con una leve sonrisa.
Omar llevaba un año en Valencia. Ni un día sin escribirle. Ni un día sin recibir su respuesta. Se acostumbró a su estilo, a sus cartas, a su literatura a su… comunicación escrita.  Tanto que se sentía muy inquieta.

-         ¿A lo mejor he comenzado a preferir las cartas? Comenzaba a inquietarse.
 Evitaba hasta pensar en el tema.
  De repente se acordó de  Freud «la civilización no consiste en poner fin a las impulsiones crueles, sino a diferir el encadenamiento ».
-¿Y nosotros,  somos civilizados? Se preguntó en broma pero en el fondo atónito.
Se sentía un poco desorientada. Trataba de ordenar sus ideas.
-          Algo falla, decía y volvía a decir. 
   Tenía la extraña sensación de comenzar a soportar  menos la presencia de quien sólo con él puede seguir viviendo.
« Serán sus cartas. Escribe tan bien que tengo un miedo atroz a perder sus cartas». «No. Dios mío. Me estoy volviendo loca. Si es Omar. Es él…él...él… ».
 Abrió el pequeño bolso, sacó  una carta y se puso a devorar con sus ojos el contenido « ¿Cómo hubieras podido imaginar un sólo instante que lo nuestro fuera normal con una nomenclatura que cada segundo colocaba un ladrillo más en su muro de… Tetuán ».
 Levantó los ojos al cielo y exclamó «Dios mío, ¿Dónde encuentra tanta imaginación? ». Volvió a abrir la carta y siguió leyendo « los lazos afectivos y pasionales tejidos durante tantos años de confrontación inconfesada entre ellos, « legítimos » amos de la ciudad y nosotros, eternos forasteros aunque siempre nos sentimos tetuaníes por estética, eclipsan toda posibilidad de sustituir este instinto-religión inherente de permitir una reconciliación sincera y mutuamente beneficiosa ¿Tú crees Rime que nosotros pertenecemos a esta especie humana? ».
-         «  Claro que no », respondió en voz alta buscando con su mirada si alguien la observaba.
 Volvió a colocar cuidadosamente la carta en su bolso «... a veces el misterio, la fascinación o la magia tienen nombre », murmuró.
   Pensaba en Omar cuando le decía que « más que integración, el éxodo rural en Tetuán no fué más que simple cohabitación en espera de la instauración de un equilibrio de fuerzas ».
 ¿Pero qué quería decir? No quería buscar la respuesta. Siempre cuando se trata de  sus respectivas familias, prefería mil veces optar por lógicas de excepción.
 Una tortura... un verdadero linchaje sentimental aunque nunca lo revelaba a pesar de que Omar advertía siempre que aunque podía ser deseable no era indispensable pensar de la misma manera.
  Sin indulgencia ni amargura, los dos sabían que en una sociedad donde unos expresan sus puntos de vista de una manera vehemente y radical y otros se limitaban a asentar con su cabeza, el verdadero respeto mutuo seguía siendo una patología desconocida y la posibilidad de superar las infranqueables barreras sociales era aún frágil e incierta.
   A pesar de lo cual, con su obstinación infantil y su irremediable inocencia confesaba involuntariamente que Omar significaba para ella infinitamente más que una lesión social.
-         Aún eres muy joven para pronunciarte, la respondió su padre cuando un día le reveló que no se imaginaba la vida sin Omar.
-         Tal vez, puntualizó Rime, pero hasta que se produzca lo contrario esta es la única verdad que conozco y haya conocido.
-         ¡ Ya verás, hija mía !
-         ¡ Veremos… dijo el ciego !
Como siempre padre e hija terminaron su amistosa disputa con una fuerte acolada.
Una de las muchas escenas de antología que ocultaba muchos detalles materiales de un futuro, contemplado pero nunca anunciado por su padre y que ella nunca lograba ocultar la sospecha de nubes grises en sus ojos.
  Muchos años después, cada vez que sentía el eterno perfume de azahar de su padre, Rime volvía a sentirse como un animal de laboratorio y sentía una vital necesidad biológica de recordar todos los instantes que su  padre le pedía, a veces amablemente, otras con más severidad, no volver a ver a Omar, no porque sea malo, sino sencillamente «porque no corresponde a... » .
 Por su mente pasaron velozmente años de  frustración, de súplicas y de oraciones para no perder a quien quería.
-         Sabes papa…
-         Dime querida, cortó impacientemente su padre
-         Afortunadamente el sueño permite todas las fantasías.
-         Lo tuyo Rime es mucho más que una fantasía. Es una pesadilla.
-   No. No me refería a esto.
-         Lo siento.
-  No te preocupes. Ya estoy acostumbrada. No obstante, debo confesar que contigo siempre fue diferente. Nunca tuve miedo. Jamás dejé de quererte y apreciarte. ¿Te acuerdas papá de la paliza que me propinaste sólo porque te dije que  quería jugar con Omar?
-         No. No me acuerdo. Quiero decir que no me gustaría  recordar estas cosas.
-         Volvamos al sueño.
-         Primero vamos a sentarnos porque así soñaremos mejor
-         De acuerdo.
-         Aquí mismo.
-         Si… te decía... bueno, te quería decir antes de interrumpirme, que el sueño permite acelerar el aprendizaje, impulsando la memorización.
-         O sea que ya lo tienes memorizado.
-         ¡ Papa!
-         Perdón.
     -   Si no paras tus autosugestiones paternalistas lo dejo.
-         Pero ¡ Parece mentira !
-         Mira papá si te refieres a Omar pues… tienes razón. Lo tengo memorizado y bien memorizado. Pero yo pensaba en otra cosa. ¿Sabes? Sólo con él puedo hablar de cosas interesantes. El, por lo menos, nunca me corta.
-         Despacio… sigue, que no te voy a interrumpir.
-         ¿ Lo prometes ?
-          ... Que el sueño autoriza todas las fantasías, lo dijo masticando cada sílaba.
-         Papá... que eres incorregible.
 
 Más que una posición que podía robustecer la tesis de una hipocresía social, lo de su padre era una especie de atavismo. Entre otras muchas cosas porque él por lo menos acabó por comprender que para su hija, Omar era la única verdad tangible. Pero a pesar de este carácter de evidencia y porque por nada del mundo la quería perder, se mostraba paciente ante un probable punto de inflexión.
 Estaba convencido, sin admitirlo que Omar era una persona  generosamente comunicativa, locuaz y que podía compartirlo todo… con su hija.
   No era poco. Lo ideal,  pero otra cosa eran la realidad social, los amigos, las reglas no escritas pero bien establecidas… la nefasta herencia que nadie, hasta entonces echó en el batel y tiró la cadena.
 Comenzaba a  tomar conciencia, sin confesarlo de que su hija sabía tanto, gracias a Omar.
  Pero él desplegaba un enorme esfuerzo para no admitirlo…
 Los pobres no saben y no deben saber.
 No sabía quién le había inculcado este recurso terapéutico.
La situación no podía ser más irónica.
 A pesar de sus ideas más audaces y su trayectoria que se perfilaba en su nivel universitario, Omar seguía siendo para él y para los que eran como él «el hijo de Si Tayeb el conserje ». Rime lo sabía y no lo estigmatizaba con toda su fuerza. 

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