"Precintado" de Said Jedidi. Hoy: Secreto de Sumario



«  ein ende mit schrecken ist besser als ein schrecken ohne ende »
(Más vale un fin sin angustia que una angustia sin fin)

(Proverbio alemán)

V

Ninguno de los dos entendía por qué su nuevo modo de vida era tan incómodo.
         Contrariamente a lo que preveían, el consumo de un amor, mutilado, rechazado e incluso vedado, sólo causaba disquisición.
Rime y Omar buscaban desesperadamente una consolación. La primera semana de una vida conyugal ardorosamente soñada estaba resultando como la última de una novela de ciencia ficción.
-         Es normal. Después de una eternidad soñando aún no nos hemos despertado, justificaba con una voz resignada Omar.
-         ¡Dios mío! Espero superar este amargo momento, rezaba por su parte casi simultáneamente Rime.
 Los preparativos de la boda, la dificultad de convencer a propios y extraños y la difícil, casi imposible reconciliación con el pasado plural sumado a la potencia evocadora de una diferencia eternamente abismal repercutían nefastamente sobre la cruda realidad del presente.
-         Francamente Rime.  ¿Te gusta el apartamento?
-         Si, respondió evitando más preguntas.
«...Convertir en hermanos adoptivos». Rime lo recitaba religiosamente». Ahora le parecía evidente que es en estos actos cotidianos donde debía medir el verdadero impacto sin plusvalía ni valor agregado de una vida en común con quien pasó su vida soñando. No había manera de armonizar sus maneras de ser. Tenía la extraña sensación de haberse saltado un semáforo. Atrás quedaban meses de minuciosos preparativos, de desafíos y de dolorosas concesiones a propios y extraños. Atrás quedó una montaña de esperanza, promesas y proyectos.
   Atrás quedó una larga oración de gratitud a Dios por aquella «providencia » que ahora lo parecía menos. Una semana o menos y ya aparecen los primeros signos de cansancio... conyugal. Ardientemente anhelada, su unión se convertía en un desesperado e inútil sacerdocio. Se apagaba poco a poco. Perdía hasta su razón de ser y se fue convirtiendo en insignificante como la fecha de una tumba.
 Los notarios, el «papel higiénico» como llamaba irónicamente Omar a la partida de matrimonio y las, casi todas, hipócritas felicitaciones constituían ahora el cuerpo del delito de la pesadilla de todas las noches.

 Sentimientos esotéricos que ninguno de los dos lograba disimular a pesar de la presunción de inocencia de ambos.
- Necesitamos un Feng Shui [1] confesó Omar con precaución a su amigo Jafaar.
- Dime Omar, le cortó éste sabiamente. ¿No te das cuenta de que ya no eres el mismo?
- Pero.. ¡Qué coño voy a cambiar!.  Arremetió Omar.
- No lo sé. Las costumbres, las conveniencias, lo oficial y lo «socialmente » correcto.
- Esta vez, como muchas otras, atinaste Jafaar. De todo un poco. Tal vez sea mi versión corregida. La Rime que descubro en la cama al despertarme no parece en nada a la Rime-sueño que siempre acaricié. La gente que recibimos ahora con cortesía y placer era la que más daño nos había hecho antes.
- Que ahora viene sin capa ni espada.
- En vez de enterrar el hacha de guerra la disimulan. Son personas de hábiles disfraces y de una prefabricada sonrisa que apesta hipocresía.
- Para mí esto se llama diplomacia. Lo tuyo, en cambio, es   pura requisitoria.
- Esto se debería llamar... el carajo.
 El peso del matrimonio. La metamorfosis de unas relaciones que salían súbitamente de la clandestinidad y la promesa de no apresurarse nunca a olvidar el fruto prohibido estaban tomando la dirección de la verdad y con ella quizás del escándalo.
         Los dos eran concientes de que trataban de asfixiar la realidad. Él lo entendía ahora más que nunca. «Omar... hijo de Si Mojtar... conserje en Pabellones de funcionarios... calle número... Y Rime... hija de...». Omar leía y volvía a devorar el acta matrimonial «debidamente establecido por...» un par de pingüinos, como calificaba él a los notarios.
 «Un contrato  social, un acuerdo común para realizar una serie de valores, inherentes al resplandor de la familia, principal núcleo de nuestra sociedad ». Peor que un humor involuntario, aquél tipo de  «esclarecidos consejos» del mayor de los dos notarios le parecía ahora macabro.
 Todo le parecía diferente: Rime, mejor peinada que de costumbre, los modales más ingustables y su propia filosofía conyugal simplista y reductora. Todo le parecía distinto y distante: la alergia de antes que se convierte ahora en un odio cordial. La evidencia remplazada por cuestiones intimidantes y la precaución que rige cada uno de sus movimientos.
         Omar deambulaba entre la realidad y la alucinación. Ahora aceptaba voluntariamente lo que antes rechazaba de plano. Le apasionaba y al mismo tiempo le enfadaba  que la humildad que le mantuvo en pie estaba siendo substituida por un  inexplicable egocentrismo.
-         Ahora no paso apuros para llegar al final de mes, ironizaba con rabia. ¡ Qué asco !.
 Efectivamente todo le parecía impotentemente diferente... hasta su propia terminología.
Lo que antes era casi como un servicio público se ha convertido poco a poco en un lujo accesible gracias a su nuevo estatuto social.
Su impaciente avidez y ansia de ver a Rime se convertía en una acrobacia sentimental, que no podía explicar. Tampoco podía explicar cómo adquirió tanta habilidad a, en vez de comprender a limitarse a escuchar... sonidos y gesticulaciones.
Sabía que todo el resto no le podía reconciliar con su propia y verdadera forma de ser. Veía cómo su saludable derecho a la libertad de expresión se transformaba lenta e irremediablemente en una erudición por  cortesía.
 La nueva imagen de Rime, su esposa legítima y…oficial, con su mechón rebelde y una sonrisa que nace apagada, le recuerda curiosamente lo que le había dicho Dris cuando le reveló, hacía muchos años, aquél repetido sueño de un hogar «parcialmente destruido...» . « Esto, le había explicado, es signo de riqueza y de abundancia».
- Que Dios te perdone querido Dris. No acertaste ni una.


[1] En chino mandarín significa “agua y viento”, una tradición destinada, entre otras cosas, a proteger a los edificios del mal de ojo.

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