"Yamna o Memoria ĺntima" de Said Jedidi. Hoy: Inyección letal




               « En el Día del Juicio Final pesará la tinta de los sabios y la sangre de los mártires. No habrá ninguna diferencia entre ambas »
                                                                                                                 Profeta Muhammad (SAS)


                                                         

                                            V

Lo que para Yussef y Fadl no era más que simple utopía que la  irresponsabilidad de casi todos convirtió en una horrible pesadilla, para los demás era el resultado de no mantener a una distancia respetuosa a quien estaba allí gracias a la generosidad cándida de la ama de casa.
Prehistoria de la conciencia en que en todas las estrategias verbales desapareció milagrosamente el, aún muy fresco recuerdo, de quién era la idea. Sin embargo, las sensibilidades sociales comenzaban a conocer otro destino y otra dimensiόn.
La razón comenzaba a pesar mucho en la balanza del orden social. Impermeable hasta hacía poco a una apertura hacia cualquier otra cultura, la familia descubría los placeres y ¿Quién sabe? a lo mejor también los beneficios de la cultura de la tolerancia y del respeto cuando no interés por las ideas ajenas.
Lo de los dos hermanos ni era empresa inquisicional contagiada en sus respectivas ciudades de acogida ni dialéctica perversa padecida lejos del hogar y de la patria. Ambos dejaban una enorme margen de apreciación. Cada uno a su manera, pero los dos honesta y extremadamente amables, no imponían, sino trataban de establecer nuevas pautas de diálogo y concertación dentro de su familia y entre la gente que consideraban ίíntima. Ignoraban o trataban de ignorar humildemente las prerrogativas dadas por los padres y desplegaban gigantescos esfuerzos para no usurpar una autoridad que, en Marruecos, tradicional y éticamente fue y debía seguir siendo, según el consenso que nadie votó, terreno de caza del padre.
Mientras Yamna respiraba más confianza, otros sentían más parquedad. Todos los motivos eran argumentos disuasivos para regresar a la folklórica geometría variable de la familia.
     -     Mira. Ahora nos convierte la casa en un Sied [1] rural
     -     ¿Por qué lo dices?
     -     ¡Hombre!  ¿No ves la tortuga adornada con Hinna [2] y el extraño aroma de las plantas que prepara desde hace días? Además de las velas de todo color
     -     O exageras o no soportas a esta pobre mujer. En ambos casos es, cuando menos, vergonzoso porque, entre otras cosas ella quiso irse lejos y fue Sidi quien le dijo que esta era su casa y, como el resto de la familia, podía hacer lo que quería dentro del límite de su libertad
« Nuestra casa es casa de sorpresas; comes plata y arrojas oro...» [3]¿Qué es? La voz procedía de la cocina donde, Yamna pelaba minuciosamente una naranja dando cuidadosamente la cáscara a la tortuga.
     -     La trata como a una hija
     -     Mejor de cómo la tratáis vosotros a ella
             Aunque la adivinanza nada tenía que ver con la familia, venida de  Yamna siempre había quien la encontraba obscena.
« Toda una estrategia de desilusión », comentaba Yussef en sus raros momentos sulfurosos.
     -     Con ellos la vida tiene realmente otro gusto. Pero como pasan aquí pocos días.
     -     ¿Por qué no te vas a Valencia o a Rich con ellos?
     -     Ya me gustaría. Lo que pasa.
     -     Allí no soportan las tortugas. Son alérgicos a estos bichos.
     -     Pues…
Sentía el deber de saber tragar su lengua. Recusación de fatalismo. En su calidad de criada «  dorada », como la calificaba Ami H’Med, Yamna aprendió a analizar el alcance y sus repercusiones de cada intriga y colocar todo pretexto en su justo y debido contexto.
Ella misma lo reconocía: «  El resto no tiene importancia. Creo que me estoy curando. Me siento mejor. Infinitamente mejor y…. nada ».
Tanto Yussef como Fadl eran concientes de que se trataba de un compromiso cojo y defectuoso. Se debía pensar un nuevo modo de convivencia post-tortuga en el que la pequeña historia de Yamna y su tortuga pudieran servir de pautas para contrarrestar los efectos de la política viril imperante en aquella y otras familias de la época.
En lo más profundo de sus convicciones íntimas uno y otro estigmatizaban  la interpretación sumaria de los textos religiosos y de la moral islámica que hacían a menudo, los que no sabían o sabían infinitamente menos, sin faltar del mínimo respeto ni de consideración a ninguno de ellos.
     -     Lo de Yamna es un pretexto. El problema no es el país sino el paisanaje, decía con una elegante sonrisa Yussef
     -     No sería fácil acabar con tantos valores letales de una sola vez
     -     Nadie dijo lo contrario. Pero tampoco nadie ignora, tú más que otros, que muchos de los nuestros son valores agregados
     -     Se debería intentar. Una cosa es la religión musulmana y otra diametralmente los musulmanes o mejor dicho los seudo musulmanes
     -     Entre el dicho y el hecho hay mucho...
     -     Estrecho… de Gibraltar
     -     Allí tienes el edificante ejemplo de Sidi Mohamed. Más religiosidad no existe. Más modernidad y apertura tampoco. Comprensivo, tolerante y razonablemente moderado. Es lo que yo llamaría el prototipo del un buen musulmán
Una prolongada carcajada  de aprobación sancionó la conversación.
« Allá va, con una bandera detrás»[4] dijo riendo Ami Abdeslam al ver a Yamna entrar cansada, con su eterno rostro infantil, arrastrando como siempre su bolsa de medicamentos y de otras cosas.
     -     ¿ Qué quiere decir aquello de allá va.. ?
     -     Es una adivinanza que quiere decir el conejo seguido del galgo
     -     ¿Y por qué lo dices?
     -     Por esta mujer que va arrastrando su tortuga
     -     No es la tortuga. Son sus medicamentos
     -     Para ella el mejor de estos medicamentos es la maldita tortuga. De hecho ¿has observado que la tortuga desapareció durante todo el día?
     -     No. Tenía mejores cosas que hacer y mejores razones para no hacerlo. De hecho si la observas de tan cerca será porque tienes la intención de secuestrar a la pobre tortuga
     -     ¡Si tú eres importante!
     -     Tampoco. Soy razonable
Sin saludar, Yamna comenzaba a relatar su día:
     -     Hacía tiempo que no visitaba Sidi Saídi[5]y como hoy me sentía mejor y con suficientes fuerzas para ir hasta allí...
     -     Descansa primero. Que casi te asfixias
     -     Son las escaleras. Cuatro pisos. A mi edad
     -     Y a la de todos. Descansa mujer que estás sufriendo
     -     Yo no entiendo por qué los colonialistas españoles no nos metieron un ascensor
     -     En la época en que construyeron este edificio no lo tenía ni Franco
     -     Pero, gracias a Dios, lo construyeron
     -     Que no es poco
Se sentía relajada. Los dos hermanos le inyectaban confianza y seguridad. Les contaba la verdad… su verdad. Con ellos exploraba incluso estructuras y se olvidaba enigmáticamente de la realidad de los miedos. Su humor era otro, otras sus concepciones de las relaciones familiares. Se sentía, contrariamente a lo que se afirmaba por allí, sin ningún defecto de la juventud.
     -     Su edad es uno de los secretos más intrigantes de esta familia exageradamente charlatana, respondió Yussef cuando Fadl le dijo que esta vez Yamna le parecía escandalosamente más joven
     -     A mí me dijo que si encontraba un hueco pensaba ir al estudio de García Cortés o de Florido [6] para hacer un par de fotografías
     -     Lo que significa que es conciente de su excelente estado de salud
     -     En todo caso, el hornillo, el carbón, la leche y naturalmente la tortuga aún están allí
     -     Pero ya han surtido efecto porque dejó de estar de mala…leche
     -     ¿Y qué tiene de malo?
     -     Al contrario, yo diría que tiene de bueno… mucho de bueno
     -     Si sigue así igual nos dirá mañana que no necesita ni la tortuga
     -     Entonces se salvará una vida
Como si se tratara de una larga historia de impotente venganza con los demás, ella misma juraba que cuando estaba con ellos el tiempo y la realidad le parecían inmateriales. Tenía la sensación de estar lejos…muy lejos de las reflexiones inaudibles, de las ideas inconcluidas y de las expresiones a medias.
Yamna, que no sabía ahora dónde olvidó su bastón de peregrina, dejó de confundir los tiempos. Comenzaba a verse en la Playa de N’ssa [7] y, con un poco de suerte, a correr hasta cansarse.
Para ella todos sus instantes eran ahora compartidos a pesar de seguir teniendo la duda de que era un poco incomprendida y no, como ellos creían, incomprensible. Más que vocación, la concordia se convirtió para ella en una evidencia.
La difícil conciliación entre el sueño y la realidad. La imposible abolición de las fronteras entre la realidad y la ficción.
Al filo de la extravagancia.
Unos deciden las normas, otros las padecen. Ahora obraba con una precisión clínica. Yussef y Fadl pasaron a ser Sidi[8] Yussef y Sidi Fadl. El resto se quedó como era y es. A tal señor, tal honor.
¿Títulos de nobleza por el reconocimiento o simplemente idolatría subdesarrollada?
Todo el mundo afirmaba que eran los dos. Otro aspecto de la realidad familiar. La evidente espontaneidad en el tono y acento de Yamna ilustraba su admiración por los dos hermanos que, en apenas cuatro días, se convirtieron  en un modelo de referencia y de concepción. Aunque la familia era poco propicia para ser un campo abonado para reformas sociales, los resistentes al cambio comenzaban, día tras día, a dar signos de cansancio moral y físico.
     -     En tanto que musulmanes, en el basamento de ordenar el bien y prohibir el mal estriba gran parte de nuestra moral y nuestra ética, dijo Sidi Mohamed  a su hermano cuando éste vino a quejarse de lo que llamaba los «  indicios de una cultura importada » en alusión a las ideas que trajo Yussef de España pero sin atreverse a mencionar ni el nombre de éste ni precisiones de «  esta cultura ».
     -     Lo sé pero es que la gente observa y…
     -     Escúchame Abdeslam  Dios ha dicho: «  Nada de imposición en cuanto a religión, porque ya se ha dilucidado la verdad del error»[9]. ¿ Te enteras? Es Dios. Olvida a Yussef y Fadl porque saben lo que dicen. Estudiaron mucho. El saber es siempre el mismo en España o en otra parte. Tiene el mismo valor. Y ya sabes que « No pueden igualarse los que saben y los que no saben » [10]  Esta última citación la sintió Ami Abdeslam  como un jarro de agua fría. Captó perfectamente el mensaje y su advertencia, comprendió que eran otros tiempos y otros usos y decidió por fin nunca volver a plantear esta cuestiόn
Sin paso de poderes ni transferencia de prerrogativas, discreta pero inevitablemente, el centro de gravedad de la familia cambió de órbita. Los que compartían el lamentable privilegio de la impunidad tenían ahora que adaptarse a las nuevas reglas del juego… familiar.
Algo se movía y todos eran concientes. No se prohibía el humor pero no a expensas de otros. Las cosas cambiaban y van a cambiar más. Despacio, como la tortuga de Yamna pero seguro como su confianza en la receta de Ami Abdeslam.
Sus preparativos entraban en la recta final. Comenzaba la cuenta atrás para lo que quedaba de vida de la pobre tortuga. Todo el mundo buscaba saber dónde y cómo Yamna tenía la intención de « inmolar » su providencial tortuga. Lo esperaban con ansias y un poco de suspense.
     -     ¿Sabes algo del día de mañana?
     -     ¿Pero qué quieres que sepa yo del día de mañana?
     -     Me refiero a lo de Yamna, tonta
     -     Y a mi qué me importa. Parecéis sordos. No escuchasteis a Sidi que, sin embargo, lo dijo en voz templada pero alta y en mayúscula.
     -     De lo que afirmaba, Ami Abdeslam entendió como si mañana la tortuga acabará en el fondo de Tagin [11]
     -     Pues... ojala
     -     ¿Estás loca?
     -     ¿Por qué?
     -     ¿Cómo ojala?
Preguntas… muchas preguntas y muchas respuestas-preguntas.
Yamna y su hermético silencio desataba las pasiones. Todos querían saber. Todos indagaban.
Preguntas que se responden con otras preguntas. La mecánica de un dialogo estéril. Una exhortación a refugiarse en la rutina. Preguntar por preguntar. Responder por responder.
Mañana será otros día. Mañana terminará o comenzará una leyenda que nació de un frívolo humor, se desarrolló en medio de una propia velocidad de juegos sociales y se transformó en una auténtica pesadilla para Ami Abdeslam y su corte de escuderos.
Con esmero y la evidente  preocupación de quien se disponía a entrar a un quirófano, Yamna velaba para que no faltara nada y sobre todo para no causar la más mínima molestia a los demás.
Todo estaba allí: el hornillo, el carbón, la lecha y la pequeña tortuga entre los pies de su « verdugo ».
 El largo y lento momento parecía una agonía que se reflejaba en las manillas del enorme reloj de pared que saludaba a los que entraban por la puerta y cuyas oxidadas pero infatigables manillas seguían avanzando puntual e inexorablemente.
     -     Yamna se niega a interesarse por otra cosa que no sea su tortuga
     -     Ahora se ha convertido en una obsesión
Seguía siendo hoy. El mañana estaba, a la vez, cerca y lejos.


[1]  Templo donde suele estar enterrado un santo
[2]   Alheña
[3] Adivinanza marroquí ( Boletín  de la Asociación Española de Orientalistas ) H. Ibn Azuz y R. Gil Grimau
[4] Adivinanza marroqí
[5] Templo de un santo, patrón de Tetuán
[6] Ilustres fotógrafos tetuaníes de origen  español de la época colonial y post-colonial
[7]  La playa de las mujeres en Martil
[8] Señor ( en àrabe)

[9] Corán
[10] Corán
92 Olla tradicional marroquí en barro que se usa para la comida del mismo nombre


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