"Yamna o memoria Intima" de Said Jedidi. Hoy: Secreto de sumario





               « En el Día del Juicio Final pesará la tinta de los sabios y la sangre de los mártires. No habrá ninguna diferencia entre ambas »
                                                                                                                 Profeta Muhammad (SAS)

                                                      V

Instaba a no exagerar la impresión de compasión. El nuevo fervor ignoraba la ironía de los destinos.
Sin que nadie sepa por qué ni cómo, Ami Abdeslam sufrió su primera tendencia pronunciada de dificultades respiratorias. Una de las más evidentes pero no de las más simples.
Era la primera vez, desde hacía años, que la familia olvidaba a Yamna para ocuparse de Ami Abdeslam, avejentado por el padecimiento de una noche y preocupado por lo que le podía pasar.
     -     Si no es más que un poco de frío
     -     Eso. El frío es peligroso
Con una mirada abstractamente impotente quería pedir consejos a Yamna, convertida pese a ella, en experta y conocedora de una situación que nunca deseó ni para él ni para nadie. Ahora fustigaba menos la dramaturgia de su arrogancia.
Privilegiado terreno de observación, la tortuga desapareció en el estómago de la buena mujer. Sólo quedaba Yamna y la impresión de una mezcla de vulnerabilidad y determinación.
     -     ¿Cómo te sientes hoy, Yamna?
     -     Al hamdu Lilah[1]
Yamna medía en su justo valor el sentido del súbito interés por su salud. Por ello se apresuró a precisar:
     -     … aunque me siento profundamente triste por el resfriado de Ami Abdeslam
     -     Creo que es un poco más que esto
     -     ¿Qué quieres decir?
Psicología de la superstición. Xenofobia primaria y sentimiento abstracto de pertenencia. Lo obsoleto volvía a emerger. Yussef y Fadl estaban lejos. El primero en Valencia donde estudiaba y el segundo en el Rich[2] donde enseñaba. Sin ellos el atavismo: el mundo de la familia volvía a ser desgarrado.
     -     ¿Pero qué tiene que ver ella con todo esto?
     -     ¡Qué obstinado eres!
     -     Sigo sin entender
     -     No hay peor ciego que el que no quiere ver
     -     Ni el peor sordo que el que escucha mal
Yamna se ha vuelto lenta pero irremediablemente decidida a proceder de manera alusiva. A penas terminadas las amargas raciones de la tortuga su precursor, Ami Abdeslam, comenzaba a padecer la misma suerte… el mismo destino. Las mismas dificultades respiratorias...la misma angustia…la misma asfixia…las mismas ansias de volver a ser lo que era... de respirar normal... de no sufrir.
     -     Anoche casi no dormimos
     -     ¿Por qué?
     -     Por poco Abdeslam se iba a tragar la lengua
     -     ¡ No me digas!
     - Te lo juro. Es que se pasa toda la tarde jugando el maldito parchis en la terraza del cafetín y en esta época es peligroso con la tasa de humedad de esta ciudad…
Para algunos era simple fertiliza de la imaginación de los detractores de Yamna, que en su difícil ejercicio de sus derechos ficticios aprendió a responder con más evasión y a engullir sus sentimientos. Negaba, no obstante, con gran constancia que tuviera algo que ver con lo de Ami Abdeslam.
     -     Yamna, te observé este mediodía cuando subías las escaleras. ¡Increíble!
     -     Pues si. Creo que, gracias a Dios, estoy mejorando mucho
     -     Curiosamente Ami Abdeslam todo lo contrario
     -     Pues... no se. Me dijeron que está con un poco de frío
     -     Hay quien cree cosas
     -     La gente cree muchas tonterías  y tú todavía más
     -     Dicen las malas lenguas que Ami Abdeslam tiene lo que tú tienes o, a juzgar por tu nuevo estado de salud, tenίas.
               El juego de verbos lo ilustraba cabalmente.
               La acusación era patente. Yamna no encontraba palabras para contestar. Se le secaba de nuevo la garganta. Estaba acostumbrada a la gente que se comportaba con tan poca cortesía y sensibilidad. Sin embargo una emoción ardiente convulsionó sus gestos. No sabía qué decir.Todo estaba confuso. Un agobio absoluto apretaba más el nudo en su garganta.
     -     Yo... yo
     -     Tú lo sabías
     -     ¿ Sabía qué?
     -     Que...
     -    Mira. Fue él quien me curó. Él sabe lo que me recomendó y lo que le queda por hacer para ensayar lo que él mismo me recomendó
 « En el momento en que vean aquello con que habían sido advertidos pensarán que no han permanecido en el mundo más que una hora de un solo día »[3]. La voz de Sidi Mohamed traducía una fórmula ritual cada vez que constataba una superación moral.
Sin saberlo, Ami Abdeslam se convertía, poco a poco, en mártir de proximidad.
Por su parte, mostrando una aceptación fascinada de su destino, Yamna trataba infructuosamente de explicar que, lo que hasta entonces, gracias a Dios, sólo eran simples insinuaciones, no podía tener fundamento alguno.
     -     Ami Abdeslam tiene una constitución física atlética, de apariencia rigurosa. Nunca fumó y por lo tanto no puede ser...
     -     Tú nunca fumaste tampoco
     -     Pero yo no soy él. Mis condiciones no son ni eran las suyas
Un ligero viento de tristeza pasó por la habitación. Aparentemente las intencionadas simetrías las molestaba mucho.
Santo sin fe excesiva y a veces ni siquiera normal. Con un sentido desbocado y a menudo burlesco incluso enfermo, Ami Abdeslam seguía encarnando la versión de la farsa y de la sátira.
     -     Esto viene asi
     -     ¿ Esto ? ¿ Qué es esto?
     -     Esto... ¿No te dijeron que anoche arrojó flema?
     -     No. Te juro que no. Pero esto puede ser por muchas y variadas causas
     -     Muchas cosas…muchas causas
           Se comentaba con la Mirada convergida hacia Yamna o hacia donde estaba.
           Poco a poco, las acusaciones gratuitas iban convenciéndola de que « a lo mejor algo de verdad tiene todo esto » lo que cuestionaría una  variedad de conceptos, juzgados hasta entonces hábiles.
     -     ¿ Y tú, Yamna te sientes mucho mejor, no es así ?
     -     ¿Qué te voy a decir? No me quejo y doy gracias a Dios y... en gran parte a Sidi Abdeslam
     -      Parece que tienes mejor pinta e incluso yo diría que estás màs presentable
     -     Si creo que si. Últimamente duermo mejor
     -     ... De una belleza plástica
     -     ¿Qué quiere decir esto?
     -     Que estás preciosa, tonta, y respiras también mejor
     -     ¡Ojala!
En menos de dos días, Yamna volvía a sufrir el impacto de la influencia de un pasado mortalmente reciente. Una sensación interiorizada que la obligaba a descuidar su recién recuperada aunque aún frágil dulzura expresiva.
Apenas olvidada, su imagen de antaño volvía a resurgir. Pero con una tranquilidad desarmante observaba en el espejo la palidez de sus mejillas, que, como se atrevía a piropear cada mañana, robando instantes de soledad, el lechero «  de un color infantil ». El color de su cabellera, desgreñada furiosamente por la corriente que circulaba violentamente entre las dos ventanas, parecía apagarse de nuevo.
Habitualmente de una complejidad apasionante, los vínculos entre la familia y la criada volvían a ignorar lo que preconizaban Yussef y Fadl: las prácticas plurales y diversas en que los valores inculcados por los dos hermanos debieran ser más claros y más omnipresentes.
Inspirada, quizás, por las chispas de la nueva situación Yamna se preparaba a toda situación imprevisible.
    -      Muy buenas
    -       ¿Pero qué es este hatillo?
     -     Nada. Había tanto desorden
     -     Yamna. No cometas el grave error de decidir irte sin...
     -     Un día de estos lo tendré que hacer. La tierra de Dios es grande[4]
     -     Pero aún no ha venido este día. Y cuando venga lo celebraremos juntos
     -     Ojala. «  Sólo nos prometió lo bueno »[5]esto último lo dijo en una voz de una limpidez angelical
Una referencia inhabitual pero indiscutible de un posible hombre y de ser posible de un… hogar propio.
     -     De allí  hasta una progenie... ¡Tú me dirás!
     -     Dios es capaz de mostrar todos los milagros
     -     Me refería a su edad
     -     No hay edades para los milagros
     -    Francamente no estoy seguro de haber comprendido pero tienes razón va a necesitar un milagro
« Ojala » repetía y volvía a repetir sola admirando la fuerza de convicción decente de su confidente R’Kucha sin comprender por qué el sabor del té que tomaba era era aquella vez, amargo ni por qué lo de hacer punto dejó de servirle de diversión.
Con una mirada sombría recorría las paredes de su pequeño pero impecable cuarto, recordando el sentido de la expresividad irónica de Ami Abdeslam cuando violaba su intimidad para «  tomarle el pelo ».
     -     « Que Dios te perdone, Abdeslam », repitió tres veces con la misma sonrisa pero con diferente tono y acento.
            Sin embargo temblaba cuando recordaba lo de « Dios espera pero no desdeña »[6].
Germinaba en su espíritu la intuición de que algo ensombrecía su inalienable derecho a gozar de buena salud. Sentía también que los espíritus transversales se despertaron para que su obsesión de felicidad se quedara en simple placer y que el déficit de confianza ya existente constituyese un muro ante todo avance en la emancipación impulsada a trancas y barrancas por los dos hermanos.
Aparentemente su nueva salud molestaba pero ella, sin hacer destape alguno de su nueva relación afectiva en este sentido, soñaba despierta con abandonar un día las antesalas por la embriaguez de una vida normal … en un hogar normal… de ser posible propio, con proyectos del presente y del futuro.
La llama de la vida. Un modo de soñar con una nueva forma de humanismo y de calor.
Pero tampoco ignoraba la imperiosa necesidad de calmar sus impaciencias. La permutación del asma y la nueva situación que coincidía misteriosamente con el fin de su calvario podían suscitar sensibilidades y supersticiones que pudieran tener graves consecuencias para su presente y su futuro.
Envuelta en las tímidas luces que ahogaban en la sombra parte de su incongruente cuarto, Yamna analizaba con suma preocupación las pautas del nuevo dilema que comenzaba a alterar la absoluta tranquilidad de su vida dilapidada en sueños de resurrecciones imposibles. Comenzaba a ver el mundo de manera diferente. El pequeño espejo que se compró últimamente para controlar la evolución de su rostro reflejaba fielmente su imagen de princesa de Walt Disney en un imperio difunto, acarreando un flujo adicional de ansiedad. Atrapada por movimientos de cabeza absurdos en busca, en el espejo, de la mejor silueta, Yamna se preguntaba una y mil veces lo que había pasado los últimos días y si ella tenía algo que ver con « toda aquella conmovedora historia ».
Su inalterable convicción en lo que llamaba eficacia discreta de la receta de Ami Abdeslam y en su buena fe, desalentaban su curiosidad, sumergiendo todos los sentidos de los advenimientos dudosos en la empresa del tiempo y la paciencia.
La evidencia… su evidencia era multifacética.
     -      Hace semanas que no te escuchamos. ¿Pero, qué pasa, Yamna?
     -     ¿Quieres que te diga la verdad o su prima?
     -     Lo que sea, pero, por lo menos debes compartir con nosotros…
     -     Vuestras discusiones… vuestras nuevas amarguras… vuestras ¡qué sé yo!
     -     Eso. Bueno…
     -     Ya sabes. La salud y sus problemas
     -     A mi me dijeron que estás mucho mejor
     -     Te dijeron. Ellos siempre dicen
Motivos repetitivos. Algo parpadeaba en su cabeza. Nadie se lo dijo francamente. Pero ella temía lo peor. «De todas formas, decía, convencida de su buena fe, ha sido él quien me convenció para comenzar a creer en mi capacidad de hacer nacer este mundo y vivir esta época ».
     -     ¿Sabes, Yamna? hay mucha… muchísima diferencia entre vivir y existir, le dijo R’Kucha cuando la escuchó lamentar su nuevo estado de salud « si es a expensas de otros…».
     -     Lo he escuchado más de una vez
Las posiciones ambiguas la irritaban. Sabía, por experiencia y por las múltiples contrariedades vividas y por vivir, que se situaban a medio camino entre la acusación implícita y la envidia explícita. Una especie de dadaísmo[7]. Pero ella, por necesidad o intuición, se sentía a menudo condenada a ser desproporcionadamente ambigua. «  La verdad es que tienen razón », pensó fingiendo una enigmática sonrisa.
Desde hacía días observaba una sensible mejora de su respiración y sabía que, en vez de suscitar su entusiasmo, aquello la debía obligar a segregar una mayor prudencia.
     -     Te he estado observando y ¿Qué te voy a decir?
     -     Pues... no digas nada ¿Me has estado observando?
     -     Efectivamente y me quedé perplejo al ver cómo subías las escaleras…
     -     Se ve que es verano y que la primavera y su polen se han quedado atrás.
     -     No. ¡Qué polen ni qué niño muerto! Dicen que es la carne de tortuga cosida en leche
     -     Benditas sean, pues, todas las tortugas, contestó gesticulando, haciendo gala de su indescriptible armonía
Entre la violencia de la insinuación y la fragilidad del argumento, Yamna prefería abstenerse a todo comentario.




[1] Gracias a Dios, en árabe
[2]  Localidad del sur de Marruecos
[3]  Corán 46 :35
[4] Dicho muy común entre los árabes que significa cambiar de lugar
[5] Corán
[6] Dicho musulmán que explica la justicia divina aunque pueda tardar
[7] Tendencia artística a hacer arbitraria toda relación entre pensar y expresar

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